Salgan al sol
(Por Astor Vitali) Para esta última columna cultural del año había pensado en editar un racconto de audios en base a las entrevistas y a las producciones sonoras que hemos realizado a través de nuestros micrófonos con artistas de la ciudad, del país y el mundo. Sin embargo, reconsideré la cuestión. Me parece oportuno, en cambio, tratar de pegarle una mirada panorámica a la cosa cultural en Bahía Blanca, tan problemática durante estos últimos años.
En principio, me parece destacable reparar en el hecho de que, lamentablemente, cada vez que uno se refiere a la cuestión artística en Bahía termina hablando de los problemas para desarrollar propuestas artísticas más que de las propuestas artísticas y estéticas en sí mismas. Este es un dato de época: se habla más de las dificultades para hacer arte que del arte en sí mismo.
La nuestra es una sociedad desigual, por lo que el derecho a la producción cultural y el acceso a bienes culturales no están resueltos a priori. Hay miles de ciudadanos y ciudadanas que jamás tuvieron la oportunidad de pisar el Teatro Municipal, por ejemplo. Se necesita del Estado para garantizar los derechos culturales.
El mercado y el Estado tienen en esto una alianza estratégica dura. El mercado produce bienes tangibles e intangibles concebidos en industrias culturales, segmentado en “gustos” culturales que se ocupa de construir. De la mano del Plan Cóndor y de la destrucción del sentido de lo público que implicó el menemismo, las músicas populares concebidas por el pueblo fueron diezmadas –así como las fuentes laborales generadas- y, a través de una inmensa maquinaria editorial y mediática, se impusieron estéticas hechas por centrales de producción que buscan maximizar ganancias confeccionando productos “para el pueblo”.
En este proceso, el rol del estado es básicamente desfinanciar a los actores culturales locales y regionales con el objetivo de eliminar los rasgos particulares que atenten contra el plan de instalación de artísticas monótonas y segmentadas por clientelas. Si sos pobre y medio morocho: lo tuyo es la cumbia. No tenés derecho a nada más de la belleza de la música universal creada durante siglos por la humanidad.
Sumado a esto, también se suelen transferir fondos públicos hacia las empresas productoras de contenidos. El ciclo AcerArte de la gobernadura María Eugenia Vidal es ejemplar.
Esta alianza entre gobiernos y privados deja en una situación de marginalidad relativa a las propuestas artísticas producidas por la ciudadanía. La alternatividad ha sido la marca de la época. Grupos de teatro, musicales, artistas plásticos/as, escritores/as se ven restringidos/as a un circuito que representa un porcentaje mínimo de la población. Al mismo tiempo, los canales masivos de comunicación social garantizan que no despegue ninguna propuesta que no acuerde con cánones claramente establecidos y documentados por los manuales de las productoras.
Les recomiendo que busquen en YouTube charlas motivacionales de compositores del mercado musical en México, quienes van mostrando el manual para hacer canciones que “peguen” y encontrarán allí la respuesta a cómo se crea un producto cultural masivo que nada tiene que ver con lo popular ni con las historia de la música popular sino con la creación de público homogéneo para maximizar ganancias con un producto híbrido.
En este contexto uno cree que deben interpretarse las medidas municipales del actual gobierno. A saber: haber dejado a 30 niños, niñas y adolescentes sin su orquesta escuela en Villa Miramar; haber intentado vetar reglamentación de acceso a subsidios por parte de artistas locales; haber recortado horas extras y con ello el cierre de museos; haber retirado apoyo a encuentros y eventos realizados por gestores culturales locales independientes (sin fines de lucro); negar la grave crisis cultural que atraviesa el sector.
Todo esto constituye una política definida. No puede concebirse de ninguna manera como un error, como cuestiones personales atribuibles a la infame gestión de Ricardo Margo, como incapacidad política o como resultado del desconocimiento. De ninguna manera. En términos más claros podemos ponerlo así: les calienta un carajo la cultura producida por el pueblo al que deberían representar. Sí les importa la foto con las estrellas de la industria cultural porque su profunda ignorancia les convence de que eso es la cultura y lo otro apenas “chiquitaje” que “no logra triunfar”. El exitismo al gobierno.
Un último problema que debemos señalar es que la actitud de muchos/as trabajadores/as de la cultura no favorece una política activa desde este palo que logre visibilizar sus virtudes y problemas. Algunos/as van por la personal. Otros/as descreen de las herramientas de participación y representación. Otros/as quisieran ser estrellas. Salvo cuando el agua nos llega al cuello y vemos ahogarse a alguno cercano, cuesta mucho reaccionar y buscar acuerdos y políticas en común. Es importante tomar nota de esto para no repetir la misma conducta y cuando baje al menos un poco el agua no olvidemos que a eso llegamos por apostar a la individual.
El funcionamiento asambleario del Consejo Cultural Consultivo da cuenta de que un modelo participativo y de democracia directa es posible y exitoso. En los últimos años es mucho lo realizado y las victorias logradas cuando se obtuvieron puntos de consenso y se puso el cuerpo a las luchas (rechazo al veto de la ordenanza de creación del CCC, piso del FMA, Fondo Municipal de Financiación de Eventos Artísticos y Culturales de organización regular y continuidad en el tiempo, etc.).
Es preciso también buscar más canales de diálogo y conocimiento en torno a las propuestas estéticas existentes. Hay mucha iniciativa y propuesta que muere cerrada en cada grupo y su pequeño espacio cultural. Compartir, dialogar, comparar y comprender propuestas estéticas entre sí puede abonar mucho al enriquecimiento colectivo. Hay vida después del Instagram.
A las estrellitas hay que recordarles que su destino final es la implosión. Tarde o temprano estallan y mueren. Los y las laburantes de la cultura, fueron, son y serán siempre el centro gravitacional sobre el que gira todo lo otro.
Para cerrar estas columnas y nuestro año, podríamos decir -junto a Martínez y Canterini-: Salgan al sol. Hay vida detrás del Instagram.