Omar Morán y la conciencia de un pueblo
(Por Astor Vitali – Foto: Gustavo Pirola) Ayer murió un hombre importante de la cultura en Bahía Blanca: Omar Morán. Podría haber dicho que se fue un fotógrafo, pero no sería la lente adecuada para describir lo que representa su figura y lo que significa en el acervo local.
¿Qué es un fotógrafo? Un artista, un laburante y una persona con oficio. Pero también un periodista de lenguaje contundente y discurso infalible: una imagen vale más que mil volantas. Se pueden decir muchas cosas de las fotografías de Morán y hay mil anécdotas publicadas y no publicadas, conversadas con este personaje que podías cruzarte en la calle. Pero en otro momento daremos lugar al anecdotario, nos interesa ahora hablar de su mirada.
La voz tibia de Morán en medio de la calle -que es la inmensa casa de los fotógrafos-, era reveladora: era una actitud consciente que responde a una elección de discurso. ¿Por qué se es fotógrafo? Tal vez para otorgar menos importancia a la opinión propia que a lo que ocurre. El registro de lo que pasa es un testimonio cargado de subjetividad porque es el fotógrafo quien elige qué registra y cómo lo hace. Pero es a su vez la elección de un discurso de altura filosófica y ética: elijo hablar a través de terceras cosas, a través de expresiones de otros. Por eso hablaba cálido y amistoso: lo que quería decir estaba dicho y revelado.
Un fotógrafo es un artista, un laburante y una persona con oficio que elige hablar a través del registro de lo que ocurre, mostrando su mirada del mundo a través del mundo. Morán tenía una mirada del mundo. La mirada y la lente. La conciencia y el papel de foto. La mano es el trípode y el dedo un gatillo que en cada relámpago ilumina y castiga; alumbra el mundo una imagen que rebelada y fustiga al consorcio de los injustos el efecto de una imagen verdadera.
Un fotógrafo de Villa Mitre y peronista es un artista, un laburante, un hombre de oficio que elige hablar a través de sus imágenes. Las imágenes son iguales a los hechos consumados. Más que palabras; más que lo que puede significar que Omar Morán es un fotógrafo de Villa Mitre y peronista con oficio y arte que habla iluminando cosas y disparando centellazos; capturando instantes, fragmentos del alma de las cosas.
Sí, las imágenes son hechos consumados. No se trata del registro de lo que es sino de cómo se es y cómo se está siendo. Hay maneras de ser fotógrafo y maneras de ser peronista. Morán fue del pueblo. Podríamos decir más: ser fotógrafo es una manifestación de la conciencia de un pueblo. Aquí nos vamos acercando.
Ser fotógrafo en Bahía Blanca y ser peronista y amigo de la revolución cubana y de la Casa de Amistad Argentino Cubana y del cooperativismo y registrar desde esa perspectiva del mundo implica una decisión ética fundamental: se está concretamente en un sitio, mirando desde ese sitio a otros sitios. Hacia el poder, hacia los que pagan bien, pero no quieren fotógrafos. Porque un fotógrafo no es una máquina, no es el dedo del patrón enviado a gatillar a cualquier sitio.
Los patrones actuales prefieren selfies porque no quieren fotógrafos. Sí, claro: hay una cuestión económica, pero no es sólo eso: un fotógrafo (si hablamos de Morán, de ese fotógrafo) es, como vamos viendo, la conciencia de un pueblo que camina por las calles con mirada atenta, capturando señales para avanzar de la mano de su pueblo hacia un lugar mejor, archivando registros necesarios para saber qué nos fue pasando, qué nos hacen quienes no nos dejan hacer y qué hacemos desde aquí, con todo ese acervo. ¿Qué hacemos?
No ha muerto un fotógrafo: porque no ha muerto –sigue vivo en su obra- y porque hablamos de un fotógrafo pero de un artista pero de un amigo de muchos pero de un compañero pero de un caminador por otros pero de un hincha pero de un pedazo de nuestro pueblo y este párrafo podría ser completado por cientos de bahienses con muchos aspectos de todo lo que significa Omar Morán.
Pero además hay otras que cosas que hay que decir de las elecciones de este artista, amigo, compañero, laburante y fotógrafo. Morán era un caminante con la mirada en alto y perfil bajo. Hay mucha sabiduría en la posición del fotógrafo. Camina, piensa, analiza, busca, captura momentos, conmueve. En todo esto siempre destaca a otra cosa o a otras personas. Este es un mundo en el que se nos enseña a exteriorizar y a expresar lo que pensamos; en las redes, en las conversaciones, en los vínculos hay que hablar de uno y desde uno. Mucha cháchara y poca escuchar.
Fotografiar es parecido a escuchar: es la atención puesta en el mensaje que está en un lugar diferente a mí, es poner los sentidos al servicio del otro. Omar Morán era también, entonces, un gran escucha. Un gran observador es un gran escuchador.
¿Cuál es el pensamiento de un fotógrafo? Hay algo en aquello de que una fotografía se queda con parte del alma de su objeto, que puede ayudarnos a pensar. Pero no es la máquina la que retiene, es la persona: lo que se absorbe no queda guardado en el aparato sino en la retina del fotógrafo. El pensamiento del fotógrafo está hecho de todo lo que vio, es decir, de los pensamientos de todos aquellos a los que escuchó en imágenes. Por eso habla poco, el fotógrafo, porque conoce mucho, y la cautela es sabiduría frente a la verborrea que proviene de la estupidez.
Quien ha visto cosas admiradas, conoce su propia dimensión.
Omar Morán es muchas cosas y sobre todo es alguien cuyo pensamiento –pensamiento de pensamientos- nos acompañará siempre porque ya estamos afectados en nuestras retinas, en nuestros oídos y en nuestras memorias por su mensaje que parecía silencioso y era cauto y sereno: Omar Morán es un lugar de la conciencia del pueblo, revelada, publicada y archivada, para siempre.
Está en nosotros.