Carlos Giusti: “Hasta el hueso”
(Por Astor Vitali) Desde el 5 de marzo y hasta el mes de abril, el Centro Cultural de Sierra de la Ventana cuenta con el proyecto expositivo de Carlos Giusti, Hasta el hueso. Un recorrido por la mirada vital de un artista que se posa sobre temas que, a menudo, gozan de elocuentes soslayos.
“La muestra es una condensación de mi vida. Yo tengo 68 años y estoy pintando y dibujando desde los 7”, dijo el artista a FM De la Calle. “Si bien no es el total de mi obra es bastante representativa porque hay de diferentes períodos”.
“La pretensión es ponerle voz a lo que cuesta ver… No por desidia, en muchos casos, sino porque nos duele, porque sentimos impotencia, entonces, a veces, esquivamos la mirada. Mis pinturas y dibujos tienen la pretensión de poner en tela aquello de lo que a veces desviamos la mirada”.
Giusti es de origen bahiense. En 1982 se radica en Buenos Aires donde hizo la mayor parte de su trayectoria artística. “Enmarcado en los años 70 que los viví en Bahía Blanca, en los cuales me tocó ser parte de la JP. Conviví y viví el terrorismo de estado. Como la mayoría de parte de los que pasamos esa época histórica, hemos quedado marcados”.
“En mi caso, en la pintura lo que quiero reflejar es lo que conté y lo que voy a seguir contando hasta que me quede. Que es: si bien hubo 30.000 desaparecidos por el terrorismo de estado, para que eso haya existido ha habido evidentemente una complicidad civil. Por terror, por miedo, por el no querer meterse, por los medios y a veces por estar de acuerdo, también, ideológicamente. De ahí me ha quedado el mostrar lo que se ha ocultado por tantos años, por suerte ahora tenemos otra visión de lo que fue el terrorismo de estado”.
Sin más, la historia
La doctora Ana Vidal, curadora de la muestra, escribió:
Las imágenes que vemos en esta exposición componen una serie que el azar recopiló poniendo en juego los condicionantes impuestos por la pandemia, las mudanzas y las eternas dificultades en el traslado de obras de gran porte, en el marco de una producción que, como la de Carlos Giusti, es muy vasta y circula constantemente por diversos espacios de exposición en distintos puntos del país.
Sin haber sido concebidas como parte de una misma enunciación se destaca en estas obras una búsqueda constante que se trasluce en una serie de persistencias iconográficas y formales, que pueden identificarse en el resto de la producción del artista.
Varios de estos puntos recurrentes aparecen condensados en la pequeña imagen que es parte de esta exposición, en la que se ve un Cristo muerto rodeado de perros que alternativamente husmean o descansan indiferentes a su lado. Aparece ahí el omnipresente tema de la tortura y la muerte expuestos, presentados como sacrificio; el tópico de quien muere por y para el resto del cuerpo social. Torturadxs y heridxs de muerte, niñxs encerradxs y hambrientxs, mujeres sometidas a la trata: crímenes en los que la sociedad toda es cómplice.
En la obra puede verse otro eje permanente de la muestra: la mirada, evidente o latente. Hay en las obras constantes actos de mirar: ante todo, ser mirado o mirada por las obras; pero también cuerpos sufrientes que son exhibidos a nuestros ojos u observados por otros personajes que aparecen en la escena, humanos o animales.
En todos los trabajos se hace evidente una trama política, expuesta por la desmesurada necesidad del artista de mostrar o hacer visible lo que nadie quiere ver ni mucho menos discutir: el hambre, la desigualdad, la tortura, la violencia. En unos pocos casos, lo político se convierte en referencia explícita y se encarna en temáticas como como el Golpe de Estado en Bolivia (2019), o se plasma en figuras históricas como Diego Maradona, representado, no casualmente en tanto adherente y defensor de la causa cubana.
La trama de sentidos elaborada a partir de las obras resuena claramente en la expresión “hasta el hueso”, que alude a lo que por disposición orgánica y vital no se ve, pero está, sostiene, contiene y en pocos momentos (el daño extremo, la muerte) se hace visible. La metáfora vale también para pensar en los procedimientos de estas obras, en cómo están hechas y de qué manera nos convocan: por sus ojos -tan reales-que van directamente a los nuestros; sus dientes y mordeduras; las heridas o incluso el cadáver en exhibición; sus rojos intensos; los cuerpos de gran naturalismo y sus recortes de primer plano. Estas imágenes dañan. Son ásperas, como una roca con la que tropezamos por azar en la montaña, cuya superficie abrasiva se adhiere a la piel y la agrede como una mordedura. Invisible entre tantas y, por azar, vista, palpada, sentida.
Lo que cobra visibilidad en las obras es, es, sin más, la historia: sus maneras de condicionar y forzar – muchas veces, ocultando las tramas- los destinos de lxs vivxs. Y Carlos viene también, de esos fondos de la historia.
Nació en Bahía Blanca en 1953 donde inició, casi adolescente, su trayectoria artística. Siendo niño se inclinó al dibujo como forma de conocimiento, como análisis detallado, casi fotográfico, de la realidad. Siendo parte de la generación de jóvenes que se acercó al compromiso y la militancia en los setenta, conoció el Terrorismo de Estado y sus imágenes han sido, posteriormente, testimonio de la represión. El peso de tantas muertes y desapariciones lo llevó en los años ochenta a radicarse en Buenos Aires, tramitando un exilio interior que lo alejó también del arte. Recién con posterioridad al 2001 la constante búsqueda interior, el deseo, y acaso también el dolor que generaba el contexto de debacle social y económica e impunidad de los años noventa produjo en él un profundo viraje que lo situó definitivamente en el hacer artístico y le permitió dar inicio a una segunda etapa en la que desarrolló una profusa e inagotable producción que ha recibido importantes reconocimientos. A ello se sumó el trabajo como tallerista en diferentes espacios educativos como centros culturales, universidades y sindicatos, y una inquieta acción como muralista. La labor artística de Giusti tuvo un importante despliegue la región de las Sierras de la Ventana, que, desde la infancia, formó parte de sus espacios recorridos y vividos. Entre 2001 y 2016 dictó diversos talleres en las localidades de la comarca en tanto que el Hogar Agrícola “Santa Inés” tuvo en exposición permanente varias de sus obras. Asimismo, entre 2015 y 2017 realizó en Saldungaray la serie de pinturas murales “Homenaje a Salamone”, con apoyo municipal. Hay otro mural, también ubicado en Saldungaray, que, como la pequeña imagen del Cristo de la presente exposición, condensa perfectamente el trabajo de Carlos: el de lxs niñxs que, en la entrada de la Iglesia central del pueblo, nos interpelan con su mirada delante del célebre portal del cementerio. Su presencia hace evidente ante quienes, muchas veces, pasan delante de ellxs ignorando su dolor.