(Por Astor Vitali) Se supone que en la radio, en los diarios y en la tele hablan “los que saben”. Cuando el centro de la vida familiar era el televisor (en lugar de la familia), en un país politizado como Argentina, era habitual que algún comensal articulara un “shhh” para escuchar a algún analista, conductor o entrevistado. En el centro del período de las privatizaciones, un desfile de opinólogos repetía: seguridad jurídica, inversiones, el estado no sirve, bajar la carga fiscal, vivas a las importaciones, déficit fiscal cero, baja de gasto público, etc.
Esta mirada política (que suele presentarse descaradamente como “apolítica”) tiene dos objetivos centrales de aplicación: la instauración de un modelo cultural que avale la filosofía capitalista y la propuesta de un modelo económico que supuestamente aportaría al bienestar general a través de la competencia y el desarrollo del espíritu emprendedurista.
En el contexto de emergencia alimentaria actual, aún se escuchan los ecos de aquellas voces. A los sectores que tienen los recursos económicos para detentar los medios de producción -entre ellos, los medios de comunicación masivos-, no se les ocurre mejor idea que proponer los conceptos y medidas que nos llevaron a esta Argentina de hambre, donde uno de cada dos niños es pobre, como la supuesta solución para salir del estado vergonzoso en el que nos dejaron.
Si bien ya no hay programas de análisis político en canales abiertos –han sido reemplazados por propuestas de animación que contienen operaciones evidentes que juegan en favor de mejor postor- los “analistas” y panelistas se dedican a analizar la pobreza y la pequeña economía. Por algún motivo que no logro explicarme, nadie discute la riqueza.
Disculpen mi ignorancia pero me atrevo a preguntar: si un estado reconoce que hay millones de personas que sufren hambre y, a su vez, observa fuga en dólares y ganancias por miles de millones en pocas empresas concentradas ¿por qué no utiliza su legítima capacidad de generar tasas impositivas para garantizar los derechos de la población?
Nadie discute la riqueza. Téngase en cuenta que en estas líneas estamos dejando de lado cómo obtuvieron sus riquezas los sectores verdaderamente ricos. Muchos tienen serias dificultades para explicar la legitimidad de origen.
Para colmo, el sector financiero hace exactamente lo contrario: nos pone “impuestos” para todo. El sistema financiero opera ofreciendo servicios por los cuales impone tasas a como le place. Para las millones de operaciones diarias, desde una extracción de un laburante de su cuenta sueldo en una red de cajeros automáticos hasta la operación de una PyME, te cobran todo.
“En el medio de este mambo”, como decía Eladia, el sumun de la exposición argumental neoliberal dirá que gravar la riqueza es anacrónica porque “espanta las inversiones”. ¿Cuáles?
Más allá del ordenamiento estratégico de una economía que incluya al conjunto de la población, no se puede seguir discutiendo el problema de la pobreza y del hambre sin gravar la riqueza.
Como siempre se dice pero nunca se hace, no se trata de administrar la pobreza sino distribuir la riquezas.