Que parezca una campaña

(Por Astor Vitali) Finalmente, este domingo tendrán lugar las elecciones Primarias, Abiertas, Simultáneas y Obligatorias (PASO). Ya no se pueden difundir encuestas y las cartas están echadas. Hay quienes buscan resultados que influyan en las elecciones generales y hay quienes intentarán alcanzar el mínimo para seguir en ruedo.

En perspectiva, hay que decir que las paso 2019 han perdido su razón de ser porque todas las fuerzas políticas han resuelto sus internas puertas adentro. Por lo tanto, la ciudadanía no está convocada a votar en el espíritu original de esta competencia, basado en que pudieran dirimirse las candidaturas de cada espacio de puertas abiertas a la comunidad.

Esta circunstancia abona al desinterés general. Si bien son obligatorias, el nivel de sufragio en general suele ser unos puntos menos en las PASO que en las generales. Es por esto que todos los candidatos han realizado esfuerzos para convocar a las urnas: necesitan demostrar que la balanza se inclina hacia la fuerza que los llevó a sus candidaturas.

En otro orden de cosas, el desinterés aumenta por el carácter superfluo de las campañas. El vuelo de la política es tan bajo que los temas de la campaña 2019 asemejan bastante a los de 2015: “la grieta”. La revolución cultural macrista frente al “populismo” versión Alberto Fernández. Los núcleos duros de cada espacio no sólo están consolidados sino que militan con vehemencia sobre la importancia de la victoria de uno u otro proyecto. La “vuelta del pasado” versus una “economía con inclusión”. Esos núcleos duros son minorías muy activas pero no son las masas.

En el medio, hay una amplia capa de votantes que no se ha manifestado y a los que las encuestas no alcanzan a percibir. Se trata del llamado “voto sorpresa”. El mito de la reflexión política indica que en una sociedad con índices educativos aceptables, este núcleo fluctuante de votantes debería expresarse en función de su situación económica en favor del proyecto que beneficie a las mayorías o al menos el que menos lo perjudique. Sin embargo, elementos como el odio de clase y el impacto del pensamiento neoliberal sobre masas asalariadas ha sido determinante en la elección anterior. Este voto tiene nervioso a más de uno.

En el pago chico se dice que los números dan a Héctor Gay victorioso sobre Federico Susbielles. Como sea, el primero se basa en los actos de gobierno para hacer una fría campaña confiado en el espíritu conservador de la Tierra del Diablo y el segundo ha venido desarrollando un trabajo muy serio, concentrado en escuchar a distintos sectores, hacerse conocer y generar nexos. Sin embargo, no reunió los consensos necesarios con el lopesismo, que retiró su candidato ubicado en noveno lugar.

La izquierda trotskista intenta profundizar su proyecto y llegar al Concejo buscando afianzar la confianza en que a diferencia de los políticos del sistema la izquierda “es confiable” y se va a “parar contra el ajuste”. El resto de las propuestas por derecha buscan un voto rancio de anti derechos que se ven reflejadas en figuras abominables del presente histórico como Jair Messias Bolsonaro.

Si las líneas de este comentario editorial parecen desapasionadas es porque el carácter general de esta campaña es de esta calaña. En el momento en que se supone que la sociedad debería estar movilizada discutiendo ideas y proyecto de país, la calle muestra una sensación desapegada de lo político y los protagonistas son publicistas que hasta ahora confeccionado spots de campaña con ideas base muy pobres: ratificar “el cambio” (o sea el rumbo de este liberalismo salvaje) o una economía menos atroz sin grandes rupturas con la corriente internacional.

El escenario electoral deja por fuera cualquier tipo de planteo político que proponga una perspectiva anticapitalista y antipatriarcal. Vaya nonovedad: el socialismo no está en agenda. Al menos no para la presidencial, más allá de la posible presencia de la izquierda en el parlamento.

El único tema de fondo que podría dividir aguas es la reforma laboral. Tema verdaderamente serio y de peso político elocuente. Ni unos ni otros profundizan sobre este aspecto: el macrismo no la reivindica a viva voz (como en otro momento y por asesoría consciente) por pianta voto y el fernandismo no la rechaza con los tapones de punta para conservar su modo moderado y no ser atacado por los medios masivos que han tomado la reforma laboral esta semana como un asunto de estado para los próximos tiempos calificándola de “inevitable”.

Los grandes ganadores de la campaña son los vaciadores de ideas. Ojalá hacia el mes de octubre la cosa tome estado político.

Que parezca una campaña.

 

Imagen: Mané Perez Tápias