(Por Astor Vitali) El año electoral comenzó hace tiempo. Cada acción de gobierno en todos los planos del estado están más centrados en ratificar los discursos electorales que en solucionar problemas concretos. Cada acto se basa en puestas en escena lamentables que buscan mostrar un país inexistente.
Por el contrario, la oposición se basa en mostrar el desastre de la gestión económica y el desguace del sector público oponiendo la idea de que hace falta un proyecto de unidad para que el programa Cambiemos no tenga continuidad. Sin embargo, en lugar de explicar cuáles son los ejes del proyecto, la principal discusión pasa por quién será el candidato o la candidata.
Mientras en el plano sindical sólo una minoría de la dirigencia peronista opone medidas concretas a la reforma económica neoliberal, en el plano electoral rosquean por arriba cómo construir acuerdos que contengan a los sectores en pugna. Este punto es destacable porque si el PJ hubiera tomado la decisión de oponer resistencia concreta a las medidas económicas el rol de la CGT habría tomado importancia.
Por abajo hay mucha esperanza. Quienes esperan de Cristina Fernández una actitud de liderzgo aguardan que de buenas a primeras resurja esa dirigente con el temple que la caracterizó. Otros sectores peronistas pretenden una versión menos progre y más ortodoxa del peronismo de Estado.
Por abajo hay esperanza también y sobre todo en que las propias acciones de gobierno de Macri, nocivas para las mayorías, sean las que allanen el camino para discutir entre la ciudadanía que así no se puede seguir.
Se sabe que hay un fragmento social que abiertamente apoya la concentración de la riqueza y es gorila. Se supone que al menos un tercio del electorado duro de Cambiemos permanecerá inalterable. Se supone. Esto podría cambiar si alguna propuesta electoral desde el peronismo le garantiza lo que siempre han esperado de los gobiernos: rentabilidad y gobernabilidad.
Para que el resultado electoral sea positivo para el conjunto del pueblo hacen falta puentes que están rotos. Puentes que muy pocos en la política tradicional están dispuestos a reconstruir. Se trata de los canales necesarios para que los problemas de los y las de abajo conecten con un programa de gobierno. Hasta ahora lo que hay es la declamación de lo evidente: la gestión Macri es destructiva para el las mayorías. Sin embargo, las estructuras partidarias con capacidad de victoria electoral en este contexto de democracia formal hace tiempo que no integran en sus filas gente de carne y hueso.
Dirigentes sociales, sindicales y culturales no tienen capacidad de conducción frente a los carcamanes enquistados en las estructuras y en los negocios que les facilitaron esas estructuras. ¿Qué los convocan? Sí, claro que los convocan. Los convocan a la hora de la foto y hacen que algún asesor tome nota de dos o tres problemas de cada sector, los levantan en la campaña pero nadie se ocupa finalmente. Y son precisamente estas prácticas las que alejan a la gente de a pie de la política, las que han dinamitado la credibilidad de la militancia partidaria como herramienta de transformación real.
A la vista de los últimos años y de cómo viene la mano, no parece que la situación esté cambiando. Todo es un “acting”, como se dice ahora, una puesta en escena y siempre conducen los de siempre para lo de siempre. Es un círculo vicioso en el que perdemos todos y abona a una mamuschka de desilusiones que parece no tener fin.
Es muy poco probable que las estructuras partidarias de masas garanticen la participación de sus bases, de los y las dirigentes de abajo. Y esto es el mejor indicador de que la crisis de participación en términos clásicos está lejos de virar su rumbo.
La única alternativa válida para que la próxima gestión no profundice el ajuste y la dependencia es que por abajo haya un sostén que garantice la estabilidad de medidas verdaderamente populares ante los embates del poder económico, la corrupción y el oportunismo reinante en buena parte de quienes se dedican profesionalmente a la política.
De puestas en escenas estamos aburridos. Lamentablemente, hasta el momento, la política continúa vacante en medio del desarrollo del año electoral.