(Por Ángel Dantagnan/ La Máquina) Desde temprano se veía una actividad diferente en la Plaza. La camioneta, el engache, el escenario, las luces para ir a retirar, todo se veía lejano y el inicio había sido publicitado por las redes y por cartelería que empapeló la ciudad. Por momentos parecía que sería imposible tamaño objetivo: celebrar los Corsos Céntricos, arrebatados por una decisión unilateral, inconsulta, que desconoce el trabajo que se viene realizando por l@s murguer@s desde hace tantos años.
Para repasar rápidamente, los feriados de carnaval fueron eliminados mediante decreto por la dictadura cívico-militar consecuente con su proyecto de “disciplinar” a la sociedad: no había lugar para una celebración en la que el amo juega a ser esclavo y éste a mandar, en la que se permite festejar, danzar, expresarse.
En 2010 se presentó el proyecto de ley para restituir los feriados que se efectivizó en 2011 con los llamados “Carnavales de la alegría” que funcionaron hasta 2016 con la participación del Estado como co-organizador entendiendo, no sólo la expresión artística, sino también la función social que cumple el trabajo de las murgas durante todo el año.
Volviendo al denominado “Carnaval en Desguace” (que se enmarca en una serie de reclamos del sector de los hacedores culturales de la ciudad) se dispusieron dos escenarios en la Plaza Rivadavia que permitieron una dinámica de circulación de público distinta, pudiendo disfrutar todos de todo.
Para las 18 estaban armados los mencionados escenarios, sus correspondientes sonidos, decorada la Plaza, instalados los baños químicos y había ya un interesante número de gente circulando. Como es de suponer en eventos de esta magnitud, comenzó con un poco de atraso, pero los tiempos de presentación de artistas se fueron acomodando a lo largo del evento.
La lectura del comunicado dio inicio a la fiesta. Luego, el ritmo de los tambores del Rejunte de candombe trazaron la línea de lo que sería un festejo pocas veces visto en la ciudad: artistas de diferentes ámbitos (no sólo desde las murgas) que se juntaron a compartir. Por nombrar sólo algunos; Alberto D`Alessandro, La Banda Lavanda (Desbandadas), La Nave Circo, Triskel, La otra parte, Iconoclastas (teatro), Motor Colectivo (danza) y muchos más que quisieron decir presente.
Fueron muchas, también, las agrupaciones y colectivos que apoyaron y adhirieron haciendo realidad el festival con aportes desde sus posibilidades; algunas con dinero otras poniendo el hombro y la fuerza de trabajo, a las que se les agradeció en el micrófono abierto.
La jornada del lunes terminó con una gran concentración de murgas de la ciudad acompañada con similar apoyo desde el público. Se estima que alrededor de 4500 personas asistieron, bailaron, se abrazaron y entendieron que el carnaval es de tod@s. Para tod@s.
Pero no culminó allí: al día siguiente se concentró nuevamente en el centro de la Plaza Rivadavia para “cortar con lo amargo” en un desfile de carnaval. La caravana recorrió parte de la ciudad, deteniéndose en el Teatro Municipal para continuar bailando al ritmo de los tamboriles hasta retornar a la Municipalidad, dónde se realizó la última “Matanza murguera” en la que los cuerpos bailaron libres, y tod@s fueron invitados a sumarse al gran final, sabiendo que se había logrado mantener vivo un derecho. El derecho a la alegría.
Quedará en la historia de la ciudad como un hecho que pone en relevancia la gran capacidad creativa y de gestión de unos y la lejanía y el poco entendimiento de la realidad cultural de otros a los que (según cierra el documento leído) “debe dar tristeza y frío” verlo a solas desde una oscura oficina.
El “Carnaval en Desguace” fue un ejemplo de la organización colectiva en su máxima expresión y demostró que cuando se dejan de lado apetencias personales y se aúnan objetivos es posible lograr el bienestar para tod@s.
Fotos: FM De la Calle.