(Por Astor Vitali) Cuenta regresiva. Faltan cinco semanas para que, de una forma u otra, los y las dirigentes políticos del país diriman las candidaturas para disputar la presidencia de la República Argentina. Hasta el momento, hay más precandidatos que ideas.
En la incomprensible fantasía del pensamiento (permítaseme el término) macrista, no hay mucho por disputar en términos electorales porque en un escenario de polarización son capaces de ingresar la boleta amarilla dentro de la urna a plena conciencia de que, en caso de tratarse de gentes de a pie, se están condenando así mismos y sus hijos a una vida despojada de derechos económicos, jurídicos y culturales. Pero en ese mundo -que prefiere culpar a “la negrada” en lugar de a los que se vienen afanando el país vestidos de frac- no hay posibilidad alguna de votar una fórmula que les huela a populismo.
Lo único que podría hacer mella es que, en una actitud reparadora de haber alimentado al monstruo en 2015, el radicalismo reuniera fuerzas no para ganar la elección sino para restar posibilidad a través de cautivar el voto radical no amarillo con el objetivo de impedir la continuidad de la aplicación de estas políticas de consecuencias magnánimamente devastadoras.
En el peronismo la mejor jugadora sigue siendo Cristina Fernández. Se presente o no, transitó estos cuatro años con un perfil bajo que le permitió modificar parte de su imagen y dejar que Macri se ocupe de ser Macri. Como señaló Napoleón hace tiempo: “Nunca interrumpas a tu enemigo mientras está cometiendo un error”.
Y mal que les pese a todos los que la daban por muerta sigue siendo la candidata del espacio opositor con posibilidades electorales con mayor intención de voto. Hay médicos de la política argentina que decretan la muerte cuando la carne aún está bien caliente.
El conjunto de las fuerzas populares no peronistas no avanzaron en ningún armado electoral con capacidad de disputa presidencial. Claro que puede haber escaños legislativos y hasta –ojalá- espacios de en lis poderes ejecutivos municipales. Pero en este contexto de agresividad de las políticas Cambiemos está claro buena parte de la sociedad sin vocación suicida se enfocará en que Macri no continúe.
Nuevamente, no será el voto positivo a favor de un programa de gobierno. Es el natural “todos contra Macri” lo que prevalecerá en los próximos días. Es un voto de carácter defensivo, un voto de supervivencia. No se trata de un voto de fe en las propuestas opositores (casi totalmente ausentes).
Unas preguntas, a cinco semanas de la verdad: ¿Está la oposición dispuesta a hacer lo que hay que hacer si es cierto que la urgencia es “todos contra Macri”? Y, de corazón, para quienes adhieran de buena fe a una propuesta de estas características: ¿nos espera la obsecuencia después de una posible victoria o sea habrá tomado nota de que la mejor fórmula para sostener un gobierno que se reivindique de carácter popular es precisamente fortalecer la organización popular y la autonomía de esos espacios?
“Todos contra Macri” parece una fórmla razonble. Pero habría que ver también a favor de qué.