Que la maten es lo normal, lo curioso es qué hacía antes
(Por Francisco Tavaglione) La violencia de género es la cosa más instituida y quizá una de las más arraigadas y antiguas de nuestra cultura. Ya en la biblia, en la que todavía se basan muchos valores actuales, la mujer es concebida como inferior al varón, condenada por haber comido de la manzana a parir con dolor y a someterse al hombre (Genesis. 3; 16-17), y a él, por haberla escuchado a ella, lo condena a tantos sufrimientos más.
El paso del tiempo conoció a muchas revolucionarias, pero casi todas las obras de aquellas libertadoras fueron absorbidas por el contexto, tras lo que sus grandes cambios, fueron asimilados por la moral, el machismo y las “buenas costumbres” patriarcales (no todas, claro está, y por suerte).
En consecuencia, entre diez mil y dos mil años después de que empezara a forjarse nuestra cultura, la mujer sigue ocupando un mismo lugar en la estructura social, a pesar de todas las luchas y los movimientos que hombres y mujeres ponemos en acción para cambiar esta situación. Aunque hoy la sociedad (aparentemente) intenta tomar conciencia de la injusticia en que tuvo relegada a la mujer, sin embargo el resabio sigue presente en nuestra cultura, y se deja ver en todas las opiniones de aquellos que justifican un feminicidio, en base a las actividades o los gustos de la víctima. Sigue presente en los medios de comunicación, en todos aquellos periodistas aberrantes y blasfemos que ante un asesinato, preguntan a los familiares si tenía novio, si aquel día se había ido enojada, o si se drogaba.
Ante esta situación, me llama muchísimo la atención dos cosas.
En primer lugar, el hecho de que se le dé más importancia, y más vuelta, y más trascendencia, a cómo iba vestida, qué costumbres tenía, de dónde y hacia dónde iba, etc., que el hecho mismo de que la hayan secuestrado, violado y torturado. Es como si la sociedad dijera: que la maten no es lo curioso, eso pasó siempre, lo curioso es lo que ella estaba haciendo antes –para que- la maten.
Eso da asco, y asco deberían sentir los periodistas, y los medios de comunicación que transmiten esos valores, porque todos lo sabemos, la pantalla genera cultura, y los valores que transmiten son, precisamente, los mismos que respiramos hace diez mil años con respecto a la mujer. En este sentido, los medios se oponen a una evolución, a un cambio de perspectiva, perpetuando los valores de antaño que casi nadie se hace cargo de todavía sostener.
En segundo lugar me llama la atención que la prensa, sabiéndose que es una industria de opinión, costumbres, tendencias y cultura, sin embargo siga transmitiendo los feminicidios como si se tratara de un apasionante e intrigante caso de Sherlock Holmes o su maestro Dupín. Periodistas ávidos por resolver el misterio, aparentan estar investigando a fondo el caso; reconstruyen con imágenes y escenas virtuales la escena del crimen, y de ser posible lo relacionan con asesinatos anteriores que en su momento despertaron la atención de la gente –entiéndase: dieron rating-. Entonces, ¿cómo puede ser, que sabiendo que la prensa produce tendencias, sigan profesando con tanto gusto, con tanto agrado, un asesinato, un secuestro, una violación? ¿No constituye el machacar y machacar un feminicidio, una legitimación del crimen? No es la noticia en sí lo que legitima el feminicidio, es el modo en que lo hacen, siempre igual, siempre dándole importancia a los mismos puntos: tras un asesinato, se busca una responsabilidad en la víctima. Si todos aceptamos la corrupción y esta circula en la tele con mayor comodidad que la justicia –y esto no es casualidad: es, precisamente, una movida política para legitimar la corrupción-, ¿por qué no sucedería lo mismo con los feminicidios? Si los suicidios no se transmiten porque genera “imitación”, ¿cómo es posible que no rija la misma prohibición para los feminicidios?
Implícitamente la televisión nos pone en contra de la mujer. Nos dice que la mataron, pero lleva nuestra atención a otro hecho, al hecho de que algo de responsabilidad debe haber tenido para que la maten, o la violen, y si en ella no se encuentra responsabilidad, entonces algún familiar o amigo, o las drogas. La televisión legitima una y otra vez el feminicidio, y solamente nos hace prestarle atención a cuestiones que no tienen nada que ver con el tema, un tema tan amplio como su historia: el machismo.
Nos va a costar muchísimo más trabajo, y más tiempo, y más víctimas, cambiar nuestra perspectiva si no somos conscientes de la información y la prensa que consumimos, que nos forma la opinión y, lo que es peor, educa a nuestros chicos.
La sociedad no puede seguir presumiendo que evolucionó en un tema tan sensible, si ante la aparición de un cuerpo ultrajado y sin vida, se sigue preguntando por qué había ido a comer un helado antes de que la maten.
(Imagen realizada por Francisco Tavaglione)