El día que la quieran (97 años de radio)
(Por Astor Vitali) 27 de agosto. Día de la radio. Evoca la primera transmisión de radio sobre el Coliseo. ¿Qué movió a los locos de la azotea? La pasión. La pasión por los transistores, por la música, por la comunicación, por ser parte de una cofradía de apasionados por aparatos que dinamitaron distancias y soledades.
Si estamos de acuerdo con esto podemos decir que la pasión parió a la radio.
A sus 97 años esta viejita goza de buena salud y mantiene un espíritu travieso. Hay quien dice que recién está dando sus primeros pasos. Cada vez hay más radio y más radios. Radio tradicional. Radio comercial. Radio por internet. Radio escuela. Radio comunitaria. Radio popular. Radio alternativa. Radio barrial. Radio rural. Radio noctura. Radio informativa.
La noticia sigue siendo patrimonio de la radio. La noticia nace en la radio. Hoy, decenas de los portales más importantes se nutren de la entrevista periodística en radio y van actualizando momento a momento lo que será tapa o simplemente lo que es noticia inmediata en los portales informativos.
Es cierto: la radio está amenazada. Sin embargo, si uno escucha a la radio con atención, de inmediato advierte que esta viejita aniñada se caga de risa de las bravuconadas y los gritos sordos de sentenciadores precoces, más preocupados por amenazar que por hacer algo de utilidad social.
La radio siempre estuvo amenazada. La amenazó la TV en los 60 y contraatacó con programas más vivos y dinámicos. La amenazaron y ella no hizo más que divertirse más y más y con más personas. También es cierto: le costó la vida a las orquestas. Es una cicatriz que de tanto en tanto se toca y le hace ruido. Cuando algo le duele a la radio: hace ruido. Como cuando se apaga una frecuencia por malos manejos empresariales. Mucho de esto hay por estos días. Están cerrando radios y despidiendo radialistas por estos días.
Luego, la amenazó internet y la radio se llenó de vida y juventud y le cantaba a miles de portales nuevos diciendo: ¡gracias amiga internet, ahora también me escucho por acá!
Hace unos años la incipiente cultura On Demand la amenazó y le dijo, con aire sepulturero: ¡Ahora sí! ¡Has muerto para siempre!
La radio rio a carcajadas y, gentilmente, agradeció a viva voz. Y entonces Radio Cut y millares de aplicaciones y separadores en todas las radios anunciando: “llevá la radio con vos a todas partes” y más gente trabajando en otro canal de difusión de radio y más radio y más radionautas por aire, por tierra, por ferrocarril que es lo mismo que decir: por éter, por internet, por Smartphone y por todos los espacios.
Radio por todos lados. La radio más viva que nunca.
Sin embargo, la radio no las ganó todas. Por instinto de supervivencia, se vio obligada a cobijar en sus estudios a gente que, por falta de espacio en otros medios, sobrevive de ella. La usa. No le da nada. No la ama. Y en eso estamos. La radio está llena de charlatanes que no tienen nada para decir y que no le hablan con amor. No piensan antes de hablar. No sienten antes de decir. No la escuchan.
Hay mucho radialista que subestima a la radio y ella los soporta porque todavía tiene la esperanza de que algún día lograrán conocerla. Todavía espera que esos periodistas que la usan a diario se den cuenta de que ella es más que un micrófono donde vomitar palabras. Ella añora, con vehemente paciencia, que estos personajes pasajeros la recorran y aprendan que, por ejemplo, la música no es el momento de ir a fumar, al baño o simplemente desentenderse. Ella espera que sepan que la música es un sonido esencial para su vida y que lo que suena suena mejor si se lo apoya en el aire con dulzura y con atención. Ella espera que le dejen de gritar y que de vez en cuando la abracen los silencios, la estremezcan los sonidos del aire. Ella espera que los efectos no sean una marea de ruidos embravecida sino que sean lo que supieron ser: una voz más para contar la historia que se cuenta.
Todo esto que le pasa a la radio le pasa porque hay radialistas que no han comprendido lo esencial, aquello con lo que abrimos este comentario: el elemento esencial de la radio es la pasión. Pasión por que esté viva minuto a minuto. Porque sea parte del aire. Porque le cante a las mañana, a las tardes y a las noches. Porque sepa lo que dice cuando dice algo.
La pasión por la radio se advierte cuando se repara en la pasión por el lenguaje de la radio, por su medio, por su sustancia.
La radio sabe que no habrá más penas ni olvido el día en que, en lugar de la operación burda y los intereses espurios, la principal ocupación de sus hacedores vuelva a ser la pasión. El día que la quieran.