“Yo soy Alika Kinan, soy sobreviviente del delito de trata. Yo llegué a la isla en el año 96, también con ofertas engañosas, con expectativas de mejorar mi vida, lo cual nunca llegó a suceder. Terminé siendo explotada en un prostíbulo”, dijo al ser consultada por FM De la Calle sobre el juicio contra la familia propietaria del local “Black and White” de Ushuaia. Según Fiscales.gob, la banda encabezada por Víctor Morales está acusada de engañar a través de falsas ofertas laborales publicadas en el diario Clarín, trasladar y someter, al menos, a 18 mujeres.

Por allí pasaron muchas más. En las mismas condiciones que sufrió Alika con otros proxenetas y que aún está tratando de dejar atrás. “El clan Morales hace veinte años que viene explotando mujeres. Está implicada toda la familia, es realmente conmocionante para la ciudad de Ushuaia porque es un prostíbulo donde iban todos. Estaba tan, tan, naturalizado que terminaban yendo desde los padres, los hijos, los abuelos llevaban a los chicos a debutar, era realmente aberrante”.

La CTA Autónoma de Tierra del Fuego informó que el principal imputado, Víctor Morales, quedó detenido este miércoles tras presionar a una víctima para que no lo comprometa. Hoy se leerán los alegatos y el viernes se dictará sentencia.

Alika comentó que durante el debate “se detectó que había muchos casos de situaciones de vulnerabilidad de derechos. Las mujeres en cualquier sano juicio no llegan a prostituirse. La mujer que llega a entregar el cuerpo a cambio de dinero es porque está realmente en una situación muy, muy, vulnerable y con muchas necesidades. Nos encontramos con padres, con familiares, con hijos y todo tiene que ser sostenido por ellas”.

“Entonces llegamos a esa situación de explotación. En el año 2012 es cuando se quita el término ‘consentimiento’, lo que le daba consonancia a la Ley de Trata. Antes decías ‘pero dio el consentimiento’. Sí claro, cuando estás al borde del abismo y te están por empujar, ¿qué vas a decir? Firmas lo que sea aunque sepas que está mal. Das el consentimiento sobre algo que sabés que no es sano, que no está bien pero que no tenés otro camino, no tenés opciones. Eso es la prostitución. Cuando no tenés ningún tipo de opción, no podes elegir, ahí es cuando se convierte en trata de personas.

Como carne de carnicería

Ushuaia, puerto pesquero, puerto militar, última parada antes de la Antártida, puerto de cruceros. “En temporada alta, en verano, bajan entre dos mil y cinco mil personas. Gran parte de los que bajan hacen uso y abuso de los cuerpos de las mujeres que tienen que estar acá expuestos”.

Alika contó que cuando ella llegó, al igual que las mujeres por cuya explotación se juzga al clan Morales, se encontró con la complicidad del Estado. “Automáticamente me llevaron a la policía, los tratantes me dijeron lo que tenía que decir, cómo lo tenía que decir, que yo venía como alternadora. El término alternadora es viejísimo, se supone que la mujer comparte copas, alterna copas con el supuesto cliente que no es más que un consumidor”.

“Por lo tanto, cuando yo me voy a hacer el carnet, primero me dan de alta, me hacen la apertura del legajo en la policía, sabiendo donde yo voy a estar. Ya la policía a nivel provincial sabe a qué vengo y quién me entrega. Después te piden una libreta municipal (…) ¿Qué ponía la libreta sanitaria? Exigía un análisis de HIV y un exudado vaginal, ¿para qué me exigís eso si supuestamente voy a alternar copas? ¿Me estás cuidando  mí o estás cuidando de entregar una mujer sana a quien vaya a consumir ese cuerpo? Es como carne en la carnicería, tiene que pasar un control de Senasa, acá son los controles municipales”.

Entre los “clientes” pasan dirigentes y punteros políticos y comisarios. “No me digas que no saben que está mal. Que se está haciendo un consumo de cuerpos. No me digas que cuando encontrás una chica de 18 años en un lugar de estos, muerta de miedo, que a lo mejor ni siquiera ha tenido relaciones sexuales, no me digas que no sabés lo que está pasando. Pasa que conviene más hacer la vista gorda, consumir lo que vas a consumir y te vas”.

“Acá no hay nada color de rosa”

Las mujeres permanecen atadas por “cadenas psicológicas” al prostíbulo. “Es un sistema de endeudamiento por los pasajes, quedás debiendo dinero de ropa, de comida, de tu propia comida, tu propio alojamiento. A partir del momento en que vos sos aislada de tu familia, de gente que te pueda ayudar a pensar en tu situación, donde estás sola, donde te cambian el nombre -no podés prostituirte o ser explotada con el mismo nombre de pila con el que naciste-, todo un trasfondo psicológico donde terminás aislándote y disociando tu propia personalidad”.

“Te convertís en otra mujer. Las cadenas son psicológicas, no te vas a encontrar muchas mujeres que estén con grilletes, atadas ni encerrados. Sí te vas a encontrar lugares donde veas alambres de púas, puertas que se cierran a determinada hora y siempre con ese miedo de no me puedo ir porque me van a ir a buscar, me van a golpear, me van a matar, me van a violar. ¿A dónde me voy a ir? Son casos de violencia extrema pero más allá de la violencia física que se ejerce sobre la mujer, es una brutal violencia psicológica”.

Durante el debate oral una de las víctimas defendió al proxeneta Morales. Alika también pasó por esa situación. “Yo me negaba a que cerraran el lugar porque obviamente veía que todo se me evaporaba, tenía mi vida destrozada, pero la poca estabilidad, el poco dinero que podía mandar a mi casa, lo sacaba de ahí. Me negaba a creer que él hubiese sido un opresor. De hecho, el vínculo que se establece entre el tratante y la víctima, a mí me llevaba en auto, me llevaban al hospital, me cuidaban, yo estaba mejor acá que en cualquier otro lado”.

“Todo eso forma parte de esa opresión psicológica donde ellos tienen que establecer un vínculo para que vos primero des el consentimiento y aparte no se te vea mal. Ya una carga con cuestiones psicológicas como depresión, volcarse al alcohol, a las drogas. Dentro de todo ese caos ellos tienen que ser el ancla que te da un poco de estabilidad. Y lo logran muy bien porque siguen lucrando con tu cuerpo y dentro de todo aguantás. Estás ahí, no te querés ir. Me cobran por llegar tarde, por no ir, el día que me enfermo tengo que pagar dos mil pesos, pero no importa, yo me quedo ahí porque es donde mejor puedo estar. Cuando lo mirás desde afuera, es una locura todo eso. Son mujeres a las que se les quita todos los derechos”, explicó.

Tras presenciar las audiencias del juicio al clan Morales, Kinan destacó que una de las víctimas “tiene un retraso madurativo que cualquier persona que hablara con ella se daba cuenta. Cuando a ella la engañan, tenía un DVD de la película Moulin Rouge, ella pensaba que iba a eso. Mirá vos la fantasía, mirá vos las mujeres siguen pensando en esa Mujer Bonita, en ese Moulin Rouge y no. Realmente a lo que vas es un sucucho de metro y medio por medio metro, son cuchetas dónde vas a estar con quince, veinte, treinta hombres por noche. Donde te duele todo el cuerpo, terminás seis, siete de la mañana toda dolorida. Incluso a veces sangrando, muchas de las chicas que no soportan más tener sexo terminan super alcoholizadas y después de tantos días terminan vomitando sangre. Acá no hay nada color de rosa, acá no hay nada placentero, es tremendo, son infiernos”.

¿Qué solución les vamos a dar?

Al ser consultada por el cierre de “cabarets y whiskerías” ordenados en algunas jurisdicciones como el Partido de Bahía Blanca, Alika opinó que “es una medida efectiva en tanto y en cuanto los diferentes organismos nacionales, provinciales y municipales cumplan con los protocolos de actuación hacia las víctimas”.

“Lo que no podés hacer -que yo lo sufro hoy en día- es cerrar un prostíbulo y dejar a todas esas mujeres a la deriva. Te ofrecen talleres de costura, de mucama. Yo no quería hacer costura ni mucama, ¿por qué me ofrecían esas cosas a mí? Estamos hablando de asistencias de una semana, dos semanas, un mes. Esas mujeres necesitan tratamiento psicológico, eso es fundamental. Necesitas reinsertarlas laboralmente, socialmente”.

“Yo hace un año y medio que estoy con tratamiento psicológico y todavía sigo escuchando cosas terribles que han pasado en mi vida como muchas otras mujeres. El tratamiento es una parte fundamental de darle un sentido a tu vida. No todas toleran eso porque te encontrás con cosas terribles, pero hay que hacerlo. Nación, provincia y municipalidad fallan en todos esos puntos. No hay refugios, no hay casas”, afirmó.

Finalmente se preguntó: “¿Qué solución les vamos a dar? ¿Qué estamos planteando para poder reinsertarlas socialmente? ¿Como sociedad sabemos a qué nos enfrentamos? ¿Vamos a tener esa capacidad de tolerancia para que esa mujer entre en nuestras vidas? ¿Vamos a tolerar que una mujer que hayamos visto en un prostíbulo la veamos en una caja en un supermercado? ¿Vamos a ser tolerantes y solidarios para darles trabajo, para enseñarles, para ayudarlas? Ahí es donde estamos equivocándonos. El error no es cerrar los prostíbulos, el error es cerrarlos sin contención para estas mujeres que terminan en situaciones de clandestinidad, siendo tratadas de peor manera que antes”.

La justicia de Bahía Blanca condenó a una madre a seis años de prisión por ser partícipe necesaria en comisión por omisión en el delito de abuso sexual con acceso carnal padecido por su hija. La violación fue consumada por su pareja mientras ella miraba televisión en la misma cama.

El tribunal dio por probado el hecho alegado por el fiscal Sebastián Foglia, quien sostuvo que se encuentra acreditado que en 2008, en Coronel Pringles, la imputada “cooperó y prestó la colaboración necesaria e imprescindible para que su pareja, pudiera acceder carnalmente a su hija de diez años de edad y con debilidad mental leve, en la habitación de su domicilio durante una visita previamente pautada con el padre biológico de la niña”.

“La colaboración prestada (al violador) consistió en avalar y consentir el abuso que se ejerció sobre su hija en tanto presenció el hecho cometido sin interponerse ni impedirlo ya que estaba en la misma cama de la habitación donde el hecho se produjo, mirando la televisión sentada en el borde de la misma, omitiendo velar por su hija ni requerir auxilio, pese a que por su carácter de progenitora le correspondía hacerlo”, asegura el fallo.

Cabe destacar que los delitos sexuales son catalogados como “delitos de propia mano”, esto significa que solo la persona que realiza una conducta abusiva puede ser autor de la misma. Quien preste colaboración al autor incurre en algún grado de responsabilidad penal, según la importancia que tenga ese aporte y la oportunidad en la cual lo realice.

Esa cooperación o ayuda puede consistir en la realización de alguna acción, y también una omisión; es decir, se puede colaborar sin hacer nada. No cualquiera que “no hace nada” o “hace otra cosa” mientras se realiza una acción abusiva, participa del abuso o colabora con el abusador. Pude incurrir en responsabilidad por otro delito, pero no por abuso.

Sin embargo, hay personas que se encuentran en una especial y particular relación con la víctima de abuso que se denomina “posición de garante”, tales como padres o madres respecto de sus hijxs y las personas encargadas de cuidar niñxs, que ante una situación que amenace la libertad sexual “son garantes” de su protección y su inacción, en esos casos, puede hacer que se consideren tan responsables como el autor del abuso.