Sobre necesidades y derechos

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(Por Suteba Bahía Blanca) En la provincia de Buenos Aires 1.240.000 familias tienen problemas de vivienda. El 50% porque necesita una vivienda y el otro 50% porque necesita mejorarla o ampliarla para vivir dignamente.

En cuanto a villas y asentamientos hay registrados 1807 barrios con graves problemas sociales, urbanísticos, ambientales y de servicios públicos.

La contracara de tantas necesidades es que el Estado ha avalado las ocupaciones ilegales y la violación sistemática de las normas cuando las llevan adelante grandes emprendimientos privados de urbanización bajo la lógica del negocio inmobiliario. En los últimos años en la Provincia se han construido 500 barrios privados sin permiso pero cuentan con apoyo estatal para grandes inversiones en infraestructura que proveen los servicios y la pavimentación de calles de acceso.

Son habituales también las excepciones a los Códigos de planeamiento urbano que promueven las intendencias y respaldan Concejos Deliberantes para facilitar la construcción de lujosas propiedades horizontales y barrios cerrados sobre áreas de humedal. En Bahía hace poco se aprobó una excepción al Código para habilitar la construcción de una torre de 20 pisos en Sarmiento al 1300 donde estaba la fábrica de colchones Fabra Fons. La ganancia para los inversores inmobiliarios por estos pisos de lujo se estima en 9 millones de dólares.

La triste paradoja del capital coloca en situación de “derecho” a los grandes negocios con la tierra mientras las necesidades de miles para que se cumpla con el derecho constitucional a la vivienda son estigmatizadas como delitos.

La pandemia, además de los padecimientos que origina sobre la salud pública, ha profundizado estas desigualdades. La pérdida de trabajos estables y temporarios y el aumento del precio de los alquileres agravan las penurias del déficit habitacional.

Entre docentes muchas de nuestras compañeras y compañeros deben trabajar al menos un cargo para poder pagar el alquiler, desempeñando el segundo para lograr la subsistencia diaria sin poder llegar a tener una vivienda propia que impida el desgaste cotidiano al que se ven sometidas. El derecho a la vivienda les está literalmente negado. Y esto se evidencia cuando en promedio se necesitan 362 sueldos mínimos de $16875 para acceder a un terreno de U$D 60000. Básicamente 30 años de sueldos mínimos.

SÍ AL DERECHO A LA VIVIENDA.

En la entrega de bolsones en las escuelas los y las docentes verificamos día a día cómo se multiplican las necesidades más acuciantes.

Por citar sólo un informe alarmante la Unicef estima que a diciembre 2020 la cantidad de niñas y niños pobres pasaría de 7 a 8,3 millones. Pertenecen a familias que tienen que resolver minuto a minuto cómo subsistir y entre las penurias cotidianas está muchas veces, el techo que los ampare y la posibilidad de cumplir con los resguardos frente al coronavirus.

Sin dejar de repudiar a todo aquel o aquella que quiera lucrar con las necesidades de las personas, sí decimos con toda nuestra fuerza que criminalizar la lucha por la tierra va de la mano con la negación de derechos.

Los mismos políticos que en campaña enarbolan discursos sobre la igualdad ahora compiten en declaraciones amenazantes y discriminadoras.

La estigmatización y criminalización, parecen ganarle a aquello que nuestra legislación garantiza como derechos.

Por ejemplo el artículo 36 de la Constitución provincial marca con toda claridad: “la Provincia promoverá el acceso a la vivienda única y la constitución del asiento como bien de familia; garantizará el acceso a la propiedad de un lote de terreno apto para erigir su vivienda familiar única”.

Tampoco se acuerdan, claro, de la ley provincial 14449 de Acceso Justo al Hábitat que define el derecho a la vivienda y a un hábitat digno y sustentable.

Por contrapartida la apropiación de tierras públicas por parte de quienes más tienen ha sido norma en la historia nuestro país comenzando la que se llevó adelante sobre la base del genocidio primero, seguido del reparto entre pocos propietarios de centenares de miles de hectáreas de tierras comunitarias indígenas y campesinas.

Nuestra ciudad también es y ha sido testigo de estas apropiaciones de tierras fiscales para la especulación inmobiliaria y el lucro privado, contando en estos casos con las complicidades políticas y judiciales Si las pandemias del siglo XXI creadas por el capitalismo exigen distanciamiento, luchemos y exijamos al estado la tierra y la vivienda para vivir dignamente y para producir nuestros alimentos.

Exijamos nuevas escuelas y hospitales públicos, nuevos barrios y planes de construcción de viviendas Y rodeemos de solidaridad y apoyo a las genuinas recuperaciones de las familias que reclaman por el derecho a la tierra junto a las facilidades para poder pagarlas.

La tierra es de lxs que la habitan y la trabajan.