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(Por Francisco J. Cantamutto y Martín Schorr) La caracterización del programa económico de Cambiemos es una tarea relevante. No se trata sólo de conocer las voluntades de personeros ministeriales, sino de identificar fuerzas sociales en disputa, buscando propiciar ciertos proyectos de sociedad en detrimento de otros. No existe tal cosa como que todos ganen: siempre alguien cede, retrocede, sufre. Y sin embargo, para poder ganar elecciones los partidos deben lograr presentar proyectos particulares como si fueran de toda la sociedad. El problema de la hegemonía implica desentrañar cuál es la fracción de clase que está logrando generalizar sus propuestas como las de la nación. Aunque en los hechos unos pocos estén sacando provecho, Cambiemos ganó prometiendo una mejor Argentina para todos. Mostrar quiénes son esos pocos y cómo lo hacen es central para proponer cambios políticos.

Ha sido ya probado que las devaluaciones y las reducciones de retenciones a las exportaciones estuvieron dirigidas fundamentalmente a mejorar la rentabilidad en los sectores primarios y los industriales procesadores de materias primas. Estas mejoras implicaron fuertes subas en los precios de los alimentos, con el consecuente deterioro de los salarios. El capital minero también se favoreció por estas medidas, a las que se sumaron las subas de los precios locales de los hidrocarburos, con un sendero plurianual de alza que garantiza jugosas rentabilidades.

Las subas de precios se complementaron con un tarifazo, subiendo los precios de agua, transporte, gas y luz. Y aunque la resistencia social lo ha demorado en parte, se encuentra en plena marcha, estando previstos nuevos aumentos el año entrante. La suba de los servicios públicos está en curso, alimentando ganancias sectoriales a la vez que erosiona la competitividad sistémica de la economía, al elevar los costos de producción de otros bienes. Este tarifazo ha golpeado a los hogares y también al conjunto del entramado pyme.

Un elemento complementario de lo anterior fue la mayor desregulación del comercio exterior, lo que en un mundo desbordado de productos sin demanda, opera como un yunque sobre el empresariado menos competitivo. Al tercer trimestre de este año, las importaciones de bienes de consumo y de autos crecieron (9% y 28% más que en 2015, respectivamente), desplazando producción nacional en muchos rubros fabriles. Sólo los capitales de mayor productividad pueden sobrellevar esta apertura: aquellos ya referidos, organizados en torno a los recursos naturales. No en vano Macri ha reiterado su intención de firmar tratados de libre comercio, hasta ahora esquivos, en busca de consolidar su promesa de volver a la Argentina el “supermercado” del mundo.

Esta agenda se completó con la intensa gira de promesas al empresariado, con hitos en Davos, el G-20 de Pekín, el mini-Davos de Buenos Aires y el reciente coloquio de IDEA. En todos los casos, presumiendo previsibilidad y garantías para tentar una lluvia de inversiones que se resiste a llegar. Las pocas inversiones en marcha parecen alinearse con las ventajas provistas por los recursos naturales del país. El balance comercial argentino, consolidando la tendencia de los años previos, reposa de manera cada vez más evidente sobre estos sectores. Cumplido el tercer trimestre de 2016, las exportaciones primarias son las únicas que muestran alzas (14% mayores a igual período del año anterior). Una de las principales diferencias con el régimen previo es que ahora ese incremento aporta menos recursos a las arcas del fisco y al balance externo.

Otro de los grandes ganadores del programa de Cambiemos es el capital financiero, responsable de proveer recursos para que las cuentas fiscales y externas tengan al menos un cierre contable. La toma de más de 35.000 millones de dólares por parte del Estado nacional en lo que va del año ha financiado gastos corrientes y salidas de recursos por diversas vías (pagos de deuda, fuga de capitales, remisión de utilidades, importaciones industriales, turismo). Para el presupuesto 2017, el gobierno apuesta a redirigir esta ruleta de deuda hacia la obra pública, único bastión posible de reanimación económica en un año electoral. La asociación con los gobernadores es clave en este proyecto, repartiendo la carga financiera y emitiendo a tasas de interés que superan el 7%, e incluso el 9% para algunas provincias.

Los negocios financieros están en franca expansión. La “estrella” del mercado es la operatoria en Letras del Banco Central, que tras alcanzar el 38% anual en pesos durante el primer trimestre, se sostienen desde hace dos meses por encima del 25%. El plazo medio de maduración de esas Letras ronda el mes y medio, ocasionando grandes costos de renovación periódica, y permitiendo grandes ganancias en lo que la jerga denomina “carry-trade”, es decir bicicleta financiera lisa y llana. La eliminación de trabas en la cuenta financiera y de capitales ha facilitado las operaciones de negocios a través de las fronteras: el ingreso de dólares, que se cambian a pesos, se colocan a cortos plazos con elevados rendimientos, y se retiran a moneda fuerte otra vez, sin ningún efecto positivo para el país. El uso de las LEBAC para sostener el precio del dólar estable, o levemente a la baja, favorece esta mecánica especulativa, garantizando que los rindes no se vean afectados por una devaluación (en una línea similar juega la toma de deuda externa).

Este es el esquema básico que representa una auténtica coalición social. La información del INDEC sobre la composición del valor agregado bruto a fines del primer semestre del año es elocuente. Entre las actividades que entre 2015 y 2016 aumentaron su incidencia en el conjunto de la economía (las ganadoras) sobresalen rubros procesadores de materias primas (agricultura, ganadería, explotación pesquera y de minas y canteras), la intermediación financiera y los servicios públicos.

Entre las actividades perdedoras se destacan la industria, la construcción y el comercio, todas importantes generadoras de puestos de trabajo. No es de extrañar que la destrucción de empleo haya sido la norma del primer año del gobierno macrista y clave para sostener una caída del salario real en torno al 10% y promover diferentes esquemas de flexibilización laboral.

Actividades económicas que avanzan/retroceden en términos de su incidencia en el valor agregado bruto (VAB) total*, II Trim. 2015/2016 (en porcentajes y ptos. porcentuales)

  Participación en VAB total  
  2015 2016 Var. (p.p.)
Avanzan 23,8 29,2 5,39
Agricultura, ganadería, pesca y silvicultura 7,7 12,0 4,32
Intermediación financiera 3,9 4,3 0,39
Electricidad, gas y agua 1,3 1,6 0,32
Explotación de minas y canteras 3,9 4,1 0,17
Servicios sociales y de salud 5,8 5,9 0,14
Hogares privados con servicio doméstico 0,9 0,9 0,03
Pesca 0,3 0,3 0,02
Retroceden 76,2 70,8 -5,39
Otras acts. de servicios comunit,, soc. y pers. 3,5 3,3 -0,18
Hoteles y restaurantes 2,3 2,1 -0,22
Transporte y comunicaciones 6,8 6,6 -0,25
Enseñanza 6,3 5,9 -0,40
Administración pública, defensa, etc. 9,3 8,7 -0,57
Comercio mayorista, minorista y reparaciones 14,3 13,7 -0,60
Actividades inmobiliarias, empresariales y de alquiler 11,3 10,7 -0,66
Construcción 5,3 4,3 -1,02
Industria 17,1 15,7 -1,49
TOTAL 100,0 100,0

* Según datos del VAB a precios corrientes.

Fuente: elaboración propia en base a INDEC.

En un panorama industrial crítico, que se expresa en fuertes caídas en el valor agregado sectorial y en que es la actividad que más pierde en términos de su incidencia relativa, también se reconocen evoluciones dispares. Entre las ramas que mejoran su posicionamiento se cuentan muchas industrias altamente concentradas (caucho y plástico, química, alimentos, automotriz), lo que contrasta con el perfil más pyme de las que retroceden (indumentaria, muebles, madera y derivados, bienes de capital, metalmecánica).

La inconsistencia temporal de este esquema de políticas es palmaria. Con una inflación acelerada, el empresariado ha perdido la competitividad ganada con las devaluaciones, y exige nuevos ajustes que, de concretarse, incrementarán los precios. Para subir la productividad se pretende tentar a la inversión productiva pero al mismo tiempo se suben los costos de los insumos y servicios, sosteniendo una tasa de interés muy elevada. Así, la formación de capital no sólo no llega, sino que en lo que va del año se retrajo más del 4%. La sostenida recesión continúa expulsando fuerza de trabajo, lo que agrava un cuadro social por demás complejo. Esta imprevisibilidad es detectada por los inversores, que priorizan la colocación de sus fondos en inversiones cortoplacistas. En el plano productivo, los sectores primarios son incapaces de traccionar al conjunto de la actividad económica.

El problema es aún mayor en el centro mismo del negocio financiero. A nivel interno es difícil saber hasta qué punto el Banco Central podrá continuar renovando mensualmente las LEBAC. Esta masa de recursos ya superó la base monetaria y constituye una auténtica bomba de tiempo, disponible para correr velozmente contra el peso ante la menor señal de mal tiempo. La quita de controles en la balanza de pagos facilita que estos fondos realicen estas maniobras especulativas. Se añade que a nivel externo, la seguidilla del Brexit y la victoria de Trump parecen asegurar un inminente aumento de las tasas de interés de referencia, y un complementario aumento del riesgo país. La salida de fondos hacia los países centrales pondría en peligro la renovación de deuda para la Argentina.

Los límites del planteo económico del macrismo (con sus ganadores y sus perdedores) se hace cada día más evidente.

(Por Francisco J Cantamutto) El resultado de las elecciones presidenciales abre una etapa de incertidumbres, y para Cambiemos, éstas son malas noticias.

Las elecciones presidenciales en Estados Unidos ya tienen un ganador. El triunfo de Donald Trump, que parecía imposible meses atrás, abre una nueva etapa para la geopolítica y la economía mundial. Hillary Clinton representaba la continuidad de los proyectos hegemónicos en curso, siendo por ello la candidata del establishment norteamericano. Sus políticas compensatorias lograban conquistar las simpatías de no pocas minorías políticas, pero esto no opaca que la ex Secretaria de Estado y Senadora formó parte de la mayor parte de las decisiones que orientaron el accionar de Estados Unidos en las últimas décadas. Ofrecía continuidad, estabilidad, previsibilidad.

Trump, en cambio, a pesar de ser un empresario multimillonario, no formó parte de la casta política, nunca ocupó un cargo electo. En ese sentido, por llamativo que sea, logró presentarse como un outsider, como alguien que provenía de fuera “del sistema”. Sus posturas profundamente reaccionarias y propuestas carentes de viabilidad desafiaron los límites de una candidatura concebible desde las entrañas del amañado sistema representativo estadounidense. Y sin embargo, logró ser el candidato, y ahora presidente electo, del tradicional partido republicano.

Sea por convicción o por conveniencia, Trump le habló en especial a un segmento de la población estadounidense conocido como “basura blanca”. Se trata de sectores medios venidos a menos, trabajadores empobrecidos por años de políticas neoliberales (de las que Clinton es una de las responsables), sin expectativas de futuro. La pérdida de empleos por la deslocalización de fábricas hacia países periféricos, que ha provocado un estancamiento de los salarios medios en las últimas décadas. El 1% más rico que se apropiaba en 1970 del 9% del ingreso anual pasó a recibir el 21% en 2010. El 10% más rico obtuvo ese último año el 47,9% del ingreso total. La única solución para los empobrecidos trabajadores ha sido el crédito: década tras década han promovido el endeudamiento para compensar la pérdida de poder adquisitivo.

Cuando en 2007 todo estalló por los aires, el Estado aprobó un salvataje de 700.000 millones de dólares… a los bancos. Las grandes automotrices accedieron a mantener algunas plantas en el país solo a costa de quitarles a sus trabajadores gran parte de los beneficios previsionales. Esta población trabajadora está furiosa, y tiene razones para estarlo. Está pagando una fiesta de la que no participó.

La crisis mundial es el escenario de fondo. Tras décadas neoliberales, el espacio para mayores tasas de explotación es limitado, y los recursos remanentes para ser mercantilizados comienzan a escasear. El exceso de oferta tiene al mundo inundado de bienes, lo que presiona a la baja las exportaciones. Muchos países han iniciado una lenta competencia de devaluaciones, para ganar competitividad a costa de los vecinos. Este ajuste reduce aún más la demanda. El mundo crece menos, el comercio es menor. Este contexto guarda parecidos llamativos con lo ocurrido en la década del ’20.

En este marco, el liderazgo económico de Estados Unidos, la potencia hegemónica, se ve erosionado. China se ha expandido de manera sostenida –es responsable del magro crecimiento mundial del último lustro-, y ya ha logrado otro paso en la internacionalización del yuan, ahora incluido en la canasta de monedas de reserva del FMI. En América Latina ha crecido hasta ser el segundo socio comercial e inversor. Pero China aún depende de la demanda estadounidense en su comercio global y mantiene una monstruosa cantidad de bonos del Tesoro norteamericano como reservas, que le exigirían algún tipo de canje para evitar una desvalorización masiva. La Unión Europea en franca crisis no es una alternativa real.

Trump basó su campaña en denunciar esta realidad, desde una posición reaccionaria y conservadora. Es difícil saber cuánto hay de demagogia en su discurso contra el libre comercio, aunque queda claro que su pretensión autócrata, su xenofobia y misoginia son auténticas. Las preguntas son muchas.

En términos económicos, esta victoria ha incrementado la incertidumbre respecto de lo que viene. Las bolsas de valores del mundo, que mostraban ya una tendencia declinante, volvieron a caer ante la noticia. El capital trasnacional prefiere la operatoria irrestricta, y la tendencia proteccionista no le favorece. La reacción es semejante a la del Brexit, pocos meses atrás.

Si Trump y la bancada republicana mantiene la agenda de campaña de revisar los tratados de libre comercio, esto sería una marcha atrás en unos de los ejes más importantes de la agenda estadounidense para la región. México, atado hace más de dos décadas al gigante a través del TLCAN, ya ha sufrido un severo impacto, con una –nueva- desvalorización de su moneda. Colombia, Chile y gran parte de Centroamérica, hoy establecida como una gigantesca maquila que abastece a Estados Unidos, deben estar preocupados. Trump parece decidido en frenar el gran proyecto hemisférico de Obama, el Tratado Trans Pacífico, cuya ratificación en el Congreso requeriría de una veloz gestión antes de fin de año.

El objetivo no sería solo frenar los tratados de libre comercio sino también poner escollos en la internacionalización de las empresas estadounidenses, para favorecer la inversión en el espacio nacional. Eso significaría para nuestra región menor demanda para los productos exportados, y también menor inversión extranjera. A esto se suma además que el programa de Trump sobre grandes proyectos de obra pública –como el famoso muro- junto a recortes de impuestos parece destinado a financiarse con mayor emisión de deuda. El mercado espera subas de las tasas de interés, lo que significa encarecimiento del crédito disponible.

Menos demanda, menos inversión, crédito más caro: ese es el parama esperado para la región, y esto afecta, claro, a la Argentina. Macri había apostado abiertamente por la candidatura de Clinton, para dar continuidad a las tratativas iniciadas con Obama, que lo ponían como referente en la región. Con la victoria de Trump, Macri queda fuera de lugar.

Esto no es solo un problema político, sino económico. Primero, se ve en problemas la agenda de comercio preferente, justo cuando Macri ponía las exportaciones como factor dinámico. Segundo, se suspende por mal tiempo la lluvia de inversiones. Tercero, la deuda, factor aglutinante en el programa de Cambiemos, única fuente de balance fiscal y externo, se encarecerá. Cuarto, el afamado blanqueo promocionado en las últimas semanas, entra en problemas. La banca norteamericana prevé sostener su régimen de secrecía fiscal, y continuar operando como refugio para los capitales que no quieren revelar su origen, monto ni dueño. ¿Por qué volver a Argentina y pagar siquiera mínimos impuestos, si se puede permanecer protegido en un paraíso fiscal? Parece que 2017 será un año difícil.

(Por Francisco J Cantamutto) El jueves pasado Diputados dio media sanción al primer proyecto de presupuesto de Cambiemos, se espera que Senadores lo pasen durante noviembre.

Cambiemos se anota un triunfo más en su haber, logrando que la Cámara de Diputados diera por aprobado su proyecto de presupuesto para 2017. Se pasó al Senado, a la espera de que sea tratado en el curso de este mes, con lo cual Macri tendría así su primer presupuesto propio –recordemos que gobernó hasta ahora con el proyecto aprobado del kirchnerismo saliente en 2015.

Se trata de un nuevo triunfo de Cambiemos en el Congreso, donde tiene apenas una minoría de representantes, y donde sus dotes políticas aparecen con mayor claridad. En el gobierno nacional están sobrerrepresentados los elementos empresariales, lo que ha fomentado la interpretación de que se trata de una CEOcracia. Sin dudas, hay parte de verdad ahí, una cierta ceguera frente a los efectos de sus decisiones, especialmente respecto de los costos sociales.

Pero esto no nos puede ocultar la existencia de hábiles políticos en el elenco de Cambiemos. La capacidad de Peña o Frigerio para negociar especialmente con gobernadores y obtener su anuencia –lo que prácticamente garantiza el resultado en Senadores- ha sido probada varias veces. Dentro de Diputados, Monzó y Massot son apenas dos de los operadores clave del resultado de 177 votos a favor, que incluyó no solo los votos del frente (PRO, UCR, CC) sino también del GEN, Frente Renovador, el bloque Justicialista, y no pocos kirchneristas. Se repite así la misma clase de éxito que con el pago a los fondos buitres o con la ley de blanqueo.

El procedimiento de Cambiemos merece atención, pues demuestra una habilidad probada. Se trata de enviar a discusión amplios proyectos con dos características: profundamente reaccionarios y con una gran mezcla de temas. De esta forma, la atención y el debate público no pueden contener por igual a todos los elementos en discusión, enfocándose en algunas partes. Por otra parte, las exageradas propuestas dan al gobierno amplio espacio para negociar lo que se presenta como “concesiones”, que son siempre parciales. Las diferentes fuerzas políticas negocian así elementos dispersos y puntuales, lo que permite que el proyecto global no solo logre aprobarse sino que además incluya siempre una parte sustancial del objetivo original. Y accesoriamente, permite a Cambiemos presentarse como el cenit de la democracia, siempre dispuesto al diálogo, a reconocer “errores” y conceder a sus interlocutores. Siempre que no altere los fundamentos de su proyecto.

El caso de Ciencia y Tecnología de este presupuesto ilustra a la perfección lo que decimos. El gobierno envió un proyecto que recortaba las asignaciones a esta área tanto como proporción del gasto total como en términos reales. Se proponían $31.700 millones, casi un 9% por debajo de los $36.000 millones necesarios para sostener la política de desarrollo científico de acuerdo los lineamientos existentes. La reacción del sector no se hizo esperar, multiplicándose las acciones mediáticas y en las calles –el 24 de octubre se realizó un multitudinario acto frente a Congreso. Cambiemos terminó proponiendo una asignación extra de $1.200 millones, lo que es la cuarta parte de lo recortado. Para las universidades nacionales se propuso un incremento de mil millones de pesos, que apenas afecta la partida total de $60 mil millones.

De modo que la atención se centró estas semanas en uno de los aspectos más criticables del proyecto –recorte a la investigación- pero dejó relativamente de lado otros elementos, como las menores asignaciones para dar continuidad a los juicios de lesa humanidad. Al mismo tiempo, Cambiemos concedió otros aspectos, como subas en el ministerio de agroindustria o en protección de bosques nativos, lo que en últimas le garantizó la aprobación del proyecto general. Demostró así su capacidad de hábil negociador.

¿Cómo hizo estas concesiones? Intensificando el aspecto central de su proyecto: la toma de mayor deuda. Es muy relevante, pues, según un reciente informe, 2016 cerraría con una emisión cercana a los 50.000 millones de dólares, un auténtico récord de la emisión descontrolada. Es relevante marcarlo: la deuda ha cubierto el pago de deuda y gastos corrientes, sin ningún beneficio de mediano o largo plazo para el país. La deuda cubrió fuga de capitales, la avalancha de importaciones, y la pérdida de recaudación por la baja de las retenciones, entre otras. Un auténtico festival de endeudamiento, casi sin paralelos en la historia.

Con un déficit fiscal al alza, Cambiemos ha intensificado irresponsablemente la emisión de deuda, a tasas de interés que duplican y hasta triplican el promedio de lo que se paga en la región. El arreglo con los buitres no ha mejorado en nada las finanzas nacionales, al contrario. No solo se toma deuda como forma de financiar el gasto, sino que también se emiten pesos. Para controlarlos, el Banco Central está emitiendo Letras –que aún pagan por encima del 28% anual en pesos- que las estimaciones privadas ubican como una masa equivalente al total de pesos circulando en la economía. Una auténtica bomba de tiempo, habilitada para corridas cambiarias de gran velocidad.

Este mecanismo, en el presupuesto 2017, está atado a lo que se prevé será la principal herramienta para el año electoral: el incremento de la obra pública, en torno al 39%. Este punto es central, pues se traslada a las provincias e incluso a los municipios: se habilitan nuevas obras a ser financiadas con toma de deuda, en los tres niveles del Estado. Este mecanismo es central para negociar los acuerdos con gobernadores, y de allí, con Senadores.

En el ínterin, mezclando temas, Cambiemos logró además la aprobación parcial del proyecto de iniciativa público-privada. Se trata de una forma cruel de privatización de la planificación, que al mismo tiempo estatiza todos los riesgos: los medioambientales, la conflictividad laboral y la búsqueda de financiamiento. Privatización de los beneficios y socialización de los costos. Un seguro que se puede comparar con el que Cavallo diera a las empresas privadas (incluyendo al grupo Macri), y que desde 1982 explican la mitad de la deuda pública pagada por todo el pueblo argentino. Esta ley es una de las adecuaciones previstas en la orientación general hacia el Tratado Trans Pacífico propuesto por Estados Unidos.

El presupuesto vuelve a fantasear con perspectivas de crecimiento (3,5%), sin argumentos que lo sostengan. Recordemos que el PBI cerraría 2016 con una caída de alrededor del 2%, cuando todos los organismos internacionales preveían un resultado menos duro. La inflación se prevé en el 17% y un dólar a casi $18, lo que en los hechos apenas compensaría los nuevos aumentos de precios, sin ganar competitividad por la vía devaluatoria. Se propone así continuar con la valorización de activos financieros y actividades protegidas, como las de servicios públicos, para las cuales se prevén nuevos incrementos de tarifas.

De conjunto, Cambiemos ha logrado media sanción a un proyecto de ajuste y financierización de la vida social, cuyos beneficios nos serán esquivos, cargando en cambio con todos los costos.

(Por Francisco J Cantamutto) Finalizó el Coloquio anual de IDEA, lugar de reunión del poder económico concentrado. Pocas novedades y mucha auto-satisfacción.

Del 12 al 14 de octubre se llevó a cabo en Mar del Plata el 52º Coloquio de IDEA, foro privilegiado del poder económico concentrado y la elite política. Año a año, se convocan a debatir en este espacio sobre sus proyectos y expectativas para el país. IDEA es lo que se conoce como think tank, es decir, un centro de producción e irradiación de ideas.

Financiado por las empresas más importantes que operan en el país, su lugar en la escena pública representa, de alguna forma, la renovación de lo que fuera el Jockey Club para la Sociedad Rural: el espacio de reunión y armado de programas económico-políticos, para vincularlos con personeros políticos de hoy y del futuro cercano. Otros foros cubren funciones semejantes en los últimos años, como por ejemplo el Foro de Convergencia Económica, pero ninguno en la trayectoria de los últimos años logra una convocatoria tan amplia –entre sectores de negocios- y sostenida. No en vano, en las vísperas de las elecciones el año pasado, se pasearon por sus atriles los principales candidatos, buscando dar garantías a los capitalistas.

En esos foros se dieron forma a las demandas de liberalización de la economía (quita de retenciones, de trabas a las importaciones, controles de capitales), retracción de las políticas sociales, reanudación de la ruta de endeudamiento externo. Esto conformó un programa mínimo común, que se vio certificado cuando las PASO dieron a por principales candidatos a Macri, Massa y Scioli, quienes dieron estas “tranquilidades” a los grandes capitalistas.

Este año, se hizo presente prácticamente toda la plana mayor del gobierno: el presidente Macri y los ministros de educación (Bullrich), de producción (Cabrera), de desarrollo social (Stanley) y el presidente de Banco Central (Sturzenegger), además de la gobernadora de la provincia de Buenos Aires, Vidal. La agenda reeditaba la tentación a grandes inversores que se puso en escena en los encuentros de Davos, G20 y Mini-Davos. Y como en todo ellos, mucha promesa, pero ninguna concreción.

Es interesante que se sumaron a esta cruzada asesores cercanos al ex candidato Scioli, como Miguel Bein y Eduardo Levy Yeyati, además de representantes de otras fuerzas políticas como Julio Bárbaro (PJ), Sergio Massa (Frente Renovador), Miguel Ángel Pichetto (PJ/FPV) y Margarita Stolbizer (GEN). Un auténtico bloque de fuerzas políticas que busca comprometerse en las “políticas de Estado” que demande el empresariado.

A pesar que el título de este año era “Puentes hacia el futuro”, hubo poca prospección y mayor grado de autosatisfacción. Con las demandas de liberalización ya cumplidas, los empresarios señalaron que era hora de resolver el tarifazo de una vez por todas, pues llevan 8 meses sin precios relativos claros. Al respecto, ya hay empresarios anotados para sumarse a los negocios abiertos con la “emergencia energética”. Pidieron, reducir la inflación, lo que es de hecho una bandera en el discurso oficial, aunque de magros resultados hasta el momento. Otra demanda clara –y nada novedosa- fue avanzar en la reducción de los impuestos y el costo laboral. Pidieron por una reforma tributaria que desgrave su accionar, algo que el gobierno ya viene aplicando con la reducción de las retenciones y del impuesto a bienes personales, por ejemplo. Respecto del trabajo, una vez más hubo quejas de los altos salarios y la falta de flexibilidad. Para esto, el ajuste vía despidos e inflación está surtiendo efecto, además del plan de empleo joven, una desgravación fiscal típico de los noventa. Es decir, el libreto acostumbrado, sin mucha imaginación.

Fue una impostura la siquiera referencia a la pobreza, dado que son las políticas en marcha y las demandadas las que están generando el problema. Invitado por la organización, un cura jesuita Zarazaga explicó que las asignaciones universales por hijo/a eran una política social de buena cobertura y que mejoraba el acceso a alimentación y salud, y que nadie rechazaría un empleo bien pago por cobrarla. Un análisis tan simple generó indignación y sospechas entre los oyentes, poco dispuestos a cualquier voz que no suene como la propia.

De conjunto, el coloquio de IDEA no trajo mayores proyectos ni nuevos lineamientos, satisfechos como están de un gobierno “de los suyos”. No obstante, surgen también dos elementos. El primero es la necesidad de terminar de estructurar el nuevo “modelo”, que se ha demorado en el tiempo, en gran medida, por la resistencia social. El segundo es, justamente, que la posibilidad de inestabilidad política no puede descartarse, frente a lo cual Cambiemos debe ofrecer garantías de que sostendrá el programa. Para ello, la presencia del gabinete y el arco político ya referido buscó dar esa contención.

Un aspecto muy relegado es la situación mundial, afectada por la crisis que no ceja. Esta crisis continúa erosionando los precios internacionales de las exportaciones argentinas. La menor demanda mundial no solo complica las ventas, sino que supone un exceso de oferta, que se pudo notar con la inundación de importaciones que provocó la apertura de Macri: sobran bienes en el mercado mundial, buscando venderse. Pero también hace más agresivas las políticas de competencia entre países: China está desplazando también nuestro comercio industrial con Brasil. Al mismo tiempo, la crisis del Deutsche Bank y la posible retracción de la política de dinero fácil de Estados Unidos, están agregando posibilidad de inestabilidad financiera, justo cuando el gobierno argentino encaró una ruta de endeudamiento de una velocidad nunca antes vista.

El empresariado sabe de estos problemas, pero no los discute en público. Saben que su única propuesta para enfrentarlos es la misma de siempre: ajuste social. Pocas ideas, y de las malas.

 

(Por Francisco J Cantamutto) Las nuevas cifras de pobreza e indigencia certifican el carácter excluyente del modelo.

La semana pasada se revelaron los nuevos datos oficiales de pobreza e indigencia en el país del INDEC de Jorge Todesca: 32,2% de la población es pobre y 6,3% es indigente. Este dato de la Encuesta Permanente de Hogares, proyectado al total de la población urbana (39 millones) equivale a 12,6 millones de personas que viven en la pobreza y 2,5 millones no alcanzan a adquirir los alimentos básicos. Estos datos se acercan a los difundidos semanas atrás por el Observatorio de Deuda Social de la UCA, que informó 32,6% de pobres, por encima del 29% que informara en diciembre de 2015.

Estas brutales cifras levantaron la polémica. El presidente Macri, sin ningún gesto de ironía, dijo que “este punto de partida es sobre el cual acepto ser evaluado como presidente”, omitiendo los casi 10 meses que lleva a cargo –orillando ya la cuarta parte de su mandato. Por supuesto, y de acuerdo al libreto estándar de Cambiemos, se achacó el número de pobres al gobierno previo, elogiando la existencia de estadísticas creíbles.

El kirchnerismo quedó en falta, porque resulta difícil la defensa del apagón estadístico de una década. La intervención del INDEC iniciada en 2006 afectó especialmente a la medición del índice de precios –incitada entre otras razones para disminuir los pagos de bonos de deuda indizados en por la inflación pesos. Esto produjo severos impactos que han oscurecido la discusión de los hechos, ahora presentados todos como interpretaciones libres, cuya única lógica de comprobación era la fuente de enunciación. Cuando el INDEC dejó de informar datos de pobreza en 2013, el ex ministro Kicillof lo pretendió justificar diciendo que esa medición era “bastante estigmatizante”.

El nuevo equipo del INDEC, incluyendo a la especialista desplazada por la fuerza Cynthia Pok, está readecuando las mediciones, y este esfuerzo de recomposición de datos estadísticos se mezcla con los resultados propiamente dichos. Desde Página 12 se ha puesto en duda la credibilidad de un índice que ubique a Argentina por encima del promedio regional (28,2% según la CEPAL), aunque para esa comparación habría que cotejar que las mediciones sean comparables. Justamente, diversos especialistas han señalado que la actual canasta de consumo difiere de la previa a la intervención, incluyendo 7 artículos más y 5 kilos más de comida. Considerando este cambio de medición, en 2006 la pobreza hubiera sido del 35% (en lugar del 26% informado entonces), o alternativamente, la pobreza actual sería del 23% (en lugar del 32% informado).

¿Cómo se mide la pobreza? Básicamente se determina un conjunto de bienes y servicios que componen una “canasta” típica, representativa del consumo de los hogares del país, y se mide su precio de mercado. Para el caso de la canasta básica de alimentos, el valor se ubicó según el INDEC en $4.930 mensuales. Las familias que ganen menos que ese valor por mes, no podrán comprar los alimentos que necesitan para vivir, y serán considerados indigentes. Según la referida medición, el 6,3% de las personas no llegan a comprar esos alimentos. En promedio, ganan la ínfima cifra de $2.975 al mes, quedando a 39,7% de alcanzar los ingresos necesarios para alimentarse.

En el caso de la pobreza, se agregan a los alimentos otros bienes y servicios típicos (vestimenta, servicios básicos, etc.). El valor relevado fue de $12.851 mensuales, ingreso que debería alcanzar una familia conformada por dos adultos y dos niños para comprar lo necesario para no ser pobres. Como se dijo, el 32,2% de las personas no alcanzan a adquirir esa canasta, y son considerados pobres. En promedio, esos hogares ganan $8.051 al mes, quedando a 37,4% de alcanzar los ingresos que los sacarían de la pobreza. Estas cifras se magnifican considerando rangos etarios, pues el 47,4% de las personas de hasta 14 años viven en hogares pobres: casi 3 millones de niños/as y adolescentes.

Sin dudas, las políticas del gobierno de Cambiemos han incrementado la cantidad de pobres, tal como hemos referido sistemáticamente en este espacio. La devaluación y la aceleración inflacionaria han superado a las mejores paritarias, licuando así salarios. Peor aún les fue a quienes trabajan fuera de los convenios colectivos de trabajo, en sectores informales y de la economía popular. La UCA llama “nuevos pobres” a quienes caen en esta situación por el impacto de estas políticas. La quita y disminución de retenciones a las distintas exportaciones agropecuarias favoreció que el incremento en alimentos fuera mayor al promedio –se ha calculado que orilló el 55%-, impactando de manera más dura en los hogares más vulnerables. La paralización de la actividad económica ha incorporado despidos y caída de la demanda de consumo han configurado este escenario devastador. A pesar de sus discursos, Cambiemos no ha implementado medidas compensatorias que contengan estas políticas. El salario mínimo vital y móvil se ubicó en $7.560, poco más de la mitad de los ingresos de pobreza. El nuevo aumento de 14,16% anunciado en la AUH –que la llevaría a $1.103- la pondría en una suba total de 32% en el último año, por debajo dela inflación registrada (que solo desde diciembre acumula un 34,3% según la CTA). Queda claro que la “pobreza cero” de la campaña no ha sido sino demagogia.

No obstante, estas cifras ponen sobre la mesa una continuidad más profunda en la sociedad argentina. El kirchnerismo logró reducir la pobreza, quebrando la tendencia ascendente desde la dictadura: solo el revanchismo conservador puede negar esto. Sin embargo, en el mejor de los casos, estaríamos ante un quinto de la población en situación de pobreza, que Cambiemos elevó a un tercio. En este núcleo duro de pobreza, estructural, confluyen desocupados, subocupados, trabajadores informales: un gran conjunto de personas excluidas de los sectores dinámicos del capital, condenadas a rebuscárselas para obtener su subsistencia. La inagotable creatividad popular ha reforzado con cooperativas, empresas recuperadas, talleres autogestivos las tradicionales changas y ventas ambulantes, lo que algunos llaman “economía popular”.

Se trata de masas sobrantes para el capital, cuya principal función es operar como amenaza para quienes se atrevan a reclamar por salarios justos. Esto lo expresó con claridad Prat Gay, cuando dijo que los sindicatos deberían elegir entre conservar sus empleos y mejorar los salarios.  Ninguna de las dos cosas ocurrió en 2016. El denodado esfuerzo por atraer inversiones externas, incluso cuando pudieran reanimar la actividad económica (lo que no ha ocurrido aún), no ofrecerá ninguna salida para estas personas, que continuarán marginadas del mercado laboral, y estigmatizadas por su dependencia de planes sociales. Las propuestas de reforma laboral en danza –como el plan Primer empleo- continuarán precarizando el trabajo, arrojando a la pobreza también a trabajadores/as ocupados/as.

(Por Francisco J Cantamutto) Tal como señalamos a principios de año, el programa económico de Cambiemos estaba orientado por el relanzamiento de la ruta de la deuda. Esa era el significado del slogan de “volver al mundo”: retornar al mercado de deuda internacional, a cualquier costo.

Primero fue el anuncio realizado a fin de año, mientras los medios cubrían fugas de delincuentes por medio país, del remate a precio vil de bonos en manos del Banco Central, repartidos entre JP Morgan, Citibank, HSBC, Deutsche Bank y Goldman Sachs, por el cual 16.000 millones de dólares de deuda cambiaron de acreedor: del propio Estado a bancos internacionales. El siguiente episodio fue el bochornoso arreglo con los fondos buitres remanentes (remanentes porque otros buitres habían conseguido arreglo antes), por la friolera de 12.500 millones de dólares, a los que se sumaron otros 4.000 millones para apuntalar reservas. Entre ambas onerosas operaciones, las tasas de interés en dólares se ubicaron por encima del 7% anual en dólares, una estafa de escala internacional. Esto se suma a las emisiones de deuda aprobadas en el presupuesto enviado al Congreso por el gobierno anterior, por 23.400 millones de dólares.

Un auténtico festival de deuda, para el cual el legado kirchnerista fue muy importante. El gobierno previo buscó infructuosamente reinsertar al país en el mercado de deuda durante 12 años. En los últimos años, merced del deterioro del saldo comercial, se condujo una política contradictoria para resolver el problema externo. Por un lado, se intentó conciliar con el capital extranjero –productivo y financiero- las demandas compatibles con el funcionamiento de la economía: se pagó a REPSOL por encima del valor contable de su participación en YPF –a pesar de los conocidos fraudes cometidos-, se reconocieron los fallos del CIADI del Banco Mundial –tribunal que reconoce fallar siempre a favor de las transnacionales-, se reconoció la deuda proveniente de la dictadura con el Club de París –aumentada en un 60%-, se abrió por vez tercera el canje de los buitres en 2013, se declaró al pago de la deuda “de interés público” (Ley 26.984),  y se proclamó –como si fuera motivo de orgullo- que Argentina era una “pagadora serial”.

Debido a que estas concesiones no provocaban el efecto buscado en lo inmediato, el gobierno de Fernández buscó contener dentro del país los recursos externos mediante controles a las importaciones, a la remisión de utilidades y a la compra de dólares con motivos de atesoramiento o consumo suntuario. Estas medidas hacían que las demás concesiones no articularan un programa claro, por lo cual el capital financiero internacional –que obtuvo ingentes ganancias- no terminó de habilitar sus recursos. Ante este escenario, el kirchnerismo optó por endeudarse con China –créditos swap- y con organismos multilaterales de crédito. Los cambios en la moneda de denominación y de acreedores permitieron un manejo financiero más holgado, mientras los recursos externos abundaron, pero no alteraron los fundamentos de la relación de la deuda. La negativa de más de una década a auditar la deuda, el reconocimiento de jurisdicción extranjera en la materia y la delegación de facultades en el Poder Ejecutivo constituyen el eje de la continuidad de la deuda durante el kirchnerismo.

La prueba está en la rapidez con que Cambiemos pudo revertir los “logros” previos, montado sobre el resultado previo. Junto a los pedidos de perdón del ministro de finanzas Prat Gay en España, las invitaciones de Macri al presidente Obama, las rondas de ambos entre los foros de Davos, G20 y Mini-Davos, lo que se ha promovido es una subordinación sin ambigüedades a los dictados del capital internacional.

¿Cuál ha sido el resultado hasta ahora?

El Banco Central presenta mes a mes los resultados del balance cambiario, donde se pueden constatar los resultados del intercambio de Argentina con el mundo. De acuerdo este instrumento oficial, en el mes de agosto las reservas cayeron en 1.362 millones de dólares, cerrando con stock total de 31.150 millones. Este valor está aún por encima del nivel de noviembre de 2015, debido a los dos momentos de ingresos de reservas comentados antes –el canje de bonos en enero y la emisión sobrante del pago a buitres en abril.

Este saldo resulta de una ecuación similar a la que caracterizó al kirchnerismo desde 2013: déficit en la cuenta corriente y superávit en la cuenta capital y financiera. Es decir, un regreso a los dólares “especulativos” ante la insuficiencia de los dólares “comerciales”, tal como antes comentamos. Si bien el balance de mercancías arroja aun superávit, este se ve anulado por el déficit en el sector de servicios: al igual que en el período enero-agosto del 2015, del intercambio de bienes y servicios con el exterior, Argentina ya no genera excesos sistemáticos. De aquí los reclamos por nuevas devaluaciones, flexibilización del mercado de trabajo, mayor desgravación fiscal: búsquedas espurias por obtener mayor competitividad.

Desde principios de año, el ingreso de capitales se produjo por la vía estrictamente financiera: 9.553 millones por deuda privada, 15.893 millones por deuda pública, 1.096 millones por préstamos de organismos multilaterales, y 1.237 millones por inversión de cartera. Esta gran acumulación de recursos financieros ha tenido en los títulos públicos su principal destino: la cantidad de bonos se han incrementado para ser hoy equivalente al 85% de la base monetaria, pagando en su última colocación casi 27% anual en pesos a 35 días. En varios de estos casos se trata de resultados netos que oscurecen un movimiento más grande aún de capitales; en el caso de los organismos de crédito, por ejemplo, se trata del resultado 13.467 millones ingresados y 12.372 millones pagados.Argentina se está tornando una gigantesca máquina de reciclar ganancias en dólares: entran por una ventana y salen por la otra.

Al mismo tiempo, los pagos al capital se incrementaron de manera brutal: en estos 8 meses, respecto de igual período de 2015, los pagos de intereses se duplicaron (8.602 millones) y las remisiones de utilidades aumentaron 11 veces (1.916 millones). La fuga de capitales alcanzó un mínimo registrado de 8.993 millones, el doble que el año pasado. Es decir, la entrada de capitales financia la salida de capitales.

La prueba de esta falta de compromiso en actividades productivas que exijan algún tipo de compromiso de mediano plazo es que la inversión extranjera directa apenas alcanzó los 1.642 millones, a pesar de las promesas del gabinete y los gobernadores. Más de un cuarto está explicado por el sector petrolero, siendo la inversión nula en la mayor parte de las actividades.

El endeudamiento juega un papel central en el esquema económico de Cambiemos: financia el déficit fiscal y el déficit externo. Y lo hace a costa de una muy acelerada ruta, que consolida las continuidades previas, despojándolas de toda contradicción. Estamos mirando de frente a un esquema explosivo, cuya cualidad inflamable ya hemos conocido en el pasado.

(Por Francisco J Cantamutto) La semana entrante el gobierno anunciará su nuevo esquema de tarifas para el gas, en respuesta a la audiencia pública. En noviembre, una nueva revisión integral.

El tarifazo era (y es) integral al programa económico de Cambiemos. Lo anunciaron en campaña, bajo el eufemismo de “corrección” de las tarifas, y lamentablemente, en ese brío coincidieron los tres principales candidatos, cuyas fuerzas políticas no han ofrecido mayores trabas a su aplicación. En el esquema de gobierno de Cambiemos, elevar las tarifas significaba la promesa de restituir los precios que consideraba “naturales”, los de mercado, aun si esto implicaba vulnerar derechos. Para los funcionarios del gobierno, que el pueblo tenga derechos “no era normal”.

Fue la presión social el factor que puso cota a esta ofensiva, extendiendo en el tiempo la completa aplicación del ajuste. Mediante movilizaciones, actos, manifestaciones y demandas por la vía judicial se terminó forzando –por vía de la Corte Suprema- a llamar a una audiencia pública, contra la voluntad del gobierno. Debe resaltarse que Cambiemos esperaba a esta altura del año tener resuelto el problema de las tarifas, y esta serie de traspiés le ha implicado una demora, que abre disputas al interior del propio gabinete respecto de los plazos del ajuste. Los empresarios reunidos en Buenos Aires la semana pasada le reclamaron una falta de transparencia y previsibilidad en la materia, afirmando que ello amenaza sus inversiones.

La falta de argumentos consistentes produjo al menos 3 propuestas de aumento para el caso del gas, ninguna de las cuales explica la necesidad del tarifazo, dejando la discusión tan solo en los plazos del incremento. Aunque el llamado a audiencia pública, tarde y forzado por la Corte, fue presentado como la voluntad de diálogo del nuevo gobierno, pero lo cierto es que no parece haber alterado el programa original. Además de haber ocultado información y haber evitado que algunos actores se pronuncien, la propuesta del ministro Aranguren en la audiencia no difiere sustancialmente de lo antes buscado. Luego del primer intento de aumento, el gobierno puso una cota de 400% a usuarios residenciales y de 500% para PyMEs, aunque el fallo de la Corte dejó sin efectos al primero hasta la realización de la audiencia. Por ese motivo, las empresas distribuidoras de gas no han podido refacturar sino hasta ahora, contemplando un severo incremento de los impagos por falta de información clara. El silencia contemplativo de los entes reguladores es un evidente signo de complicidad. Estos argumentos fueron discutidos en el III Plenario de la Asociación de Defensores del Pueblo de la República Argentina que se realizó en Tucumán la pasada semana.

El gobierno debería presentar a principios de octubre su revisión, fundada en los planteos realizados en la audiencia, pero no se esperan grandes cambios. El ministro anunció que contemplará la situación de los clubes, cooperativas y PyMEs, a pesar de que estos actores no eran contemplados de manera directa por la audiencia. La propuesta es prorratear el aumento del precio del gas en boca de pozo, llevándolo de 1,29 dólares por millón de BTU a 3,42 dólares, actualizando cada 6 meses hasta llegar a 6,78 dólares en octubre de 2019. De esta forma, y fuera de toda razonabilidad, se propone un sendero de aumento en dólares para los próximos 3 años. A esta suba es necesario agregarle el impacto de las devaluaciones, que el propio gobierno prevé.

Según afirman los funcionarios oficiales, es esa forma de establecería un precio equivalente al costo de oportunidad de importarlo, fomentando así la producción local. Ahora bien, dado que no hay plan de inversiones asociado, no hay ninguna garantía de que esto efectivamente ocurra. El costo de “sacar” el gas en Argentina está muy por debajo de ese precio, el problema indefinido es qué nivel de ganancias requieren las empresas para, además de extraer el recurso, explorar para poner nuevos pozos en funcionamiento. Las tarifas de gas dolarizadas de los noventa no fomentaron mayor exploración y puesta en funcionamiento, sino el desarrollo del mercado de exportación que vació de reservas el país mediante la exportación de un recurso escaso. Sin compromisos claros, mayores precios solo se traducen en mayores ganancias, pero no en mejor servicio. Las principales beneficiarias de este aumento –por su participación en el mercado- son YPF, Total Austral, Petrobras y Tecpetrol.

Por otra parte, en 2008, las tarifas de diversos usuarios en el Gran Buenos Aires subieron hasta 75%, aumentando entre 3 y 7 veces desde ese año a 2014. Estos aumentos –que Cambiemos “olvida” de mencionar- se combinaron con planes específicos –el Plan Gas- que pagaron por incrementos en el abastecimiento. Es decir, las tarifas, tanto como los subsidios, venían creciendo: la pregunta es qué hicieron las empresas con esos recursos; algo que Aranguren se niega a auditar.

Desde 2012, la producción creció de manera paulatina, centralmente por la inversión de YPF, que disminuyó en términos relativos la remisión de utilidades –recordemos que es una sociedad anónima que cotiza en la bolsa de Nueva York- y utilizó parte de esos fondos para la exploración. Este año, la nueva “administración”, en flagrante demostración de inconsistencia, decidió remitir mayores ganancias a los accionistas, disminuyendo las inversiones en un contexto de falencias de abastecimiento. Se trata de la misma práctica de vaciamiento que promovió REPSOL (por el que luego fue “recompensada” por el kirchnerismo con un pago por encima del valor contable de su participación en YPF). La expectativa de nueva producción está centrada en el yacimiento de Vaca Muerta, cuya explotación requiere de altos precios que cubran los costos de extracción –se trata de shale gas. El gobierno espera tentar a otras petroleras a invertir, otorgando privilegios como los acuerdos secretos con Chevron.

El tarifazo no se detiene aquí. En noviembre deberá realizarse una nueva revisión integral de la tarifa, que incluya no solo el traslado del precio en boca de pozo, sino que sumen aumentos en los tramos de transporte y distribución. Debe enfatizarse que además del gas, el aumento del transporte y el agua están firmes, quedando aún en debate el eléctrico, para el cual se estaría llamando a una audiencia pública específica.

El gran resultado del tarifazo ha sido una transferencia de recursos, desde los consumidores a las petroleras. Se abandona la idea del abastecimiento energético como un derecho, para suponerlo–erróneamente- como un commodity, una mercancía. Falta de argumentos, ostensible intencionalidad ideológica (fomento a un mercado que de libre no tiene nada), y oportunidad de magníficos negocios son la trama de este tarifazo, que aun en ciernes, el gobierno no termina de estructurar.

(Por Francisco J Cantamutto) El problema de las tarifas se erige como centro de una disputa más amplia. No se trata solo de discutir los precios que pagamos por servicios públicos sino -como hemos venido discutiendo aquí– de uno de los ejes centrales del programa económico del gobierno de Cambiemos. Justamente, coincidien esta semana el Foro de Inversión y Negocios con el llamado a la audiencia pública por la tarifa de gas para usuarios residenciales.

El Foro, conocido como el “Mini-Davos”, es una réplica del Foro Económico realizado en Suiza en enero, del que Macri volvió lleno de promesas hasta el momento incumplidas, y de la reunión empresarial Business20, realizada en paralelo al encuentro del G20 en China hace semanas. Se busca tentar al empresariado transnacional acerca de las virtudes del espacio argentino para valorizar su capital. Lo organizó, a pedido del gobierno, el empresario Richard Attias, que comparte con Macri la tenencia de activos en paraísos fiscales. Entre otras empresas, se reunieron con el presidente representantes de BP, Novartis, Toyota, Unilever, Enirgi, Pan American Silver, IBM, Citigroup, Siemens, Coca-Cola (el listado ampliado está aquí).

La nota de color se la lleva el CEO de Dow, Andrew Liveris, quien dijo: “Necesitamos certezas en materia de políticas energéticas, también con la cuestión impositiva”, para agregar que sus inversiones están garantizadas… si se “supera la falta de transparencia generada por los subsidios”, y “logra instrumentar mejoras en el sistema energético” (según fue recogido por el conservador diario La Nación). Esto es importante: para el empresariado transnacional, más allá del acuerdo ideológico y político con este gobierno, no queda claro que las políticas económicas tengan coherencia, previsibilidad y sean capaces de sostenerse frente a la intensa reacción social. La disputa por el nivel actual y futuro de las tarifas entrecruza una disputa por nuestras condiciones de vida frente a sus oportunidades de negocios. Por eso, para mostrar gobernabilidad, se invitó como oradores a la gobernadora de Buenos Aires, pero también sus pares de Salta, Neuquén, Córdoba, San Juan y Misiones. Todo un arco de defensores del nuevo “modelo”.

El día viernes 16/9 está prevista la audiencia pública por la suba del gas para hogares. Mientras tanto, persisten los aumentos para el resto de los usuarios y del resto de los servicios (luz, agua, transporte). Se espera que el gobierno procure que esta instancia sea anecdótica, pero ya múltiples organizaciones señalaron que no se lo harán sencillo. Las Multisectoriales, las CTA, la Corriente Federal de la CGT y FACTA son algunas de las que movilizarán el viernes.

Lo que sigue es racconto básico para poner en discusión este aumento del gas:

  1. No hubo ni hay información ni argumentos que justifiquen el aumento. No se convocó previamente a audiencias públicas (la actual fue convocada tardíamente, por el fallo de la Corte Suprema). Todo esto vulnera los marcos regulatorios, y además derechos básicos constitucionales a la información y a la participación sobre estos servicios (art. 42).
  2. El aumento se produjo en un contexto de aceleración inflacionaria y aumento del desempleo lo que hace que en algunos casos las tarifas se vuelvan imposibles de pagar. Esto afecta los principios jurídicos de razonabilidad y proporcionalidad. Dado el especial impacto en micro, pequeñas y medianas empresas, la suba ya en curso alimenta nuevas quiebras y despidos.
  3. El anuncio de sucesivos esquemas tarifarios cuestiona el criterio utilizado. La referencia al retraso relativo de las tarifas respecto de otros precios no es un argumento, pues cualquier sector (en especial quienes vivimos de un salario) podría argumentar igual y subir sus propios precios. La falta de criterios claros va contra el argumento de proponer un clima favorable a los negocios, de previsibilidad en los contratos. Esto se trasunta en la actual falta de inversiones productivas.
  4. Los sucesivos esquemas tarifarios no han resuelto ninguna de las asimetrías previas: ni las que existen entre tipos de usuarios (siguen proponiendo esquemas regresivos) ni las que existen entre áreas geográficas (los subsidios no tienen relación con las necesidades climáticas de cada región). La tarifa social está muy lejos de cubrir el impacto asimétrico, ocasionando múltiples costos de gestión, además de una victimización de la necesidad, pues el afectado debe probar su vulnerabilidad (invierte la carga de la prueba). Su aplicación ha sido defectuosa y parcial.
  5. No han introducido tampoco ninguna consideración respecto de cambios en la matriz energética (fomento a energías alternativas) o de eficiencia en el uso (por ejemplo, mejoras estructurales en las residencias), que pudieran moderar el problema en el mediano plazo.
  6. No se presentó ningún plan de inversiones asociado, por lo que tampoco hay garantías que las mayores tarifas tengan efecto en mejores prestaciones. Se pagaría más por un servicio defectuoso. La experiencia de los ‘90 indica que mayores precios y horizonte previsible no implican automáticamente inversiones para un mejor servicio. La falta de compromisos claros pone en duda cualquier escenario futuro.
  7. Al mismo tiempo, el gobierno se ha negado a auditar la actuación de las empresas proveedoras en los pasados años. Revisar sus memorias y balances podría dar elementos de juicio para saber: a) cuál fue el resultado económico; b) identificar prácticas fraudulentas (como la denunciada en el caso de las transportadoras de gas, TGN y TGS, que pagaron a sus casas matrices por supuesto asesoramiento, como manera de remitir ganancias al exterior sin declararlas); c) identificar qué se hizo con las transferencias recibidas, por compensación al nivel de las tarifas y por planes especiales (Plan Gas). Todo esto debería ser información pública, pues se brinda un servicio público.
  8. El supuesto nivel elevado de los subsidios ha sido desmentido incluso por un informe del FMI, que mostró que Argentina está por debajo de lo que subsidian en promedio los países de la OCDE.
  9. Si la revisión actual se enfoca solo en el peso de estas transferencias en el presupuesto público, llama la atención que al mismo tiempo que se se suben muy rápidamente otros gastos como el pago de deuda y se recortan ingresos, como las retenciones.
  10. La revisión del precio de la tarifa por energía debe considerar toda la cadena: la producción e importación de gas, su transporte y distribución. El gobierno ha restringido la revisión solo a estos últimos dos tramos, omitiendo que el principal costo está en el primer tramo. Al respecto, el precio en boca de pozo pagado por Argentina es superior a lo abonado en otros países, y esto no ha promovido inversiones –fuera de las realizadas por YPF a partir de su nacionalización parcial.

Todo lo anterior muestra la falta de argumentos razonables y creíbles para aplicar un aumento generalizado de tarifas, razones que hemos expresado en los medios, las calles y la justicia. La escasa credibilidad de esta propuesta es tal, que hasta los socios del gobierno se lo han señalado. Y por eso el Mini Davos sigue cargado de promesas, sin ninguna concreción.

(Por Francisco J Cantamutto) La pelea por determinar las tarifas resulta clave para el programa económico del gobierno.

Está claro que que quien no quiere escuchar, no escucha. No son pocos los que consideran que, en efecto, la suba de las tarifas es un hecho indiscutiblemente necesario, a pesar de no tener en claro las razones por las cuales se lo afirma. Pero ni el gobierno ha ido tan lejos como hiciera a través de deleznables declaraciones radiales el promotor periodístico Lanata, pretendiendo negar la relevancia de la fijación de tarifas. Es que, más allá de impericias o falta de tacto político, el “equipo” de Cambiemos tiene clara la importancia de la actual disputa por la fijación de las tarifas.

Cambiemos vino a ofrecer un nuevo marco de políticas públicas que pretendían resolver demandas del capital concentrado. El “clima de negocios” y la “previsibilidad” eran ejes centrales frente a lo que las cámaras empresariales consideraban un ambiente riesgoso e imprevisible para realizar inversiones en los años previos. Ahora bien, el nuevo gobierno, a pesar de sus declaraciones amistosas -o incluso amorosas- a los mercados, no logra convocar su anuencia inversora, y queda atrapado en un círculo recesivo en lo económico y explosivo en lo social.

 Los problemas del tarifazo

La sucesión de aumentos de tarifas de agua, transporte, luz y gas se montaron sobre un momento de aceleración inflacionaria que el gobierno -repitiendo prácticas que decía venir a combatir- negó. Esto explica el impacto inmediato sobre los bolsillos: se trató de un fuerte golpe más, cuando ya la tunda estaba en marcha. Entre actores sociales -como clubes de barrio o centros de jubilados- esto apareció como un auténtico tiro de gracia. Para cooperativas, empresas recuperadas e incluso micro y pequeñas empresas, se combinó con un escenario recesivo junto a la apertura generalizada de las importaciones, una combinación fatal que puso en riesgo su sostenibilidad.

La intensa movilización y protesta por múltiples medios, así como el “activismo jurídico” de presentaciones de amparos y cautelares, lograron visibilizar el problema, que de otra manera hubiera aparecido como un tecnicismo. La Marcha Federal expresó en toda su potencia este reclamo general contra el esquema de ajuste social que lleva adelante el gobierno: lejos de ser un acto de afirmación kirchnerista -como lo fue la menos concurrida Marcha de la Resistencia-, se trató de un amplio plexo social que se expresó contra la política oficial. Lejos está aún esto de configurar una representación política clara, y el gobierno lo aprovecha para negociar su ajuste con bancadas y gobernaciones desligadas de lo que ocurre en las calles y en los barrios.

La Corte Suprema de Justicia ha tenido dos intervenciones en este trajín. Respecto del aumento del gas, anuló los aumentos para los hogares hasta que se realice una audiencia pública -como establece el marco regulatorio. Pero dejó firme el aumento promedio del 500% para el 70% del universo tarifario, compuesto por industrias y comercios, que sin dudas verán el impacto y lo trasladarán a precios y empleo. Sin embargo, el fallo es importante, porque determinó que se habían vulnerado derechos básicos como a la información y la participación. El gobierno se vio obligado así a convocar a una audiencia pública, después de la cual deberá considerar los argumentos allí vertidos en su disposición: de lo contrario, el aumento será judicializable nuevamente. Esto significa que si no se considera -así sea para desestimar- las intervenciones en la audicencia, se podrá continuar con las acciones legales contra el tarifazo. Respecto de la luz, la Corte desconoció la representatividad de los demandantes, sin expresarse sobre el fondo de la cuestión.

El viernes 16 de septiembre se realizará la audiencia en la Ciudad de Buenos Aires. Una sola audiencia para discutir los aumentos de todo el país, realizada un día laboral de semana. Para quienes no viven en la capital, podrán verla por streaming inscribiéndose en este enlace, pero no podrán asistir ni participar activamente. Una nueva demostración de lo que Cambiemos entiende por democracia: la mera expectación de decisiones ya tomadas.

Los vicios de la audiencia no terminan ahí. La sucesión de cuadros tarifarios que el gobierno ha promovido da toda la sensación de una completa falta de argumentos. Un factor fundamental es la ausencia de información clara sobre costos de producción de la cadena de valor o cuentas de las empresas, donde expliquen sus ganancias en los años previos o qué hicieron con los millonarios subsidios que recibieron. Existen al menos un acuerdo clave en el sector, que es el Plan Gas, instrumentado por el gobierno anterior y sostenido por este, que paga un sobreprecio por producción extra: ¡en un contexto en que la producción no creció! No existe un plan de inversiones a futuro, ni tampoco garantías que las empresas actúen acorde a lo que se les propone. Ni hablar de diversificar la matriz energética, redefinir zonas tarifarias según factores climáticos, o modificar los subsidios cruzados de los usuarios de menor consumo a favor de los usuarios de mayor consumo: nada de esto, que serían fallas de la regulación del servicio, están hoy en discusión. Todo esto permite suponer que se trata sin más de una transferencia del bolsillo de los y las contribuyentes a las empresas; no una política real para resolver el problema energético.

Y las inversiones, ¿para cuándo?

El gobierno de Cambiemos cumplió algunas tareas que el empresariado concentrado le demandó: liberalizó la cuenta capital, quitó restricciones al comercio, relanzó la toma de deuda -a cualquier costo-, incentivó los despidos -bloqueando incluso el intento parlamentario por frenarlos- y mediante la liberación general de los precios, permitió la licuación del salario vía inflación. Todos estos son logros en el haber de los capitalistas… pero no alcanzan. Más allá de cualquier afinidad política o ideológica, los empresarios resuelven con las cuentas, y tienen claro que el saldo final no está claro.

El gobierno lleva ya cerca de 5 meses lidiando con el intento por aumentar las tarifas, en lo que se suponía que era apenas la primera parte de la suba. Estas dificultades demuestran que el gobierno está lejos de poder garantizar la previsibilidad que promovía cuando asumió, o cuando visitó el foro de Davos a principios de año. Si los precios no están claros a futuro, tampoco lo están las ganancias, y por ello mismo, los capitales se resisten a invertir en el país. Macri visitó China en la reunión del G20, e invitó a los empresarios a visitar Buenos Aires la semana entrante para convencerlos en el Foro empresarial mundial de Inversiones y Negocios que organizó. En China le dejaron claro que esto no ocurrirá hasta que no se consolide el esquema de precios relativos, reduciendo la inflación: pero esto va en contra de la suba las tarifas aun no cumplida. El gobierno se enfrenta así a la profundización de la recesión, sin inversiones a la vista, y el dilema de subir precios sin subir la inflación. Un auténtico rompecabezas que explica por qué la disputa contra el tarifazo no es solo la defensa de nuestros derechos más básicos, sino también un golpe en el centro del modelo de negocios de Cambiemos.

(Por Francisco J. CantamuttoDel 25 al 27 de agosto se dieron cita en la ciudad de Córdoba más de mil personas para abonar al debate económico desde una perspectiva crítica. Demostrando el interés por construir una mirada plural y afincada en el horizonte de cambio social, se sucedieron tres días de intensa actividad en la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad Nacional de Córdoba.

Las Jornadas de Economía Crítica alcanzaron así su novena edición, rotando anualmente de sede, en una auténtica vocación territorial. Se trató al mismo tiempo del XI Encuentro de la Sociedad Latinoamericana de Economía Política y Pensamiento Crítico (SEPLA), que reúne economistas de toda la región y España. Se encontraron así contingentes y participantes llegados desde Santa Fe, Rosario, Buenos Aires, La Plata, Mendoza, Bahía Blanca, Neuquén, Mar del Plata, Tucumán, Tandil, entre otras ciudades argentinas, y de Uruguay, Brasil, Perú, Colombia, México, Paraguay, Ecuador, Israel y España. Se constituye así un foro amplio de debate para las perspectivas económicas que escapan al opresivo canon neoclásico.

La Sociedad de Economía Crítica de Argentina y Uruguay (SEC), responsable por las Jornadas, renovó así su compromiso con la disputa en el campo de las ideas.

La economía, como ciencia que produce y reproduce valores, ideas y proyectos, ha sido colonizada desde hace décadas por un dogma teórico asociado al ascenso del neoliberalismo. En el caso argentino, este giro se impuso durante la última dictadura cívico militar mediante cierre de carreras y cátedras, mediante la expulsión, detención y desaparición de docentes y estudiantes, mediante la quema de libros y apuntes, mediante la censura a los espacios de difusión de ideas: contra lo que se suele enseñar en las aulas, no se trató de una “victoria” intelectual, sino de una imposición por la fuerza. Desde entonces, este dogma ideológico impregna las currículas de la mayoría de las universidades, centros de formación e incluso escuelas, liderando la producción de manuales como vehículo de reiteración de ideas aparentemente no conflictivas, mostrándose como el cenit del conocimiento económico. Esto no impide que aparezcan algunas disidencias o variaciones internas, en el marco de acuerdos comunes, que ofrecen la ilusión de pluralidad.

Se trata, en realidad, de la reproducción de un canon, que al ofrecerse como única alternativa -o como la alternativa “victoriosa”- permite impregnar al conjunto de la sociedad de sus ideas, valores y proyectos políticos. Abundan profesionales que sin alternativas teóricas y metodológicas a la vista, acaban por aceptar este dogma neoliberal como el único marco de trabajo disponible, no solo en las aulas, sino en la prensa, en las consultoras, en la función pública, dejando como único límite la moral o las buenas intenciones. Este fenómeno es aún más generalizado entre el público en general, cuando su acceso principal a las ideas sobre la economía está mediado por lo anterior: la escuela, la prensa, los funcionarios públicos.

No es, por lo tanto, un problema solo de la academia o la ciencia, sino una auténtica batalla de ideas, de las formas que tenemos para pensar un mundo diferente. La SEC aporta apenas su grano de arena en esta disputa, convocando a diversas heterodoxias a reunirse y debatir, desde un marco de compañerismo y horizontalidad.

La apertura del evento estuvo signada por el compromiso del local CoPenCE para no dejar pasar la oportunidad de referir a la sentencia a cadena perpetua a 28 represores en la mega causa del centro clandestino de detención La Perla y Campo La Ribera. Las mesas centrales ofrecieron miradas diferentes sobre el proyecto económico de Cambiemos en Argentina, las perspectivas de la ofensiva capitalista en América Latina, y las formas de comprender el derecho a la ciudad, marcando desafíos para las clases populares en diversas escalas de territorialidad. Particular mención requiere la participación de integrantes de la Toma de Barrio Parque Las Rosas, que expusieron con apabullante lucidez su lucha concreta en el aula magna de la universidad. Las visitas a las cooperativas La Barranquita y Luna Nueva, y a la Feria Agroecológica Córdoba fueron otros espacios donde el protagonismo pasó a manos de organizaciones populares. La mesa plenaria de la SEPLA contó con participaciones del FIT, Patria Grande y la corriente político-sindical Rompiendo Cadenas, además de las exposiciones sobre las situaciones de Brasil, Colombia, España, México y Paraguay. Este plexo reflexivo se expandió en 36 ejes y simposios con cerca de 160 ponencias, y 9 talleres, que incluyeron, entre otros, el muy convocante espacio de economía feminista, y uno de contabilidad y administración crítica. Se presentó también el cuarto número de la revista de la SEC, Cuadernos de Economía Crítica.

Las Jornadas de Economía Crítica se consolidan así como un espacio de gran creatividad y compañerismo para pensar alternativas económicas, en un marco plural y crítico.

(Por Francisco J Cantamutto) Una retahíla de declaraciones de desprecio de Prat Gay que no soportan ni siquiera sus propias cifras. Ajuste social desde la perspectiva acomodada.

El gobierno de Cambiemos se promocionó como “el mejor equipo” de las últimas décadas, pero el solo trascurso del tiempo ha mostrado que se trató más de una arenga para propios que un dato real. Compitiéndole a la impericia política de Aranguren con el tarifazo y la ignorancia supina de Bergman disimulada en una existencia entre las sombras, es probable que Alfonso Prat Gay se lleve los laureles de estos días. Con una falta de tacto que solo puede explicarse por el desprecio de clase y su expresión ideológica neoliberal, el ministro aseguró que la inflación “ya no es un tema”.

Al ministro, parece, se le han escapado las cifras estimadas por un amplio arco de consultoras e institutos, donde todas coinciden en señalar que el total anual de 2016 rondará entre el 43% y el 48%. Nos tenemos que remontar a 1991 para encontrar tasas más altas, es decir, a los estertores de las hiperinflaciones, y superando así el brutal ajuste de 2002. Estas tasas de inflación son de las más altas del mundo. Debemos recordar que en sus promesas de inicio, aseguraron que la inflación rondaría el 25%, con lo que se quedaron en poco más de la mitad de la realidad. Se trata entonces de una deliberada política de engaño o una palmaria incapacidad de prever, analizar y corregir; en cualquier caso, malas cualidades para un funcionario público.

Las mejores paritarias cerraron alrededor de 10 puntos porcentuales por debajo de esos guarismos, por lo que no puede sorprender a nadie que se empiecen a multiplicar los sindicatos que piden reapertura de paritarias. “No sería beneficioso reabrir las paritarias. Hay que reconocer la fuerte baja en la inflación, el poder adquisitivo del salario va a mejorar en el segundo semestre”, respondió el JP Morgan desde el ministerio. Si su declaración es que los salarios van a subir en lo que queda del año, nos declaramos incapaces de reponer el razonamiento que lleva al funcionario a asegurar esto si la inflación no cede, los salarios aumentaron por debajo de los precios y las paritarias no se reabren. Excediéndonos en nuestro rol, podemos oficiar de hermeneutas para la ocasión y sugerir que el ministro no habla de alzas salariales cuando dice “mejorar” sino, al contrario, de caídas consolidadas: será que tal vez también allí habla desde su clase social, y entiende que desplomar el costo salarial significa una mejoría.

Estamos mal… y vamos mal

En esta auténtica catarata de provocaciones, el ministro tampoco dejó pasar el tema candente de la última semana, con la publicación del dato de desempleo oficial. Según el INDEC de Todesca, el 9,3% de la población económicamente activa busca emplearse y no lo consigue. Esta cifra oficial puso contra las cuerdas al autor de la desocupación como “sensación térmica”, que procedió entonces -con el resto del magnífico equipo- a señalar que el problema estaba en las cifras mal relevadas del período previo. La revisión de datos que está haciendo el INDEC es amplia y modifica varias estimaciones que teníamos, en lo que constituye un auténtico vacío estadístico, llenado por aproximaciones de diversa calidad. La falta de estadísticas confiables habilita a que la discusión se base en la pura imaginación.

Pero se conocieron en estos días las cifras del Instituto de Estadística de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, cuyo trabajo está coordinado por funcionarios PRO desde hace años, y para sorpresa pública, quedó en evidencia que el aumento del desempleo ocurrió en este primer semestre de Cambiemos. Según este organismo, el desempleo pasó del ya elevado 8,6% del segundo trimestre de 2015 a un 10,5% en igual período de este año, una suba de casi 2 puntos que representa 60.553 desocupados/as más en un año en esta ciudad. Se trata de un aumento significativo, que algunos institutos encuentran también en otros grandes conglomerados como Mar del Plata, Córdoba y Rosario. Y lo que es relevante, perfora el techo y vuelve a ubicarse en los dos dígitos, que había sido señalado como horizonte por Cambiemos cuando se dio la discusión sobre la ley Antidespidos: aquel veto era importante, porque se quería (y quiere) avanzar en la lógica disciplinadora de la desocupación.

Ante esto, el ministro Prat Gay no se contuvo y lanzó un nuevo menemismo: “sé que muchos de los que han perdido el trabajo conocen que este era el único camino. Sabemos que es un momento difícil pero vamos en el camino correcto. El año que viene vamos a tener el crecimiento que no hubo en cinco años.” Hablando desde el lugar en que estar un año desocupado se puede resolver con rentas, ahorros y ganancias espurias, el ministro es incapaz de comprender que un año en la vida de una persona sin ingresos y sin ocupación es una marca indeleble, y no unas simpáticas vacaciones. El impacto del desempleo en las posibilidades económicas de subsistir y en los ánimos personales es fuerte, real y presente: no alcanza con la promesa de un futuro diferente. Menos cuando las enuncia el mismo responsable que erró en la estimación de inflación, quien niega el desempleo ante las cifras, quien prometió un segundo semestre de reactivación y ahora lo extiende a un ilusorio segundo año.

No hay debate entre consultoras, institutos ni cifras oficiales: la inflación se ha consolidado a un nivel más elevado que el que tenía, la economía acusa recesión y el desempleo creció. Los funcionarios de Cambiemos omiten considerar sus propios datos, niegan la realidad y proponen promesas cada vez más débiles. Esto es tan cierto que el empresariado mundial se lo señaló al gobierno: desde el Consejo de las Américas renovaron su voto de confianza, pero explicaron que no invertirán su capital aquí. Los inversores saben que estamos ante un cóctel explosivo y no piensan arriesgar su dinero. El problema lo tenemos quienes arriesgamos todo aquí donde vivimos.

(Por Francisco Cantamutto y Martín Schorr)* La política económica del gobierno de Macri al cabo del primer semestre de gestión estuvo signada por dos orientaciones preponderantes.

Por un lado, un drástico ajuste de la economía, que se expresa en un profundo deterioro del salario real (del orden del 15%) y una feroz ola de despidos y suspensiones. En ese marco, se produce una fenomenal transferencia de ingresos a distintas fracciones del poder económico, como los grandes exportadores, los principales formadores de precios, el sector financiero, las prestatarias de servicios públicos y el oligopolio petrolero. Una estimación de mínima de los recursos internalizados por estas fracciones dominantes la ubica en el orden de los 25 mil millones de dólares. A esto habría que adicionar los cerca de 11 mil millones de dólares que, con la anuencia de la mayoría en el Congreso, el gobierno destinó al pago a los “fondos buitres” que habían litigado en las cortes de Nueva York.

Por otro lado, un ciclo de endeudamiento externo del sector público sumamente acelerado sobre el que valen las siguientes reflexiones: (a) resulta plenamente funcional al poder económico en tanto, entre otras cosas, posibilita la remisión de utilidades y dividendos por parte de las empresas extranjeras radicadas en el país, la fuga de capitales locales al exterior y el pago de intereses (ver el Cuadro 1); (b) genera recursos para afrontar importaciones que, en numerosos rubros industriales, están desplazando producción nacional; (c) viabiliza el despliegue de estrategias de acumulación en torno de la especulación financiera; (d) sirve para financiar gastos corrientes del Estado en un cuadro de déficit de las cuentas públicas asociado, en buena medida, al “sacrificio fiscal” implícito en muchas de las transferencias de ingresos motorizadas hacia las fracciones dominantes, así como a los impactos que el ajuste regresivo acarrea sobre las cuentas públicas; y (e) supone el “regreso triunfal” de los acreedores externos y el capital financiero internacional al núcleo del bloque de poder en la Argentina. Debe tenerse presente que el bajo nivel de endeudamiento en moneda extranjera con agentes privados como punto de partida es clave para que este esquema no estalle inmediatamente. Este saldo, junto a la convalidación de los instrumentos, la jurisprudencia y los tribunales externos, constituye un legado central del kirchnerismo, que ya en 2014 había iniciado una hoja de ruta en una dirección similar.

Cuadro 1. Argentina. Estimación del balance cambiario, I Sem. 2015-I Sem. 2016 (en millones de dólares)

  I Sem. 2015 I Sem. 2016
Cuenta Corriente -2.146 -8.578
Saldo comercial 1.422 1.025
– Mercancías 5.098 5.774
– Servicios -3.676 -4.749
Saldo rentas -3.628 -9.795
– Intereses -3.521 -8.345
– Utilidades, dividendos y otras rentas -107 -1.451
Otras transferencias corrientes 59 192
Cuenta Capital y Financiera 4.821 13.126
Inversión directa de no residentes 712 1.290
Inversión de portafolio de no residentes -33 869
Préstamos financieros 1.622 5.364
Préstamos de organimos internacionales 2.977 2.735
Formación de activos externos del SPNF -3.046 -5.996
Formación de activos externos del SPF -282 558
Compra venta de títulos-valores 47 -506
Otras operaciones del sector público 1.375 13.693
Otros movimientos 1.449 -4.881
Variación de reservas internacionales 2.674 4.548

SPNF: Sector privado no financiero; SPF: Sector privado financiero.

Fuente: Elaboración propia en base a información del BCRA.

Es en ese marco que hay que encuadrar las perspectivas para el segundo semestre. Al respecto, caben dos comentarios.

En primer lugar, en la medida en que el gobierno no logre o le resulte difícil, como hasta ahora, contener el proceso inflacionario y encauzar la economía en un sendero de crecimiento más o menos sostenido, es de esperar que se empiecen a manifestar disputas cada vez más abiertas al interior de los sectores dominantes en cuanto al rumbo a privilegiar (conflictos que de manera incipiente ya se han presentado). Sobre todo, aunque no sólo, en lo que se refiere al nivel (real) del tipo de cambio y la tasa de interés, así como también al uso a darle a las divisas procedentes del endeudamiento externo y a los cursos a privilegiar en los acuerdos que definen la inserción del país en bloques comerciales (Alianza del Pacífico, Mercosur/Unión Europea, etc.).

En segundo lugar, hay dos factores que atentan de modo considerable contra la capacidad de que crezca la actividad económica. Por una parte, el referido deterioro salarial “plancha” la demanda interna y, por esa vía, sella la suerte de las distintas fracciones del capital cuya acumulación se estructura fundamentalmente alrededor del mercado interno (como la mayoría de las mipymes, aunque también es el caso de muchas grandes firmas). Por otra parte, en el frente externo se verifica un escenario complejo, tanto en lo que se vincula con el tema precios (deterioro en los términos de intercambio), como en materia de cantidades (por caso, a raíz de la crisis brasilera o la desaceleración en el crecimiento de otros importantes socios comercial del país, como China). De modo que la capacidad de crecer vía exportaciones encuentra límites muy precisos. De allí que no resulte casual que al cabo del primer semestre de este año las exportaciones continuaron en declive, lo cual es un claro indicador de que el combo “devaluación-quita (o reducción) de retenciones” que implementó el gobierno de Macri a poco de asumir tuvo por finalidad principal (y como logro exclusivo) motorizar una fabulosa transferencia de ingresos hacia la cúpula exportadora (téngase presente que apenas 50 grandes empresas explican alrededor del 60% de las exportaciones totales del país).

Frente a estos factores internos y externos, todo parece indicar que una de las principales apuestas del gobierno de Macri pasa por utilizar el endeudamiento externo para apalancar obra pública. De todos modos, en lo inmediato es de esperar la profundización o la no reversión del escenario recesivo. Incluso de lograr reactivar la inversión pública, en la medida en que ésta se sostenga en las actuales elevadas tasas de interés, bloqueará la posibilidad de que otros sectores acompañen la expansión. Ante este incremento del costo financiero, las demandas por reducir el costo salarial ya se han hecho explícitas en discursos del presidente, en editoriales de la prensa masiva y en diferentes espacios vinculados al establishment.

De allí que, como suele ocurrir en este tipo de coyunturas, se avizora un escenario de profundización de la concentración económica y la centralización del capital, el afianzamiento de la reprimarización del tejido productivo y el desmantelamiento de una multiplicidad de ramas industriales y, como resultado de ello, un deterioro manifiesto del mercado de trabajo, con todo lo que ello acarrea sobre la dinámica salarial y distributiva.

En consecuencia, a corto plazo se trataría de un horizonte de más recesión económica, disputas al interior de los sectores dominantes y una creciente conflictividad social.

“Publicado originalmente en el Anuario del EDI, disponible en http://rosaluxspba.org/es/taller-a-donde-va-la-economia-del-gobierno-macri/

*              Investigadores CONICET/IDAES (UNSAM).

(Por Francisco J. Cantamutto) El fallo de la Corte y sus repercusiones. La lucha contra el tarifazo y el ajuste continúa.

Tal como se refería en este espacio, el fallo de la Corte Suprema de Justicia sorprendió a todos, yendo más lejos de lo que se esperaba. Concretamente, se volvieron atrás los aumentos en las tarifas de gas, alegando vulneración de derechos básicos para una vida digna y criticando en lo procedimental la falta de audiencias públicas.

Sin embargo, el fallo aplica solo a las tarifas de gas -sin implicaciones directas sobre luz, agua y transporte- y para usuarios residenciales, dejando fuera a la mayor parte de los usuarios industriales y comerciales. Y lo que es más importante: no impide un aumento posterior a la audiencia pública, a la que el gobierno ya puso fecha: 16 de septiembre.

El gobierno de Cambiemos, continuando con su impostura democrática, ha intentado mostrarse aceptando el fallo, y sin demoras apurando el llamado a la audiencia pública que, antes del fallo, Aranguren había propuesto para octubre. Tal como se hizo con el transporte en la ciudad de Buenos Aires, se espera que el gobierno utilice este espacio a fines exclusivamente expositivos: repetir sus intenciones para luego validarlas en el Boletín Oficial.

Por ello, ha puesto la audiencia en un día y horario laboral, a realizarse solamente en una oportunidad en la referida ciudad, en un espacio con una capacidad limitada de 400 personas, que deben inscribirse personalmente con antelación. Todo esto atenta contra la participación en general, y en especial, para trabajadores/as y habitantes del interior del país. Pero más aún, no se ha ofrecido información que permita desarrollar un debate con argumentos durante la audiencia. En el propio llamado a audiencia, se excluye incluso del debate el aumento del precio en boca de pozo, sometiendo al público solo la proporción de su traslado a usuarios finales.

El propósito está claro: Cambiemos busca que sea apenas una ronda más de exposición sin argumentos ni respuestas. Tal como el propio ministro Aranguren realizó en ambas Cámaras del Congreso, dejando insatisfechas a todas las personas y organizaciones que esperábamos un dato o una respuesta. La negativa a auditar las empresas prestadoras, de manera de responder cuál ha sido su situación económica y financiera, si ésta se debió al esquema de precios, qué inversiones realizaron durante los pasados años -incluso con los subsidios recibidos a tal fin- y cuál sería el plan de inversiones para los meses y años por venir. Todas dudas que ponen en cuestión la gestión empresarial de los servicios públicos.

En cualquier caso, el fallo representa un escollo para el programa económico del gobierno, que tras más de 9 meses aún no puede fijar los precios que busca consolidar. Esto está causando no pocas fricciones entre el empresariado y al interior del propio gobierno, además de demorar cualquier decisión de inversión que el gobierno esperara recibir. Es por ello que se ha tenido que recostar en la toma sistemática de deuda, con la que piensa financiar un plan de obra pública, con la expectativa de mejorar el humor empresarial. Hasta el momento, han sido ganancias de inmediato plazo, sin capacidad de proyección a corto o mediana duración.

Al no ser vinculante la audiencia, el gobierno puede apostar a esta pantomima. Sin embargo, desde diferentes sectores se está apostando a hacer de ella un hecho político. Diferentes asociaciones de PyMEs (CGERA, APYME) y de defensa al consumidor están promoviendo una “catarata de presentaciones” judiciales, para presionar sobre este poder del Estado. Las Multisectoriales del país han insistido en que el limitado fallo es producto de la movilización y organización, y buscan consolidar esa vía de presión. Está prevista una Marcha Federal partiendo de 4 puntos del país el 31 de agosto, para confluir en una gran manifestación en Plaza de Mayo el 2 de septiembre. Ambas CTA se han puesto a la cabeza de esta marcha, y la Corriente Federal de la CGT ha confirmado su participación, en lo que podría ser un paso de convergencia en la disputa contra el ajuste.

Hasta el momento, la dispersión de la protesta ha sido una ventaja para el gobierno, que sigue firme en su propósito de elevar las tarifas, tal como fuera su promesa de campaña, reiterada ante potenciales inversores en el Foro de Davos a comienzos de año. La incapacidad de aplicar la suba y sostenerla vulnera la promesa de “clima de negocios” y “previsibilidad” hecha a estos socios, significando un retroceso en su programa. No sería el único efecto: al dificultarle reducir las transferencias a las empresas prestadoras, atenta contra el objetivo de reducción del déficit fiscal.

Los escollos para subir tarifas, la no reducción de las transferencias y el déficit se suman a la ya incumplida promesa de resolver la inflación -que se espera que cierre alrededor de 44% este 2016, cuando habían prometido un 25%. La intensidad de la suba de precios ya ha iniciado la presión por reapertura de paritarias, como es el caso del ámbito educativo público. Con el transcurso del tiempo (llevamos ya 8 meses y medio de gobierno de Cambiemos), la apelación a la herencia kirchnerista surte cada vez menos efecto, y por eso vemos al gobierno reposar cada vez más en mecanismos represivos para contener el descontento.

Las luchas contra el ajuste son aún dispersas, pero aún así están haciendo mella en la acción gubernamental, cada vez más carente de respuestas. El fallo de la Corte es apenas un episodio más en esta disputa que excede con mucho el valor de un servicio, para poner a discusión la orientación.

(Por Francisco J Cantamutto) Se acumula la evidencia, y toda apunta en un mismo sentido: el gobierno de Cambiemos paralizó la actividad e incrementó la inflación.

La economía argentina venía de casi un lustro de bajo crecimiento y aceleración inflacionaria, acumulando contradicciones y problemas, pero sin estallar en una crisis de magnitud comparable a cualquiera de los episodios que nuestro país vivió antes. El traspaso de mando no se dio en el medio de una híper o después de una recesión de 4 años, con devaluación mediante. No hubo un estallido social, ni una crisis institucional que obligara a pases de mando fuera del control popular. Nada de esto: había, sí, inconsistencias, contradicciones, problemas, algunos de los cuales Macri y su fuerza política utilizaron para hacer campaña, criticando, pero evitando explicar cómo las superarían, y el motivo es simple: porque su salida era antipopular.

Quizás incluso antes de asumir -por las declaraciones públicas de sus referentes- Cambiemos provocó una intensificación de los aspectos más dañinos que mostraba hasta entonces la economía nacional. Las devaluaciones de diciembre y febrero, la quita de retenciones y los aumentos de tarifas fueron los principales motivos por los que la inflación se incrementó, saltando a un nuevo ritmo, mucho más cruento: de un ya alto 26,5% de 2015, este año se espera terminar con casi el doble, entre el 43,9% y el 45,4% -según estimaciones del valioso informe de CIFRA de CTA. Vale recalcar que ninguna paritaria de este año se aproximó a ese número, cerrando todas diez puntos por debajo o aún menos, lo que tira por tierra el argumento de los salarios como factor explicativo de la inflación. De hecho, según ese mismo instituto, el salario real promedio ha caído un 12,1% desde diciembre de 2015 a julio del corriente.

Al mismo tiempo, este paquete de medidas ha provocado la virtual parálisis de la economía. El desplome de la demana interna ha impactado en diversos sectores: la CAME -que agrupa pequeñas y medianas empresas- señala una caída del 6,4% de sus ventas respecto de igual semestre del año previo, mientras que las de los supermercados acumulan un 30% de caída desde diciembre. Vale señalar que este menor consumo interno no está siendo compensado por otros componentes de la demanda. Con el mundo y nuestros socios comerciales en crisis, las exportaciones totales han caído un 3% respecto del año pasado. La incapacidad de sostener de manera clara algunas políticas (tarifazo) y el incentivo a la actividad especulativa financiera, han provocado que la inversión muestre un retroceso superior al 4%. Por estos motivos, todas las estimaciones coinciden en que 2016 cerrará en recesión, con una contracción de al menos el 1% del producto total.

La crisis y el incremento de la inflación han provocado un nuevo escenario llamativo, conocido como de estanflación (estancamiento con inflación), que merece al menos dos comentarios.

El primero es que este escenario se hace evidente con el nuevo gobierno, que entonces debe esforzarse todos los días para convencer al pueblo que es en realidad responsabilidad del gobierno anterior. Hablando de inercia y de herencia pretenden descargar el resultado de sus políticas sobre lo hecho previamente, con un discurso cargado de fatalismo: “no se podía hacer otra cosa”. Pero este discurso tiene límites, entre los que está la memoria colectiva, donde no se puede fabricar un colapso que no pre-existió, sino que vino después. No pocos votantes de Cambiemos entendieron que era un problema de tiempos, que era necesario esperar para que el nuevo gobierno tomara las riendas de la economía, pero tras 8 meses empieza a quedar claro que no se trata de un error de cálculo sino una política deliberada.

El segundo comentario es que el fenómeno de estanflación apareció en el debate internacional asociado a las políticas del Estado de Bienestar, que con cierto halo keynesismo impulsaban la demanda agregada a través del gasto público. Se trata de un concepto que el monetarismo utilizó para criticar políticas que asociaba a lo que entendían como populismo, reduciendo el concepto al simple gasto por encima de las posibilidades productivas. Esto está implícito en las declaraciones de diversos ministros con y sin cartera sobre que “no era normal” que trabajadores y trabajadoras tuvieran vacaciones, autos, o incluso celulares.

Pero vale la pena remarcar que este tipo de política de ajuste no es nueva. Con contextos diferentes, las políticas actuales guardan parecidos con el paquete de medidas aplicado por el ministro Krieger Vasena durante el gobierno de Onganía o las del famoso Celestino Rodrigo en el gobierno de Isabel Martínez de Perón. En ambos casos, devaluación, aumento de tarifas y de tasas de interés pretendían impulsar una mejora de la rentabilidad de ciertos sectores, y resolver la inflación generada mediante la apertura de la economía, tal como el actual gobierno busca realizar. En ambos casos se generó recesión e inflación, y ninguno de esos ministros puede asociarse a modelos redistributivos progresivos. La recesión no es necesariamente un objetivo de las políticas, sino un costo que están dispuestos a pagar para ordenar la economía según sus preferencias e intereses.

Vale también resaltar que el límite, en ambos casos, estuvo marcado por la resistencia popular a aceptar semejantes programas. Hasta el momento, ni el famoso “segundo semestre” muestra señales de mejoría, y esto empieza a mostrar recelos y presiones entre las fuerzas que componen el gobierno. Lentamente, a nivel social se han mostrado múltiples iniciativas de resistencia al ajuste: multisectoriales contra el ajuste en todo el país, movilizaciones de trabajadores/as de la economía social y popular, protestas sindicales aún dispersas. Llevará aún cierto tiempo para que estas resistencias tengan alguna forma de representación política, pero no cabe duda que el pueblo está marcando el límite a este ajuste neoliberal que hasta el momento sólo muestra como resultados más recesión y más inflación.

(Por Francisco J Cantamutto) Tras el segundo ruidazo nacional, el del jueves 4, el día sábado se desarrolló en la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA una intensa jornada de audiencia pública por el tarifazo. “El gobierno se llena la boca hablando de diálogo, pero no ha convocado a ninguno de los sectores afectados para analizar la situación”, se señaló desde la apertura del evento convocado por la Multisectorial de CABA. El argumento es tan sencillo que sorprende: Cambiemos no ha convocado a las audiencias públicas estipuladas en las leyes de regulación de los servicios, impidiendo que los diferentes actores afectados puedan expresarse pero también que el propio gobierno explique sus razones. De esta manera, aún cuando las audiencias estipuladas no son vinculantes, Cambiemos prefiere resolver tras bambalinas, evitando exponerse.

Por eso, las organizaciones que integran la Multisectorial resolvieron autoconvocar una audiencia, para analizar diferentes ángulos del problema y sopesar un diagnóstico. Se demuestra a la vez, de esta manera, que no hace falta más que voluntad política para poner al pueblo a deliberar. Y, como resaltó más tarde Humberto Rodríguez de ATE Capital, no es menor que el pueblo se aproveche de la universidad para pensar sus problemas.

Tras la apertura, un panel de expertos dio algunos elementos para analizar el problema. Leonardo Pérez Martínez, de la Junta Interna de ATE del Ministerio de Energía, explicó el desmantelamiento que se lleva a cabo en esa dependencia, orientándola como si fuera un mero instrumento técnico. Todo problema social generado por sus políticas, señalan, debe ser tratado por el Ministerio de Desarrollo Social, pretendiendo así disociar de manera explícita todo vínculo entre el proyecto económico y sus resultados sociales. Esta misma lógica subyace a los filtros administrativos que impiden el acceso a la tarifa social, que van desde simples demoras, derivaciones de trámites hacia las empresas, falta de atención de reclamos, y requisitos difíciles de cumplir como tener igual domicilio fiscal y real, a donde llegue la factura (cuando la mayoría de los afectados no son propietarios de la vivienda que habitan).

Por su parte, Ignacio Sabbatella, del Observatorio de la Energía, Tecnología e Infraestructura para el Desarrollo, desmontó con datos duros el diagnóstico de “crisis energética”, mostrando que no solo la demanda de energía creció en los últimos años, sino también la producción, en especial de la mano de YPF. Aún con problemas, la propia caída de los precios internacionales del petróleo provocarían un ahorro en el costo de las importaciones. Ocurre que el aumento de los precios en boca de pozo estaban dirigidos a mejorar la posición de las empresas productoras, que recibieron una transferencia de ingresos en torno a los 3.000 millones de dólares por esta vía. “No nos interesa  el autoabastecimiento ni la soberanía”, habría explicado semanas atrás el secretario de Planeamiento Estratégico del Ministerio, Darío Redondo.

Contra lo que pudiera arguirse respecto de la energía, los subsidios al transporte no provocan mayor consumo, y aún cuando lo hacen, generan un bien público en términos de reducción de la congestión de tránsito, menor impacto ambiental e impulso a pequeños comerciantes, explicó Gustavo Lipovich del Instituto de Geografía de la UBA. Los argumentos de la supuesta racionalización buscada por el gobierno, pues, no aplicarían a este caso, y sin embargo, también aumentaron las tarifas de transporte. Finalmente, el ex funcionario y docente de la FLACSO, Nicolás Arceo, insistió en que este aumento se suma a los de agua (que promediaron el 220%), luz (400% promedio de suba para hogares y 500% para usuarios no residenciales) y gas (190% promedio de aumento en hogares y 600% en industrias y comercios), todo lo cual incrementa la tasa de inflación, reduciendo los salarios reales. Estos aumentos inflacionarios no han logrado reducir el déficit ni resuelven un problema de falta de provisión de los servicios, por lo que no se pueden interpretar sino como una enorme transferencia de ingresos hacia estos sectores.

La audiencia continuó con la participación del equipo legal de la Multisectorial, que comentó sobrelos amparos ya presentados y los fallos sobre luz y gas con jurisdicción nacional. No se trata de unos pocos reclamos, pues más de 40 tribunales se han expedido contra el tarifazo en distintos niveles, lo que permite insistir con que el mismo “no es legítimo ni es legal”. Según comentaron Mariela y Ataliva, los argumentos para la suba no se sostienen ni por sus fundamentos ni por su coherencia, tal como la mesa de expertos dejó en claro. Al mismo tiempo, se vulnera el principio constitucional, reconocido en tratados internacionales, por el cual no se puede retroceder en derechos sociales ganados. No solo la falta de audiencia pública es el argumento, que sería solo procedimental. Se trata de cuestionar el carácter confiscatorio del aumento, que pone en riesgo el acceso a servicios básicos como agua o luz, considerado un derecho. Estos argumentos fueron enfatizados por el juez Arias, presente por la tarde.

Incluso más, debido al impacto en las cuentas de las cooperativas, recuperadas e incluso PyMEs representadas, que ponen en duda la continuidad económica por un problema de costos, se pone en riesgo el derecho al trabajo. Así, el aumento generalizado y sin justificación de las tarifas no es sostenible por la razón. Por ejemplo, desde la cooperativa gráfica Patricios, explicaron que el aumento de servicios que los afecta equivale a 25 salarios mínimos o 14 salarios de convenio: pagar implicaría perder compañeros en la cooperativa. La devaluación y la apertura a las importaciones van en un mismo sentido, apuntando a un modelo económico, y no una medida aislada.

La audiencia continuó con exposiciones de sectores afectados y la participación de algunos referentes políticos, además de la persistente participación del público. Quedó así demostrado el interés popular de  participar, informarse y explicar su situación. Un gobierno cegado por su programa no parece estar dispuesto a escuchar, ni siquiera por sostener una pantomima.

La acción en la unidad y el llamado a la Marcha Federal fueron el marco del cierre de esta actividad de fuerte contenido político y social.

 

(Por Francisco J Cantamutto) La masiva movilización convocada por la Confederación Nacional de Cooperativas de Trabajo (CNCT) el miércoles 20 ganó presencia en los medios. La columna de más de 20.000 compañeros realizó un raid por los ministerios de Desarrollo, Infraestructura, Trabajo y Energía con sendos reclamos. El gobierno, sin voluntad alguna de retrotraer las medidas centrales que provocan el ajuste social, apenas convoca a futuras reuniones para dialogar, dilatando el problema. Sólo en el ministerio de Trabajo se obtuvo un logro, al ser habilitado -tras meses de negociación- la línea 1 del programa para todas empresas autogestionadas. El gobierno, responsable por los aumentos de las tarifas, alega ahora que no tiene potestad sobre los entes reguladores como para establecer políticas de cuidado a los sectores vulnerables, previniéndolos de cortes de servicio. La lectura que la propia CNCT hizo de esta protesta es que solo golpeando entre todos/as se podrá doblar la voluntad del gobierno. Por eso, igual que antes los clubes de barrio, mantienen su compromiso dentro de la multisectorial.

Justamente, el sábado 23 se realizó en Luján la primera reunión de multisectoriales del país. Asistieron alrededor de 32 multisectoriales de todo el país, representadas en 400 personas que dedicaron todo el día para comentar su actividad hasta el momento, compartir información y estrategias, así como  debatir el camino a seguir. Lo que se inició hace apenas pocos meses como un intento de organizar el descontento social ante el ajuste, mostró capacidad real de crecimiento en convocatoria y de coordinación de iniciativas. La presencia de mayoría de multisectoriales del interior del país mostró que se trata de un problema auténticamente federal, que se valoró en tanto tal: las acciones territorializadas y descentralizadas son muy importantes para acercar a la población no organizada, sin perjuicio de unificar algunas iniciativas. Las multisectoriales actúan como verdaderos foros del pueblo, a la vez que escuelas de política.

Del debate surgieron diversos acuerdos, como buscar mayor eficacia de toma de decisiones, superando el momento -importante pero limitado- de la mera catarsis. En lo que afecta a esta semana, se prevé un nuevo ruidazo/cacerolazo para el jueves 4 por la noche. Se afirmó la voluntar de realizar la Marcha Federal desde diversos puntos del país, siempre bajo el reclamo contra el tarifazo y fuera Aranguren como representante del sector. Incluso se habló de iniciar una consulta popular vinculante para la revisión del ajuste tarifario.

La multisectorial de CABA, por su parte, está avanzando en la organización de una audiencia pública por el tema. Dado que el gobierno se niega a convocar, y cuando lo hace, replicando la metodología de lo ocurrido con el Subte, lo hace a último minuto, sin darle publicidad, en día y horario laboral para dificultar la participación, la Multisectorial decidió mostrar que el pueblo tiene capacidad de organizarse incluso para estas iniciativas. Así se podrán hacer públicos los argumentos sobre el tema, dando transparencia al bloqueo de información del gobierno: ¿cuáles son los costos reales de producción del sector? ¿a dónde han ido los millonarios subsidios otorgados años anteriores y este mismo año? ¿qué garantías de inversión existen, cuáles son los planes de mejora? ¿por qué deben financiar esas inversiones los usuarios? Estas son apenas algunas de las preguntas que el gobierno debería responder para discutir un aumento de precios.

Aranguren ha declarado que el objetivo primario de estos aumentos es “recomponer las ganancias” de las empresas del sector, lo cual explica que las millonarias transferencias no se hayan reducido, y que el déficit fiscal haya crecido durante los meses de Cambiemos. El gobierno alega ahora que las audiencias no serían necesarias porque el aumento se originó en el aumento del precio en boca de pozo, y el mecanismo de consulta se prevé para aumentos en los demás tramos del servicio (transporte, distribución). Llamativamente, el gobierno de la transparencia toma por ciertos los costos declarados por las empresas sin ningún comprobante o auditoría. Y estos aumentos golpean en toda la cadena.

Por eso, el mismo día jueves 4 de agosto, antes de plegarse al ruidazo de la noche, la Asociación de Taxistas (CTA) estará marchando al ministerio de Energía para reclamar por una baja en el precio del GNC en surtidor, convocando al mediodía a todos los usuarios afectados. La suba de combustibles y energía golpea a todo el transporte e impulsa la inflación. Con ese mismo criterio, el gobierno de la ciudad de Buenos Aires ha implementado un nuevo aumento del precio del Subte, llevando el precio a $7,50. Un aumento de más de 700% desde que el PRO asumió el gobierno del distrito de la capital. Estos aumentos son usados como extorsión para discutir mejoras salariales posteriores con los trabajadores, lo que ha sido una disputa constante. Por eso el Sindicato de Trabajadores de Subte y Premetro, bajo la concepción de que el transporte es un derecho y no una mercancía, realizará una protesta el miércoles, abriendo las cabeceras del Subte entre las 7 y las 8 de la mañana, para volver a hacerlo entre las 17 y 19 horas, convocando a un ruidazo. A esa iniciativa se sumarán los comunicadores populares, que este mismo miércoles a las 16 hs. tienen prevista una manifestación ante el ENACOM, por incumplimiento de la ley por parte del gobierno, que no habilita las licencias y los fondos para los medios comunitarios.

Este clima de sistemáticos reclamos por parte de diversos sectores está haciendo mella en el gobierno. A pesar de presentarse como indemne, el asedio permanente de la protesta está haciendo efecto. De otra manera no se explica el súbito affaire entre el presidente Macri y el conductor televisivo Tinelli, que alimenta el paralelo de estos días con el turbulento 2001 que culminó con la salida adelantada de De la Rúa. Un gobierno que no respeta siquiera sus alianzas electorales -relegando a sus socios políticos-, que se cierra en un programa cada vez más corporativo, que pierde capacidad de control en el Congreso -la semana pasada se votaron 4 declaraciones contra el tarifazo en el Senado- y que enfrenta una movilización social creciente, compone una imagen política que conocemos.

(Por Francisco J. Cantamutto) Comprender la situación de los aumentos tarifarios se vuelve cada vez más difícil. El gobierno retrocede en uno de los frentes importantes.

Esta semana se recalentó la disputa por las tarifas, tras sucesivas ondas de anuncios y medidas. La Cámara Federal de La Plata suspendió la semana pasada los aumentos de gas en todo el país, lo que obligó al gobierno a acelerar sus gestiones, iniciadas a partir de los sucesivos fallos contra el tarifazo en distintas provincias.

Concretamente, está pidiendo el tratamiento de la Corte Suprema de Justicia, omitiendo los tribunales intermedios para acelerar la resolución, mediante el recurso del per saltum. La Corte definiría esta semana si toma el caso o no, donde deberá considerar no solo elementos jurídicos sino el hecho de que se trata de un asunto político muy candente, sometido a una presión social muy evidente.

El tarifazo

El carácter anti-popular de Cambiemos está, a esta altura, establecido con claridad. Su programa representa un ataque contra las clases populares y trabajadoras, a favor del capital concentrado. Esta caracterización general es correcta aunque, sin embargo, incompleta, porque al interior del bloque en el poder hay disputas relevantes.

Cambiemos es el proyecto de las fracciones financiera, primario-exportadora (agropecuaria, minería y sus procesamientos industriales básicos) y la que opera en los servicios públicos, desplazando a otras fracciones en el poder los años previos -como la industrial y de la construcción. En una disputa que es de segundo orden respecto de la avanzada anti-popular, sus medidas favorecen a las primeras fracciones en detrimento de las segundas, por ejemplo, con el actual incremento de las tarifas, que golpea la competitividad de la industria no ubicada en ramas con ventajas comparativas.

Finalmente, el gobierno tiene que resolver disputas entre las fracciones ganadoras, como por ejemplo, en relación al aumento del precio de los combustibles que generó la queja de la Sociedad Rural porque le “quitó” lo ganado por la eliminación de las retenciones. No se puede favorecer a todos, y al optar, se ganan aliados y enemigos.

El tarifazo se compone de aumentos en los diferentes servicios: agua, gas, electricidad, transporte. Supuestamente, se buscaba corregir el desfasaje respecto de otros precios, pero también subsidios cruzados entre regiones y usuarios. El transporte público se incrementó en todos los distritos, impulsado por las cuatro subas en el precio de los combustibles desde diciembre.

En el caso del agua en Buenos Aires, por ejemplo, el aumento (de hasta 400%) vino junto al cobro por metros cúbicos consumidos y no por superficie, de manera de comprometer a usuarios -en principio, solo obligatorio para no residenciales- a eficientizar el uso del recurso. En el caso de la electricidad -que ya había aumentado entre 30 y 240% en 2014- hubo dos aumentos, el primero en febrero de hasta 600% y un segundo marzo de un 55% más para las empresas. El gas fue, sin embargo, el que mayores conflictos generó, en medio de un otoño-invierno particularmente frío que tuvo mayores requerimientos para calefaccionar espacios. En algunos casos, las nuevas facturas llegaron con incrementos de hasta el 1.100%. En este caso, al igual que en la electricidad, la “corrección” de tarifas consolidó de hecho las asimetrías existentes, lo cual promovió la multiplicación de los reclamos.

Los errores de aplicación, excusados por el ministro de Energía Aranguren ante el Congreso por estar “aprendiendo sobre la marcha”, no deben oscurecer el sentido político de los aumentos: el gobierno vino a recomponer la tasa de ganancia de las empresas de este sector. El ministro, en esa misma audiencia, explicó el llamativo hecho de que a pesar de los aumentos las transferencias del Estado no se hubieran reducido cuantiosamente: es que, según declaró, el objetivo prioritario de estos aumentos no era reducir los subsidios estatales sino incentivar la inversión para garantizar la oferta de energía a futuro.

En el mismo sentido se expresó la neoliberal fundación FIEL, de cuyo consejo directivo Aranguren es parte, que entiende que es el camino correcto para incentivar inversiones. El documento corrobora que este incremento es apenas la primera parte esperada de “correcciones” de ganancias, aunque las futuras subas deberán esperar a no entrar en conflicto con la política macroeconómica de control de la inflación: el actual divorcio entre objetivos macro y política sectorial no ha tenido buenos resultados.

Los reclamos

El malestar, pues, se multiplicó con rapidez. Ante los despidos y la desvalorización del salario ante la mayor inflación, los hogares se encuentran en una situación delicada. Miles de PyMEs se ven totalmente incapacitadas de absorber los aumentos en un contexto recesivo y de apertura de las importaciones, que ha pulverizado la demanda final. Se retroalimenta así una situación donde no se corrigen desequilibrios, se alimenta la inflación y se genera recesión. Un auténtico polvorín social.

Semejantes incrementos no han sido compensados por otras políticas. La tarifa social anunciada aún tiene severas deficiencias de implementación, y en cualquier caso sigue significando un fuerte aumento -aunque por la mitad de los valores aquí referidos. Esta tarifa se aplica a diversos grupos vulnerables (jubilados, desocupados, etc.) y se discute su ampliación a entidades de bien público, como los clubes sociales. Esta política claramente neoliberal de focalización en la demanda, busca invertir la carga de la prueba, obligando al usuario a demostrar su pobreza o necesidad.

Las protestas se han multiplicado por doquier en todo el país, con manifestaciones, cortes de calle, bocinazos y petitorios auténticamente federales. La estrategia se ha complementado con un fuerte proceso de judicialización, que llevó a sucesivos fallos de la Justicia en Chubut, Córdoba, Jujuy, Mendoza, Neuquén, Río Negro, Salta, San Luis, Santa Cruz y Tierra del Fuego que frenaron los aumentos. En Rawson, un tribunal incluso declaró inconstitucional el aumento. El argumento central es la falta de audiencias públicas previstas en la ley y evitadas por el gobierno, que no ha llevado a cabo ni siquiera las auditorías que las resoluciones 5 y 6 del ministerio de Energía mencionan. La Cámara Federal de La Plata argumentó en defensa de derechos humanos a una vivienda digna, que incluye el acceso a costos razonables de agua, luz y gas. 

Esta presión ha forzado a que el gobierno pida una resolución por parte de la Corte Suprema, al tiempo que anunció un tope de aumentos de gas del 400% respecto de igual bimestre del año pasado -en lugar de hacerlo por metro cúbico. Este es un nuevo retroceso del gobierno en la estrategia, y aunque aun implica un cuantioso aumento, da una mala señal a los capitales que quiere tentar: si no es capaz de garantizarles las ganancias que promete, ¿por qué traerían esa lluvia de inversiones? Máxime cuando en unos meses debería volver a incrementar las tarifas. Este traspié pone en jaque su estrategia de tentar al capital, hasta ahora sólo ilusionado con las fabulosas ganancias financieras, que no sacarán al país del estancamiento. El gobierno no tiene todas las cartas en su mano, y aunque se muestra confiado, lo cierto es que sus disputas internas comienzan a aflorar.

(Por  Francisco J. CantamuttoEl viraje protagonizado por Macri en Argentina se inscribe en un proceso más amplio de cambio de agenda a escala global. Las disputas políticas suelen tomar formas nacionales en la disputa por el Estado, momento clave de la estructuración de cualquier proyecto social. Pero esto implica que esos proyectos sociales se limiten por esas fronteras. El marco global de referencia es clave para comprender los procesos de cambio.

Así, resulta insuficiente analizar el programa de Cambiemos en el gobierno de Argentina solo bajo coordenadas nacionales. Sin dudas, diversos condicionantes de la política interna definieron este resultado, entre los cuales la disputa al interior del bloque en el poder parece haber sido una característica definitoria. Tempranamente señalamos que Cambiemos representaba fracciones del bloque en el poder menos dispuestas a hacer concesiones a las clases populares. La construcción del discurso de esta fuerza se hizo a partir de la matriz propuesta por las fracciones concentradas del sector agropecuario, incipiente en su protesta en 2008.

La alianza que Cambiemos representa incluye también a otras fracciones del bloque en el poder: la financiera, la que opera en los servicios públicos y el capital extranjero en general. Estas fracciones tienen entre sí disputas no triviales sobre el rumbo específico que debería tomar la acumulación, pero tienen acuerdos comunes que les permiten avanzar con políticas concretas. Entre ellos, se resaltan el sesgo anti-popular y el frente externo. Sobre este segundo acuerdo hace falta enfatizar.

Tratándose de capitales extranjeros y fracciones internacionalizadas del capital local, su prioridad parece ser reestructurar las formas de negocio más directas posibles con los centros de acumulación global, con las menores mediaciones posibles. En este sentido, y concordante con el sesgo anti-popular, la búsqueda de negocios directos sin cortapisas parece tentadora en materia de ganancias potenciales, pero soslaya el problema político de legitimar tales decisiones. Les juega a favor la aún insuficiente confluencia popular de resistencia, que les permite ganar tiempo en la puesta en práctica del programa.

De manera concreta, el escenario mundial en que se inserta Argentina es uno signado por la crisis. La misma que desde 2008 marca los tiempos a través de sus diferentes fases. La débil demanda externa y la caída de los términos de intercambio, sumadas a la crisis de Brasil, significan severos problemas para un modelo que pretende hacerse viable por el impulso a las exportaciones. La retracción de capitales hacia Estados Unidos tampoco augura buenos pronósticos para la entrada de inversiones extranjeras dirigidas a la producción.

La explícita opción tomada para resolver este intríngulis ha sido buscar una alineación más directa y subordinada al proyecto de expansión estadounidense en ciernes. La visita de Obama para el 24 de marzo fue fuerte no sólo desde lo simbólico. Para el país del Norte, Macri es un activo político, pues es, hasta el momento, la única expresión de este nuevo rumbo regional que ha llegado al gobierno mediante elecciones. Por eso el gesto diplomático, que vino de la mano de renovadas promesas de inversiones y directrices de integración.

No en vano, en las últimas semanas el presidente Macri se reunió con sus pares de Chile (Bachelet) y Colombia (Santos), buscando confluir con los países de la Alianza del Pacífico (que completan Perú y México). Estos países fueron explícitamente promovidos desde la Oficina de Asuntos Externos estadounidense como la alternativa para América Latina frente a otras iniciativas de integración regional. Concretamente, se trata de una iniciativa que retoma el proyecto del Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA), creando lazos de libre comercio entre estos países y la potencia del Norte.

El ALCA fue enterrado en Mar del Plata en 2005, gracias a la sistemática y organizada oposición social al proyecto. Los gobiernos de Kirchner y Lula da Silva buscaron negociar un ALCA con concesiones, y ante la negativa de Bush, optaron por darle prioridad al Mercosur. Para el gobierno argentino, ésta había sido la prioridad desde la campaña electoral: atado a la propuesta de desarrollar un “capitalismo en serio” impulsando una “burguesía nacional” que reindustrializara el país, el Mercosur aparecía como el ámbito propicio. La mayor parte de las exportaciones industriales del país se dirigen a ese destino, mientras que las ventas al resto del mundo son básicamente materias primas o productos derivados de su procesamiento básico. El Mercosur, legado de Alfonsín y Menem, servía como espacio de acumulación para el débil empresariado industrial realmente existente frente al ALCA. Este último proyecto, de apertura y liberalización, solo permitiría el funcionamiento de aquellos sectores con ventajas comparativas (agroindustria, minería) o protegidos de la competencia (ciertos servicios), dejando en la ruina a los demás.

La negativa de Bush a hacer concesiones respecto de propiedad intelectual y subsidios a la producción agrícola estadounidense favorecieron la inclinación de la balanza, que decantó en la prioridad del Mercosur. Chávez, por su parte, dio rienda a proyectos de integración alternativos (ALBA), que buscaban ir más allá del comercio bajo la lógica del capital. Nuevamente, la negativa de Argentina y Brasil a seguirlo en estos proyectos, hizo que Venezuela desdoblara la iniciativa, buscando una integración política de amplio alcance (UNASUR y CELAC) y pidiendo unirse al ya existente Mercosur.

Estados Unidos no se quedó en espera; avanzó con tratados bilaterales y el impulso a la Alianza del Pacífico. Al mismo tiempo, atendiendo a un problema de otra escala, el gobierno de Obama comenzó una serie de iniciativas para contener el avance de la economía china. Estas incluyen el Tratado Trans-Pacífico (TTP), que asocia ya a 12 economías linderas a este océano -excluyendo a China- bajo la misma lógica de libre comercio del ALCA: privatizaciones, abuso de los recursos naturales, flexibilización laboral, protección de propiedad intelectual. Esta iniciativa se complementa con la Asociación Transatlántica para el Comercio y la Inversión, entre Estados Unidos y la Unión Europea, y el Acuerdo General de Comercio de Servicios (TISA), negociado entre 50 países. Toda una gama de alternativas para expandir el control estadounidense sobre la economía global, y contener las intenciones expansionistas de otras potencias imperialistas.

Macri ha optado abiertamente por alinearse con esta agenda. No solo las reuniones con Obama, Santos y Bachelet, sino el pedido ya obrado para que Argentina sea miembro observador de la Alianza del Pacífico. El Mercosur, de donde no pudo expulsar a Venezuela, será paulatinamente deslindado en los hechos. Esta agenda externa está pensada para el beneficio de unos pocos, los mismos pocos que ganan con la ofensiva anti-popular.