El maestro Miguel Ángel Carra falleció este jueves a los 77 años. Fue director del Patronato de la Infancia de Bahía Blanca durante seis meses en 1985 y desde el 1 de octubre de 1987 hasta el 16 de febrero de 2006 cuando se dio por despedido por los directivos y marcó el “fin de una época” en una institución que continuó con un derrotero plagado de demandas laborales y causas judiciales por maltrato a las niñas y niños y desmanejos en la administración de dinero, donaciones y propiedades.
“La formación integral de los niños y el respeto por el derecho a la identidad” fueron las prioridades que “el dire Carra” estableció durante su gestión en la institución. Tal como lo recuerda la antropóloga Belen Noceti, “el discurso de Carra gira siempre en torno a un eje rector ‘la educación es lo único que puede ayudar a estos chicos a defenderse en la vida’, enfatiza en ejemplos de ex-internos que hoy han comenzado sus estudios terciarios o universitarios, considerando que, de alguna forma, ‘ha cumplido su labor de maestro'”.
En su memoria compartimos un fragmento del trabajo “Patronato de la Infancia, cien años de constitución y reproducción de menores y familias inviables” en el cual la investigadora destaca el perfil de la tarea de Carra en el Patronato.
La formación integral de los niños y el respeto por el derecho a la identidad
(Por María Belén Noceti) Miguel Ángel Carra fue el director del Patronato durante prácticamente 20 años. Para el “dire Carra” -como se lo recuerda en cada rincón de la institución-, los 20 años de trabajo transcurridos tuvieron como objetivo la formación integral de los niños. El énfasis dado en el proceso educativo de cada pequeño tutelado tiene que ver con la formación profesional del director, maestro, por sobre todas las cosas.
Carra lleva adelante numerosas reformas todas ellas tendientes a propiciar que los niños tuvieran la oportunidad de expresar y desarrollar su personalidad de manera diversa. Apunta a no homogeneizar y lucha contra las clasificaciones de normalidad hasta el momento impuestas.
Como forma de priorizar la diversidad y el respeto por la diferencia, Carra suprime todas aquellas actividades relativas a la fe católica apostólica romana como única creencia.
“…los Estatutos de la Institución mostraban una inclinación hacia la fe católica; pero el ingreso de los chicos demostraba que los chicos venían de familias con distintas creencias –mormones, testigos de Jehová, entre otros-por eso suspendimos el rezo antes de la comidas . Por entender que el chico de las instituciones no debía dar las gracias por nada. Eran los adultos los que debían hacerlo, ya que por su internación se les brindaba a los adultos la posibilidad de tener un sueldo y por ende, seguridad económica a los hijos propios”.
Miguel Ángel Carra, 2-11-06
Algunas de sus acciones son por ejemplo el armado de roperos para varones y para nenas, con el fin de que cada niño tenga sus mudas de ropa con sus iniciales bordadas. De esta manera se posibilita o no el préstamo de la indumentaria a otros niños según los deseos de cada uno. Este tipo de acción fomenta responsabilidades paulatinas en el cuidado de lo propio y lo ajeno, la solidaridad y el respeto; valores esenciales para la convivencia social.
Cada acción supone aprendizajes del adulto en relación con el niño, de manera dialéctica. A su vez existen cajoncitos donde guardar “tesoros” de propiedad personal de cada interno y al cual solo el propietario tiene acceso.
El director realiza también, el seguimiento escolar de cada niño. No solo revisando cuadernos -actividad que realiza diariamente en su despacho-; sino que acude a cada escuela cuando resulta necesario. Lucha contra las discriminaciones al interior de los establecimientos escolares, prosiguiendo con el modelo de asistencia escolar impulsado por Emilio Fernández.
Uno de los logros que menciona “el dire” es que se reduce el grado de repitencia de los niños, fortaleciendo la actividad de las maestras de apoyo y la intervención psicopedagógica por fuera de la institución. En su gestión se conforma la actual biblioteca de estudios.
Siguiendo con el objetivo de fortalecimiento de la identidad y de la autoestima de los niños propicia el armado de mochilas con útiles escolares nuevos anualmente para cada niño, dejando en claro la no necesidad de donación por parte de la escuela. De esta manera espera que los niños sean considerados “chicos comunes” sin trato preferencial por ser del patronato. Un elemento clave resulta ser, entonces, el desarrollo de la responsabilidad y autonomía progresiva.
“En los primeros años –al comenzar las clases- entregábamos a las escuelas una caja con útiles escolares de mayor uso. Les pedíamos a las maestras que si algún chico del Patronato no trabajaba por falta de algún elemento, se lo prestara de la caja y pidiera luego su restitución. Pedimos complicidad a las maestras porque nuestros chicos no tenían estructurado el sentido de pertenencia, como la institución proveía constantemente, los chicos cambiaban los útiles por golosinas, bolitas, figuritas, etc. No valoraban los útiles ante la posibilidad del constante repuesto de los mismos.”
Miguel Ángel Carra 2-11-06
Carra agrega la necesidad de que los hermanos acudan al mismo establecimiento y buscando el fortalecimiento de los vínculos filiales propicia el libre acceso de los hermanos en las secciones en las que se encuentran internados, ante todo -según sus propias palabras- “respetar los afectos”.
Los niños realizan actividades recreativas, talleres y deportes a contraturno del horario escolar. A través de un proyecto de padrinazgo de vecinos de la comuna que Carra vincula al patronato se logra que un grupo de adolescentes estudie manejo de PC en un prestigioso instituto de enseñanza de nuestra ciudad.
El ex-director logra que en 1996 se ponga en marcha un taller literario a cargo de la Prof. Mirta Colángelo, y con el objeto de propiciar mediante actividades lúdicas el desarrollo de la creatividad de los niños. Dado que esta actividad adquiere un desarrollo muy particular será descripta en el apartado siguiente.
Carra elabora un menú alimenticio diario a fin de reorganizar la cocina teniendo en cuenta una dieta balanceada, para que las carnes se coman en el horario del mediodía en que se encuentran presentes los semi-internos, por lo general chicos de hogares carenciados que necesitaban refuerzos en su alimentación. Consigue donaciones diversas para afrontar el gasto en víveres y elementos de limpieza.
Durante su dirección los niños que se destinan a los hogares sustitutos eran grupos de hermanos, o niños que no tenían posibilidad de egreso con sus familias de origen y que estaban ya en el sistema de adopción. En su discurso remarca constantemente las dificultades que trae aparejado el sistema y lo difícil que es conseguir adultos capaces de constituirse en referentes. Para él es importante como modo de aprendizaje de los internos la participación en cada actividad referida al hogar tales como, hacer las compras, cocinar, limpiar, ordenar.
Los hogares padrinos fruto de la gestión de Emilio Fernández, son suspendidos por un tiempo ante la aparición de denuncias de abuso por parte de adultos que los fines de semana se llevan de paseo a los niños. Posteriormente esta modalidad se retoma a través de la intervención de la Parroquia Nuestra Señora de Lourdes y existiendo, por otra parte, un exhaustivo control de los padrinazgos.
Respecto a reformas edilicias la dirección propone y lleva adelante en esta época, además de la biblioteca, el salón de usos múltiples, el comedor para infantes, una sala de enfermería para chicos con enfermedades contagiosas, dos baños y el techado del área de fogón. El gobierno provincial otorga un subsidio para estas reformas mientras que los materiales de construcción fueron en parte donados por las empresas Codimat y Gilli.
El compromiso de los empleados durante los años 1989 y 1990 para con el Patronato es innegable. Carra señala varios episodios a través de los cuales el personal genera acciones a fin de recaudar fondos para el pago de los sueldos y sin abandonar la actividad de servicio a los niños. Recuerda entre otros, el festival de la pasta, el festival de la pizza, la cena americana.
A fin de propiciar momentos de encuentro familiar con significados diversos, la escuela Nº18 dona un árbol de la vida. Cada niño sabe de esta historia y lo cuida, se planta en el jardín de flores frente al edificio, donde se construyen plataformas de ladrillo para que las visitas familiares, protegiendo el significado del árbol se cobijaran bajo su sombra.
Entre otras medidas relacionadas con la conformación de identidad de los niños, se implementa la individualización de los cumpleaños. Cada fecha es festejada con torta y regalo particular para el niño agasajado. Se finaliza con los cumpleaños masivos una vez por mes.
En marzo del año 2003 se pone en funcionamiento en la sección cuna, el programa de estimulación temprana. El municipio en conjunción con la provincia conceden el sueldo de la maestra especializada que se hará cargo de las acciones de seguimiento y acompañamiento de cada niño involucrado.
En otro orden, en 1992; la artista bahiense Raquel Partnoy, contribuye a través de un taller de plástica con el diseño de tarjetas navideñas y de fin de año hechas por los mismos niños. Las mismas son impresas en Buenos Aires y vendidas durante 4 años generando beneficios económicos a la institución. Junto a los niños del Patronato y sus alumnos de la Escuela de Artes Visuales, la artista bahiense pinta murales al interior del establecimiento. Años más tarde, Mirta Colángelo continúa con el diseño de tarjetas en el contexto del taller literario, proyectando así el espacio de creatividad de los niños.
Como se observa, el discurso de Carra gira siempre en torno a un eje rector “la educación es lo único que puede ayudar a estos chicos a defenderse en la vida” , enfatiza en ejemplos de ex-internos que hoy han comenzado sus estudios terciarios o universitarios, considerando que, de alguna forma, “ha cumplido su labor de maestro”.
Foto: “Nuestro querido Miguel Carrá observando una de mis clases de arte, foto que conservo con cariño”. De Raquel Partnoy.
Imagen: “Nena que llora”, por Valeria Manosalva. Obra producida en uno de los talleres que Carra supo impulsar junto a Mirta Colángelo en el Patronato.