(Por Silvana Melo – APe) ¿Es necesario esperar tres cifras oficiales y un par de caras compungidas de quienes son hacedores de este drama para saber lo que se vive? ¿Hay que estar F5 actualizando portales a las 4 de la tarde para que el INDEC diga lo que la calle grita todo el tiempo y los que no ven es que no quieren ver? ¿Es creíble hacer una puesta con bambalina incluida para presentar un número a todas luces escaso y mentiroso, que quedó viejo y desactualizado el 12 mismo de agosto, lunes después de la PASO, es decir un mes y 19 días atrás cuando la pobreza llovió en la cabeza de todos –o casi todos- como un chaparrón con granizo sin alerta del SMN?
¿Nadie sabía que hay 16 millones de pobres o en realidad que había 16 millones de pobres hasta el 11 de agosto y que ahora tiene que haber unos 18 o 19 millones desparramados por todo el país?
¿Qué cambia el 35,4 % en la doña sentada en la puerta del Carrefour Express de avenida Santa Fe con los tres niños y una manta y uno de ellos que se tapa las orejas y mira para abajo como para correrse del mundo? ¿Qué le devuelve el porcentaje en la tapa de los portales al flaco que empuja el carro y ya no da más y el cartón no vale nada y si se lo gasta en escabio terminará sin nada en la panza pero con la conciencia cerrada para no sentir? ¿Qué les demuestra el 35,4 % a las multitudes que son seis puntos más pobres en cuatro años y que en realidad son diez puntos más pobres en cuatro años pero si el gráfico de barras no se los dice los pibes no les lloran de hambre los fines de semana cuando no hay escuela ni comedor?
¿Qué les cambia a los que dicen hacer patria en los barrios selectos de la Caba el 52,9% de pobreza en Concordia, que queda tan lejos, tan desesperadamente remota, tan provincia, tan más de la mitad de la gente sin lo necesario para vivir con dignidad pero lejos de donde dios tiene la oficina central y da misa los domingos?
¿Qué les provoca, además del qué barbaridad, las manos en las mejillas y a otra cosa, el 52,6% de la pobreza en los niños porque en esta tierra injusta y mal llevada por los que la llevan, los más pobres y los más castigados son las niñas y los niños de hasta 14 años, justamente los más frágiles, hay que ver qué tamaño tiene la impiedad? ¿Hasta dónde les duele en serio y no sólo hasta el límite del ambo casual o de la falda justo por debajo de la rodilla que el 13 % sea indigente es decir no le alcance para comer a la infancia en naufragio?
¿Con qué escribe la vena que se inspira en un trabajador muerto en Ezeiza para reducir a la mitad las indemnizaciones por accidentes de trabajo? ¿Con qué, si encima lo escribe un día antes de que el INDEC anuncie la pobreza que, multiplicada, anda como el fuego de la pólvora quemándose las esperanzas?
Todas las alternativas son caras del capitalismo con maquillajes diversos. Pero ¿no es este descalabro político una tragedia humanitaria desplegada sobre los sectores populares más frágiles? ¿No es un golpe feroz sobre un amanecer postergado quién sabe hasta qué día de estas vidas?
“Si al terminar mi presidencia no bajé la pobreza, habré fracasado, más allá de lo que hayamos obtenido. Todo lo demás serían excusas”, Mauricio Macri, 6 julio, 2016.
No fue su fracaso.
Fue su éxito.