(Por Astor Vitali) Murió Marcelo Zlotowiazda. Periodista abocado a temas económicos. Conductor de radio y TV. Columnista. También hombre de gráfica. Si bien su labor periodística se desarrolló en ámbitos de la comunicación privada –léase, con fines de lucro-, creo que el propio peso de su trabajo merece una reivindicación, al menos un lugar en la memoria, desde estos micrófonos comunitarios.
Fue masivamente conocido como “Lanata Boy”, en los noventa, cuando el ex director de Página 12 ofrecía sus servicios a los sectores políticos no menemistas. Luego cambió de contrato. Allí también estaba Tenenbaum y Sietecase. Castelo, también. Sin embargo, aún en ese contexto tan acotado para que un profesional puede desplegar sus dotes –frente a la figura central y el juego desplegado de Lanata- Marcelo Zlotowiazda se destacaba por fundar sus análisis que funcionaban de manera autónoma de la maquinaria de Día D.
Zlotowiazda miraba a cámara, como quien mira a los ojos, y arrancaba a argumentar. Comenzaba a exponer los fundamentos de sus pareceres con un enorme respeto intelectual por sus audiencias, trabajare con quien trabajare, estuviera en el medio en el que estuviera.
En materia económica, el “para que la gente entienda” suele ser un escudo para justificar las propias incapacidades para explicar un tema. Cualquier persona tiene razonamiento económico porque toda persona vive en una economía, por lo que, cuando un economista anticipa su apertura de paraguas -“para que la gente entienda”- te va a cagar o no se esforzó lo suficiente en su labor profesional.
“Muchas veces, este hermetismo ha tenido muy malas intenciones y, al parecer, no sólo en nuestro país. El economista canadiense John Kenneth Galbraith ha escrito: ´Si alguna vez un economista le pide que acepte sus puntos de vista como la palabra del Evangelio, bajo pretexto de que se basan en su erudición, no crea ni una palabra´. Entre nosotros, y en el idioma que el pueblo suele hablar con su vecino, Arturo Jauretche nos enseñó que ´cuando los economistas hablan muy difícil y nadie los entiende, no es que uno sea burro sino que seguro le quieren meter el perro¨”, escribió el ex secretario de Cultura, Jorge Coscia.
Zlotowiazda adoptó para su práctica cotidiana la explicación, el desarrollo de fundamentos, de manera sintética y clara -como corresponde a un comunicador-, al servicio de sus audiencias. Parecería ni más ni menos que lo que debería hacer un buen profesional. Sin embargo, la regla no es esta.
Zlotowiazda era además respetuoso de los códigos de lenguaje de los medios en que trabajó. Había un Zlotowiazda radialista, uno televisivo y otro de gráfica. Había una preocupación por el medio y sobre todo por clarificar posturas ante las audiencias.
Utilizaba además los medios de comunicación para dar palanca a proyectos concretos: hacía política. Mandar el móvil a un comedor para que le lleven un churrasco para el puchero o dar el visto bueno a revistas como Barcelona -recién nacida-, entre otros mil ejemplos, da cuenta de alguien que sabe que tiene poder frente a un micrófono y quiere utilizarlo para hacer el bien a otros proyectos y necesidades que no cuentan con esa herramienta de un medio masivo de comunicación.
En los últimos tiempos tuvo mucha presencia en su discurso el problema de la riqueza. Nótese que no dije el problema de la pobreza sino de la riqueza. Como economista, tenía plena consciencia de que el asunto central de la sociedad contemporánea radica en la hostilidad de una clase social que concentra recursos económicos a niveles insospechados apenas un siglo atrás, enviando al tacho de la infrahumanidad de miles de millones.
El problema impositivo también atravesó sus análisis. ¿Por qué quienes más tienen no aportan para mejorar la situación de los que menos tienen? Para cualquier persona formada en economía, la evidencia de la justicia de este razonamiento radica en la injusticia fundacional del origen de las fortunas: la pobreza no es natural así como la riqueza tampoco lo es, alguien tiene más porque alguien tiene menos y una relación de poder medió esa transacción vedada hoy por el discurso meritocrático.
Como oyente quiero agradecer su preocupación por la difusión de expresiones literarias y culturales. Un periodista debe estar vinculado a su medio y su medio es también su medio cultural. Saber qué dice el teatro de nuestra época, la música de nuestra época, las artes visuales de nuestra época, la literatura de nuestra época. Este -Zloto- periodista sistematizó esas prácticas. Esa lección deberíamos tomarla con mayor responsabilidad el conjunto de comunicadores.
Por último, en general los medios de comunicación masivos interpretan a “la pobreza” pero jamás le dan un lugar para que ejerzan la comunicación con voz propia. Marcelo Zlotowiazda dio lugar en televisión, franja horaria central, a las voces de La garganta poderosa para que no fueran interpretades sino que ejercieran su derecho a la comunicación. Claro está que esta postura no le fue grata a las autoridades ni a muchos a algunos auspiciantes. No le importó: ejerció su derecho a la honestidad intelectual.
Quien suscribe no compartía mayores posiciones con Marcelo Zlotowiazda en términos ideológicos. El mismo se definió como “socialdemócrata”. Pero, puesto en contexto, el ejercicio profesional en los términos en que lo hemos planteado merece un poco de silencio, respeto y reivindicación.
Como dijo ayer su productor de Radio con Vos, Mariano Pavetti, “hacer su editorial desde una clínica, mientras le goteaba la morfina, era amor por el periodismo, por la familia” y por los dones que tomó de la sociedad. Una conciencia de lo público que es reivindicable.
Quienes tienen privilegios y eligen con ellos hacer lo contrario a lo que sus patrones les piden, acatando los indicios de la conciencia, merecen recuerdo, memoria y reconocimiento. Por eso para su audiencia, su trabajo y seria empatía le valió pasar Zlotowiazda a Zloto.
Foto: La Garganta Poderosa