Sí, se puede
(Por Astor Vitali) Ayer se celebraron 10 años de actividad del Consejo Cultural Consultivo. Fue a las 19 en el Tablado. Pasamos por allí muchas personas que hemos fungido como asesores, asesoras, consejeros o consejeras.
El hecho es muy emocionante. Es una experiencia de participación directa de trabajadores y de trabajadoras, en este caso del ámbito cultural, sostenida durante diez años, con incidencia en la aplicación de políticas públicas.
¿Cómo funciona? Cada dos años se elige un consejero o una consejera y dos asesores o asesoras por cada área: música, artes escénicas, literatura y artes visuales. El cuerpo lo terminan de conformar un consejero o consejera en representación de laburantes del Instituto Cultural y quien oficie de directo del mismo.
¿Por qué es importante el mecanismo asambleario? Porque de esta forma no solo se eligen a las personas sino que se les otorga un mandato, es decir, una serie de opiniones consensuadas a través de la discusión directa en torno a las políticas públicas en materia cultural. De esta manera, la representación ejercida cobra un sentido pleno.
El Consejo Cultural Consultivo sufrió un duro ataque a comienzos de 2016. El intendente Héctor Gay vetó la ordenanza que regula su funcionamiento. Por acción política de los trabajadores y de las trabajadoras de la cultura, a través de manifestaciones y discusiones con los bloques del Concejo Deliberante, se consiguió el rechazo del veto por fuerza deliberativa. Además, se logró modificar la ordenanza incorporando en la letra los elementos característicos de cómo venía funcionando: la designación de representantes por mandato de base.
Este consejo no sólo logró defender el Fondo Municipal del Artes de los embates del ajuste y con ello defender la fuente de financiación para numerosos proyectos sino que también logró crear nuevos fondos. Es el caso de la ordenanza que regula los eventos con continuidad en el tiempo, o sea, la creación a través de la lucha de un nuevo fondo concursable que otorga el derecho automático de que los eventos con impacto social, sin fines de lucro y con más de dos ediciones demostradas, sean pasibles de financiación.
Esto genera una visión respecto del rol del estado: debe acompañar de manera efectiva las iniciativas culturales emanadas de la propia comunidad.
Podríamos decir que el enfoque sustancial de funcionamiento se basa en dos aspectos centrales: la defensa de los derechos laborales de los y las artistas de la comunidad y el derecho constitucional al acceso a la cultura por parte del conjunto de la población.
La última ordenanza mencionada no solo garantiza el pago por el trabajo de artistas sino que garantiza a la comunidad el derecho a acceder a las propuestas culturales existentes. Es una ordenanza de avanzada sin precedentes en el país. Es menester difundirla, concientizar y replicarla. Porque amén de que muchos funcionarios lo desconozcan, los derechos culturales deben ser garantizados por el estado y tienen rango constitucional a partir de la última reforma de 1994.
Vuelvo a que es emocionante. Y lo es porque reivindica una herramienta profundamente humana y poderosa: la discusión entre pares, la asamblea. En muchas oportunidades hay personas que, imbuidas por el espíritu de época, descreen de toda herramienta colectiva y sentencian: “es imposible”.
A raíz de ello, en lugar de apostar a consensos para beneficios comunes y comunitarios, prefieren tocar la puerta de algún amigo senador o de un funcionario que conoce a un amigo de un amigo. La cultura de la prebenda hizo estragos en los lazos sociales contemporáneos.
“No se puede, es imposible, somos “todos diferentes”, dice la diatriba oportunista. Estos diez años de Consejo Cultural Consultivo demuestran lo contrario: sí, se puede. Y no solo se puede sino que la acción colectiva resulta mucho más efectiva que el ventajerismo individual –deporte de pocos ganadores.
Un buen ejemplo que puede tomarse para cualquier ámbito humano. Algo real y existente. Mucho más que el berretín incomprobable del discurso del éxito individual. En el podio apenas caben tres. En las herramientas populares, el pueblo entero.
Foto: CCC