Pablo Becher es profesor y licenciado en Historia por la Universidad Nacional del Sur. Además, es coordinador del Colectivo de Estudios e Investigaciones Sociales (CEISO) y miembro del Seminario de Investigación sobre el Movimiento de la Sociedad (SISMOS) de Mar del Plata.
Recientemente presentó en nuestra ciudad el libro “El Movimiento de Trabajadorxs Desocupadxs en Bahía Blanca: formas de organización y experiencias de lucha (1995-2003)”, producto de la labor para su tesis de magister en Sociología de la UNS. En diálogo con FM De la Calle amplió parte de su trabajo:
-¿Con qué características se empieza a conformar el movimiento de trabajadorxs desocupadxs en Bahía Blanca?
La aparición de los desocupados es un tema, desde mi punto de vista, crucial porque nos permite ver que la situación en Bahía Blanca no era de progreso y de alta actividad económica.
Es una situación -en los noventa- donde se percibe: por un lado, la enorme privatización de áreas públicas pero también de áreas privadas que comienzan a expulsar una gran cantidad de trabajadores. (…) Bahía Blanca va a presentar, a diferencia de otras ciudades de Buenos Aires pero también del país, una enorme tasa de desocupación. Estábamos hablando de casi un 36% de la población con problemas de empleo, donde habían fracasado en muchos casos, las llamadas indemnizaciones, las jubilaciones anticipadas, los retiros voluntarios… y toda esa situación que había sido pactada de alguna manera con los sindicatos, en este momento, empezaron a generar problemas que implicaron una gran masa de personas que no podían permanecer en su empleo. (…)
En el 2000/2001 hace su aparición un movimiento de desocupados que ya tenía su raigambre nacional, como el Polo Obrero, el MTL, la CCC. Son esos años donde comienzan a aparecer estas organizaciones que realizaban un trabajo territorial, sindical y político, y esto es importante aclararlo porque muchas veces se ha pensado en los movimientos de desocupados ocupando un espacio específico, el territorio y su relación específica con los planes sociales, pero en realidad no deben ser vistos de esa forma, sino desde la complejidad que implicó amalgamar lo político, la necesidad de las personas y generar lo que ellos llaman conciencia: una pelea permanente por generar conciencia y participación en las luchas colectivas. El 2001 también va a generar un movimiento de trabajadores estatales muy importante donde los docentes van a ser los protagonistas fundamentales. (…)
Con posterioridad al 2001, 2002, 2003 hay una organización importante del movimiento desocupado ya relacionado a nivel nacional que van a intentar realizar luchas colectivas, entre ellas diversos piquetes, vinculadas a empresas como el polo petroquímico para obtener empleo genuino. Fue un movimiento social muy heterogéneo, muy complejo donde vemos en muchos casos no solamente la visión de la alternancia de la militancia política, sino también la visión de la gente común, los sectores populares, de su cultura de organización que en muchos casos estaba vinculada con las luchas vecinales, barriales, y ahí me parece importante visibilizar eso: cómo el movimiento de desocupados y, en este caso distintas organizaciones, van a captar esas demandas para luchar no solamente por el eje transversal, en este caso el derecho del trabajo, sino también por mejoras circunstanciales en las condiciones de vida.
-Mencionas en tu libro la organización del acampe de casi tres meses en la Plaza Rivadavia y la presencia de la UTD, ¿qué características tenía esta organización y qué la diferenciaba de la otras?
La UTD es una organización que va a nacer específicamente en el barrio Maldonado y va a tener como referentes a distintos actores que tenían una militancia previa en el MAS, pero que de alguna forma por diferentes circunstancias, se habían alejado. Estas personas van a empezar a visibilizar esos bolsones de pobreza, las dificultades que tenían para poder obtener empleo y empiezan a organizarse lentamente en un pequeño programa que tenía ejes fundamentales en relación a obtener mejoras en las condiciones de vida y trabajo genuino, esas eran las dos cuestiones fundamentales desplegadas en múltiples puntos.
Van a empezar, por ejemplo, a participar en las bolsas de empleo que daba el municipio llevando volantes, van a ir a hablar con el MTA y le van a proponer poder hacer alguna actividad, se van a acercar a la gente de la CTA, van a ir a las actividades de San Cayetano (…) Aparecen entonces con fuerza y deciden frente a la negativa del gobierno de poder anotarlos en empleos que se estaban otorgando acampar hasta que se les de visibilidad, en ese acampe aparecen distintas organizaciones como el PC, el PCR, aparece la CTA… es decir la izquierda en este sentido va a acompañar, al igual que los medios alternativos a esa lucha, y eso es importante aclararlo, es decir no estaban solos.
Fue una cosa interesante porque amalgamó también la lucha de otros sectores que venían también en una situación de desocupación. Por ejemplo, en ese momento Aerolíneas aparece privatizado, aparecen los jubilados con muchos problemas en el PAMI, médicos que no estaban cobrando, la UTA con una reconversión en los colectivos, los boleteros directamente desaparecen, es decir, veíamos en ese momento una serie de cambios muy grandes que hacían que la inestabilidad fuera permanente. (…) Y la UTD va a tener en un primer momento una enorme cantidad de gente y luego se va a ir disolviendo. (…) Después va a aparecer más adelante en el 2000/2001 dando el espacio para que pudieran de alguna forma empezar a organizarse en Bahía Blanca en Lucha.
-¿Qué vínculos y continuidades podés hacer entre lo que contás en el libro y lo que lees en los diarios hoy?
En primer lugar, a mí me parece que el enfoque sobre la desocupación muchas veces aparece poco problematizado; aparece como un flagelo, como una anormalidad y en realidad es una normalidad del sistema capitalista. El problema es cómo nosotros logramos de alguna forma generar un cambio ante esa situación permanente. La desocupación es algo que de alguna forma se presenta como algo cíclico y en esta mirada tenemos que tener en cuenta que cada vez más la población sobrante va a aumentando, cada vez más los desocupados se van convirtiendo en un elemento que además es sostenido por el propio capital, para bajar salario, poner techo, permitir que no haya un mejor empleo, etc.
Hoy en la Argentina hay un millón y medio de desocupados y en Bahía Blanca las cifras nos están dando un 8 y un 10% de desocupación de tasa abierta, no quiero imaginar la subocupación, es decir, el empleo precarizado que también se sostiene.
Es decir que estamos viviendo un problema de desocupación permanente y estas organizaciones nos invitaron a reflexionar acerca de cómo los sujetos se organizan para poder generar alternativas al capitalismo. No siempre son alternativas socialistas, sino que a veces son alternativas para acomodarse de mejor manera a este sistema. (…)
-Esos movimientos se plantearon también como alternativas a los partidos tradicionales. ¿Cuánto ha favorecido al movimiento piquetero el desarrollo de la conciencia de clase, la necesidad de formación ideológica? ¿Cuánto hay de autocrítica en el movimiento?
Creo que vas a un punto importante… que es de qué forma los sectores populares junto con la militancia de izquierda, contestataria, etcétera, permite construir una contrahegemonía, es decir, de qué forma podemos construir una nueva hegemonía que tenga nuevas prácticas sociales en los sectores populares y eso es una dificultad que las organizaciones de desocupados vivieron permanentemente. (…) Por supuesto que esto es una construcción en permanente estado de discusión y debate.