Tomar la agenda social

(Por Astor Vitali) Comenzamos un ciclo con la esperanza de hacer algún aporte al debate político general y a la libertad de prensa en particular. Porque convengamos que no se estaría publicando mucho de lo importante que ocurre. Mucha pauta y poca idea.

Este es un país en el que, afortunadamente, en política todo puede pasar. Pero de antemano podemos señalar una paradoja: será uno de los años con mayor cantidad de elecciones realizadas y, sin embargo, pinta para ser uno en el que menor intensidad de debate político habrá.

De qué habla, don Vitali, te preguntás. Bueno, es sencillo. Sin duda habrá campaña por aquí y por allá, spots publicitarios y las imágenes de los candidatos atravesarán tu vida. De hecho, como señala un informe de Perfil del 10 de febrero, muchas referencias políticas han decidido migrar del Twitter al Instagram. Es decir, verlos los vas a ver.

Pero el hecho de que haya mucha campaña y mucha publicidad no implica necesariamente que esas campañas tengan contenido interesante para el debate político. Más bien, serán una serie de declaraciones cruzadas sobre superficialidades de todo tipo. Ni que hablar de las operaciones y contra operaciones judiciales que están a full. Ya nadie entiende si la razón asiste a algún sector o si dentro de esas operaciones hay verdad codificada.

A tres años del gobierno de Cambiemos no sólo no hubo segundo semestre sino que tampoco inversiones y se sabe que las promesas de campaña fueron ampliamente incumplidas. A esto se suman las enormes dificultades de carácter económicas que atraviesa el país. Inflación, parate de consumo y vencimientos de deuda espectaculares para 2020 y 2021 nos llevan a una encrucijada financiera de resultado (positivo) imposible.

Asimismo, todo esto ocurre bajo la espantosa sensación de estar vigilados nuevamente por el FMI y sometidos a sus misiones de control que van por las reformas laboral y jubilatoria, entre otras.

Este cuadro debería llevar a la dirigencia a hablar del modelo político, económico y cultural para salir del laberinto histórico del endeudamiento y desendeudamiento y sobre todo para proponer hacia adelante un modelo que sea capaz de no depender de la timba financiera y poner a producir los cuantiosos recursos argentinos. Cuantiosos recursos en tanto cuestión material y territorial sí pero también -elemento olvidado-, la gran capacidad de materia gris. No hay que olvidar que los países llamados desarrollados no son aquellos donde se produce tecnología, por decir, celulares, sino donde se producen las ideas y la planificación de desarrollo tecnológico.

Si vos leés la agenda publicada de hoy, no se ve ninguno de estos debates a la vista. Hay sí titulares espectaculares como “Pepito destrozó a Menganito”, “Escándalo por tal cosa” y yerbas similares. Pero ¿y para dónde vamos? ¿Quién pone esto en agenda? Los mejores asesores políticos que guían a unos y a otros sectores tienen plenamente presente que una elección no se gana por la virtud de los argumentos expuestos sino por las sensaciones que generan a las mayorías. Por ello es que nada de esto se discutirá.

Y, por supuesto, este prisma se aplica a nuestra ciudad donde las principales referencias tienen por objetivo no sacar los pies del plato de la agenda económica impuesta por algunas cámaras industriales y las gerencias locales de mega empresas trasnacionales con sede en el Polo. ¿Qué esperás del debate local?

Lo único que puede sacudir la comodidad de la política profesional, de ir pivoteando sobre los temas planteados por los sectores de poder, es que la agenda social logre imponerse. Que los dramas vividos en cada barrio, los desastres ambientales, las desigualdades, las víctimas de una economía local que jamás contempló las necesidades laborales existentes, el espantoso déficit de vivienda, la política criminal del cierre de talleres culturales en los barrios, la inacción sobre la violencia machista, los manejos económicos y sus correlatos en la corrupción del sistema jurídico y policial converjan en una agenda común de reclamos y propuestas desde abajo que sacuda la comodidad mediocre expresada en el debate político.

Habrá que ver. Este grillo cantará todas las tardes con la esperanza de que, del otro lado, el viento vespertino le devuelva el canto sordo de los de abajo.