Una asamblea para revisar caminos
(Por Astor Vitali) Desde la recuperación de la democracia a esta parte, se fueron trazando con claridad las líneas que delimitan lo que podríamos llamar una política de los trabajadores y de las trabajadoras de la cultura en Bahía Blanca.
Claro que no comenzó allí: se trata de una ciudad en la que la comunidad estuvo muy ligada a la creación de instituciones vinculadas a la cultura y el conocimiento; desde la creación de la Universidad Nacional del Sur, a partir de idas y vueltas del movimiento comunitario hasta las decisivas tomas del 55, pasando por la creación de la Orquesta de los Organismos Artísticos del Sur, producto de la organización gremial sobre fines de los 50, hasta el uso verdaderamente transformador del teatro municipal durante una etapa reciente.
Para situarnos en algún momento del tiempo, es la creación de la Asociación Argentina de Actores allá por 1975, la que da cuenta del antecedente más reciente, previo al ejercicio del terror. La delegación local de Actores y Actrices se funda nada menos que en 1975. El viejo sindicato de músicos, en ese entonces, ya había sido ocupado por el ala derecha del peronismo, hasta ser vaciado finalmente en los 90.
A partir de la recuperación de la democracia, y con estos antecedentes, todas las tácticas de los diferentes sectores de la cultura en la ciudad –al menos de aquellos que se inscriben en la línea del campo popular- avanzaron en iniciativas que responden principalmente a dos supuestos: el acceso a la cultura de la comunidad como un derecho y el reconocimiento del artista como laburante.
Decíamos al menos de quienes se inscriben dentro del campo popular porque, ciertamente, otros fueron abanderados de la levedad del no ser a la que algunos llaman posmodernismo y otros se inscribieron al etéreo embelesamiento de sus almas bellas. Son piezas de museo.
Volviendo al campo popular, bajo estos dos supuestos se entienden los Centros Culturales Municipales en los 80, la creación de la Comedia Municipal en los 90, la creación del Consejo Cultural Consultivo en los 2000, UMSur en 2012, y así siguiendo.
Por partes
Los tallares barriales responden a este enfoque. La educación popular y la acción directa de laburantes de la cultura para disputar en uno de los problemas centrales del mundo contemporáneo: el acceso a la cultura para la disputa de subjetividades que no aspiren a pensar-sentir fuera de la ley mundial del capital (“dentro del mercado todo, fuera del mercado nada”). Para que un sujeto individual, pueda pensar de manera crítica, debe acceder a los colores que vitalizan el ejerció del pensamiento. No será a partir de la basura meinstrim el alimento para el desarrollo de herramientas de pensamiento y de sentimiento críticos.
Esto se aplica en una ciudad con nivel de exclusión estructural que supone que casi la mitad de la población está caída del mapa. Los talleres tienen un rol crucial en una política que aspire a que la política, el ámbito de la comunidad, recupere la democracia, que no debería ser el ejercicio del voto cada tanto sino el ejercicio de los plenos derechos del conjunto de la comunidad (económicos, culturales, sexuales, religiosos, etc.+).
Con la comedia municipal ocurre otro tanto. ¿Qué posibilidades tendría la mayor cantidad de la población de acceder –por diferentes circunstancias- a una propuesta teatral en la niñez, en la juventud, con todo lo que eso implica para el despertar de los sentidos, si no fuera por la comedia? Probablemente se quedaría afuera la mayor parte de la niñez en la ciudad.
El consejo cultural consultivo, con sus altibajos, es una herramienta de gran impacto que logrado radicalizar el ejercicio de la democracia directa en el ámbito de la cultura. Una asamblea que se parece a un soviet, no en el sentido rústico del paisaje ni un sentido estricto de los actores sociales que los conformaron antaño, sino en el sentido de constituir el ámbito de acuerdos y de acumulación de poder popular capaz que instalar políticas públicas, construir ordenanzas, poner límite a los ejercicios de mal gobierno. Esta herramienta se centra en el ejercicio de los derechos políticos, y sus definiciones tienen alto impacto en políticas concretas, presupuestos, realización de producciones y obras. Sin la ordenanza, por ejemplo, de “eventos permanentes”, miles de personas carecerían del acceso por ley comunal a que sus eventos barriales y comunitarios deben ser financiados, sin depender del dedo del desorientado de turno que ocupe el rol de director de Cultura.
UMSur nació como sindicato claramente constituido por esos dos lineamientos: derechos laborales y culturales. Acceso a la comunidad y reconocimiento de la condición de laburantes para quienes realizan un trabajo en el ámbito cultural. En esas líneas ha colaborado en el armado de ordenanzas, en la recuperación de puestos de trabajo, en la recuperación de la orquesta infanto juvenil de Miramar que el macrismo intentó arrancar, en la discusión de políticas públicas en la región, en iniciativas en la región, en multisectoriales, en el reconocimiento del pago mínimo por ejecutante musical. Y una larga lista de cosas.
Lo que se definirá (o no)
Todos lo que se ha avanzado en materia de derechos del sector es muy valioso. Pero no puede comprenderse la política cultural de nuestro pueblo por fuera de esta lógica que, como una vía, tiene dos rieles necesarios que, aunque lo que se dice de las líneas paralelas, sí se tocan, y lo a través de la locomotora a la que suben niños y niñas, laburantes, gentes de pie y sin zapatillas, laburante de lo público, laburantes precarizados y una larga lista de una población y de sus necesidades comunitarias de acceder a sus derechos culturales.
Es decir, si no pensamos nuestra labor en el contexto de la comunidad y del acceso de la comunidad a sus derechos culturales, corremos el riesgo de soslayar todo un legado democrático del ámbito cultural; inscribirnos en esta tradición de las dos vías, es lo que lleva a repensar si estamos sobre el tren o cada uno secuestró un vagón para covachar su propia banalidad.
El sábado a las 10 de la mañana en Zelarrayán 692 se convoca a una asamblea de UMSur para ratificar el camino de hacer con plena consciencia del entorno, o de yacer narcisísticamente obnubilados en el punto fijo del ombligo.