(Por Mauro Llaneza) El sociólogo Daniel Feierstein disertó en Bahía Blanca sobre el genocidio como práctica social en el marco del 10° aniversario de la desaparición en democracia de Jorge Julio López y a 40 años de La Noche de los Lápices. Con la invitación de la Comisión de Apoyo a los Juicios el experto puso el foco en la concreción simbólica y las continuidades del exterminio de parte del grupo nacional que se oponía a los intereses de las corporaciones económicas que recurrieron a las fuerzas armadas para “reorganizar” el país.
“Cuando es quebrada la confianza no hay posibilidad de articularse políticamente y así el disciplinamiento es total porque cada uno está aislado en sí mismo –dijo en FM De la Calle-. Esas consecuencias las seguimos sufriendo y es uno de los grandes desafíos del momento político actual. (…) Esa gran línea que ha dividido sobre todo los últimos cuatro o cinco años la política argentina -lo que los medios hegemónicos llamaron ‘la grieta’- es un efecto de esto y ha quebrado relaciones de confianza en organizaciones de derechos humanos, políticas, sindicales, barriales, que facilitan la realización de los objetivos de los sectores hegemónicos, de los que en su momento fueron los que plantearon la necesidad de la implementación del genocidio”.
Para regenerar dicho lazos no hace falta “un acuerdo absoluto en la caracterización de la realidad política” y “quizás el proceso de juzgamiento de los genocidas es un ámbito privilegiado para producir esa articulación porque siempre hubo fuertes niveles de acuerdo”.
Feierstein es doctor en Ciencias Sociales y docente en las universidades de Buenos Aires y Tres de Febrero donde dirige el Centro de Estudios sobre Genocidio y la Maestría en Diversidad Cultural. Es experto independiente por las Naciones Unidas para la elaboración de las Bases de un Plan Nacional de Derechos Humanos argentino. Presidió la Asociación Internacional de Estudio sobre Genocidio y fue juez del Tribunal Permanente de los Pueblos en numerosas sesiones, entre ellas las vinculadas a los hechos ocurridos en Sri Lanka y en México. Además, es autor de numerosas publicaciones sobre la temática.
El genocidio como práctica social
Feierstein explicó que el polaco Raphael Lemkin, a pesar de ser jurista, aportó una definición de genocidio “muy sociológica” que lo define como la destrucción de la identidad de un pueblo y “fundamentalmente la destrucción de la identidad de los oprimidos y la imposición de la identidad del opresor”, proceso en el cual “la muerte no es el objetivo sino el medio”. “Cuando el derecho lo tiene que construir como figura es muy difícil y termina definiéndolo como el intento de destrucción de un grupo”. Las interpretaciones jurídicas posteriores fueron “vaciándolo de contenido”.
Cuando el caso argentino comenzó a discutirse en la Audiencia Nacional Española bajo la figura de genocidio se intentó recuperar aquella construcción y “articularla con la figura legal”. “Esa interpretación sociohistórica, es en verdad la posibilidad de aprovechar la herramienta jurídica (que brinda la Convención de Genocidio). Así lo han entendido muchos tribunales, en el caso de Bahía Blanca también”.
La posición mayoritaria del tribunal subrogante que está a cargo de los juicios en nuestra ciudad se replica en la cuarta parte de los tribunales del país. El reconocimiento del genocidio enriquece “los procesos de construcción de memoria colectiva porque nos permite entender lo que nos ocurrió de una manera muy distinta que cuando solo se utiliza el concepto de crimen de lesa humanidad que no tiene nada de esto en cuenta, habla de hechos indiscriminados, de población civil en general, y cuesta ver la conexión entre esos hechos, pese a que se habla de un plan sistemático nunca se aclara para qué”.
Quienes descartan el concepto de genocidio advierten que los grupos políticos no están entre los religiosos, étnicos, raciales o nacionales que especifica la Convención. Feierstein propone superar la discusión advirtiendo que la represión fue mucho más abarcadora y apuntó a la eliminación de una parte del grupo nacional para reconfigurar social y económicamente el país.
“El genocidio buscó ir mucho más allá, buscó desmontar redes de relaciones sociales que en algunos casos involucraban organizaciones políticas pero no siempre. Involucraban a organizaciones sindicales, que por supuesto tienen contenido político pero no eran lo mismo. Organizaciones barriales, centros de estudiantes, montones de organizaciones donde lo que se buscaba -incluso el propio vocabulario de los genocidas- era transformar, reorganizar la sociedad. Cuando lo describen tanto Díaz Bessone como Videla esta reorganización de la sociedad pasa por transformar incluso los valores morales”.
Feierstein destacó que los genocidas buscaron “transformaciones económicas que sin embargo se lograron después del genocidio. Eso tiene lógica cuando uno entiende cómo operan las prácticas sociales pero nos obliga a abandonar ciertos dogmatismos teóricos, esto de que la economía siempre determina la política, esa determinación es más compleja. Para lograr determinadas transformaciones económicas, que en Argentina se implementan sobre todo en los noventa bajo el menemismo, se requería quebrar relaciones sociales porque sin ese quiebre, sin ese disciplinamiento, sin ese terror, la resistencia no hubiese permitido implementarlas”.
Recién durante la crisis de 2001 hubo “intentos de recomposición pequeños, muy singulares”, de esas relaciones. El sociólogo afirmó que el presente “es particularmente desafiante en ese sentido porque nos va a poner contra el espejo de ver qué nivel de reconstrucción de los lazos sociales se logró en función de qué tipo de resistencia se va a poder ejercer a las nuevas transformaciones económicas que se quieren imponer” para “volver a la distribución del ingreso de 2001 para seguir avanzando desde ahí”.
Como a los nazis
“Argentina no tuvo una experiencia de extermino industrial como el caso del nazismo pero sí tuvo una experiencia concentracionaria. Todo el territorio plagado de campos de concentración que operan no solamente para aterrorizar a la gente que es secuestrada sino que su efecto fundamental es aterrorizar a la gente que no es secuestrada pero vive cerca de un campo de concentración y que sabe que eso puede ocurrir y que, por lo tanto, se ve obligada a modificar sus prácticas en función de eso”, dijo Feierstein.
Recordó que en Alemania, entre 1933 y 1936, 100 mil personas fueron encerradas en campos de concentración de las cuales aproximadamente cinco mil fueron asesinadas y la gran mayoría torturada y liberada. “Esa liberación irradió el terror en el conjunto de la sociedad alemana y permite entender algo que sino no se explica: ¿qué pasó? ¿por qué los alemanes adhirieron al nazismo? Adhieren producto del terror”.
El Partido Nazi ganó “apenas” las elecciones de 1933 frente al Partido Comunista Alemán. El boicot a los comercios judíos en mayo del ’33 fracasó, “la población sale a comprarle a los judíos pese a que la SA está frente a los locales para intentar pegarle a la gente que sale a comprar y así y todo la gente manifiesta su solidaridad”.
“Cinco años después de atravesar la sociedad con la experiencia de campos de concentración, aterrorizarla y mandar a toda esa gente de vuelta a la sociedad para que disperse y difunda el terror La Noche de los Cristales logra altos niveles de silencio o de adhesión y efectivamente la población judía es perseguida, sus casas rotas, quemadas, deportada. Acá no hay solo una convicción ideológica sino los efectos del terror”.
Sobre América Latina y Argentina Feierstein subrayó que cada vez es más evidente que “la tasa de supervivencia fue mucho mayor de la que suponíamos”. “Esto tiene mucho que ver con la famosa discusión de los números. Las denuncias en los años ’84, ’85, eran muy pocas y tenían que ver con la gente que estuvo mucho tiempo en un campo de concentración. Lo que uno va descubriendo sobre todo a partir de las denuncias que comienzan en 2008, 2009, 2010, 2012, es que muchísima gente fue secuestrada por un día, por unas horas y luego liberadas”.
“Me han enseñado los sobrevivientes de experiencias genocidas, en particular los ex detenidos desaparecidos en Argentina, que el objetivo de ese secuestro era usarlos como herramienta de difusión del terror. Esta es la respuesta que ellos mismos se dan y que los pone en una encrucijada. La pregunta para ellos era: ‘¿Qué hacemos? Si nos callamos somos cómplices de no haber divulgado lo que ocurrió, si hablamos logramos el objetivo que ellos querían que es que aterroricemos’. La respuesta que se dan también es brillante: ‘Tenemos que hablar pero no solamente de lo que el poder le hizo a nuestros cuerpos sino de esa identidad que quisieron destruir: ¿quiénes éramos nosotros antes de que el terror nos secuestre?”.
Tres puntos sobre los juicios
Feierstein dijo que las políticas contra el terrorismo de Estado durante los gobiernos kirchneristas tuvieron un punto “altísimo” en “el modo de haber implementado el juzgamiento” y dos puntos bajos en torno a los sitios de memoria y las reparaciones.
En materia de juicios en comparación con otros casos internacionales “Argentina ha llegado más lejos que nadie”, sobre todo por la modalidad empleada: “por medio de jueces naturales, con todas las garantías que corresponde a los imputados, que sea en todos los lugares del país, de las regiones donde ocurrieron los hechos, que involucre al conjunto social en esa discusión”.
Respecto a la política vinculada a los sitios de memoria “no se ha cobrado conciencia de la importancia de la voz de los sobrevivientes y hasta de la sacralidad de ese espacio en una necesidad de elaboración, particularmente en el caso más emblemático, esta especie de disneylandia de los derechos humanos que se ha hecho en la ESMA, que ha llevado a casos como la organización de un asado y sobre todo a la respuesta gubernamental ante la indignación de los sobrevivientes, diciendo ‘esto lo vamos a seguir haciendo’, ‘no nos importa que alguien se enoje, que a alguien le duela que se queme carne en un lugar donde se quemó la carne de sus compañeros'”.
El sociólogo cuestionó finalmente que las reparaciones hayan sido económicas e individuales: “El dinero es el equivalente general de las mercancías, con lo cual no garantiza nada. La reparación es mensurar económicamente el daño y dar una cantidad de dinero por ese daño a los individuos que sufrieron eso o a sus seres queridos. Esto ha sido muy complicado porque no se ve que el daño es grupal, es colectivo, que afecta al conjunto social, empieza la discusión de quién debe recibirlo y quién no, qué es lo que uno hace con ese dinero”.
“El Estado debe hacerse cargo más de servicios que de dinero y pensar más colectiva que individualmente”, dijo y puso como ejemplo el caso colombiano que en materia jurídica fue “infinitamente peor” pero “en términos de reparaciones fue más interesante porque se piensa en relación a las comunidades afectadas y al Estado proveyéndoles servicios”.
“Si a un hijo le fue sustraído su futuro en función de que el Estado asesinó a sus padres uno podría pensar que el Estado puede ofrecerle inserción laboral, vivienda, salud, una cantidad de servicios que el Estado está obligado a ofrecer que no es lo mismo que darle el dinero para acceder a esos bienes”.
¿Por qué deberías ir a una audiencia?
“Lo primero que le diría a una persona que nunca fue a una audiencia: uno puede leer 800 libros, ir a 500 conferencias y clases y todo eso tiene un valor relativo frente a ir a una sola audiencia de este juicio”, dijo Feierstein. Si bien resta confirmación por parte del tribunal, el 4 de octubre comenzaría el cuarto juicio de lesa humanidad en Bahía Blanca. Es el tercero de la causa V Cuerpo de Ejército y hubo uno sobre los crímenes de la Armada. Las audiencias fueron y serán públicas, semana por medio, los martes por la tarde y los miércoles a doble turno en Colón 80.
“¿Qué le va a contestar a sus hijos y a sus nietos cuando le pregunten ‘vos estuviste en alguna de esas audiencias históricas’? Aunque sea para poder dar una respuesta como corresponde como padre o como abuelo tendría que ser capaz de poder ver la escena que se arma ahí”.
“Es tremendamente reparador y va mucho más allá de la pena. En los juicios la pena no es ni lo único ni lo más importante, menos en este momento donde los perpetradores son muy mayores, no es el tema central más allá de que no pueden no tener pena después de semejante destrucción de lazo social”, manifestó.
Lo destacable es que “aquel que tuvo la disposición de la vida y de la muerte de decenas, centenares, miles de personas, llegue a una instancia donde debe escuchar a sus víctimas, ese testimonio de las víctimas es legitimado por un tribunal, debe hacerse cargo de ese testimonio, y ese tribunal califica esos hechos, los representa, plantea que estuvieron mal y asigna responsabilidades, esto es la sanción a quienes fueron los encargados, los responsables de implementar esas prácticas”.
Resistencia partida
Al ser consultado sobre la última Marcha de la Resistencia que convocó la Asociación Madres de Plaza de Mayo con la consigna “Cristina conducción”, Feierstein opinó que en principio le “produjo preocupación que se decidiera suspenderla” porque “parte de la historia del movimiento de derechos humanos argentino era que articulaba muy pluralmente, identidades políticas muy distintas, y que le señalaba al Estado la violación de los derechos humanos que siempre es cometida por todo Estado más allá de que algunos gobiernos puedan intentar confrontarlo más que otros o profundicen la violación más que otros”.
“Tampoco está mal señalar la cercanía que uno pueda tener o no con cierto gobierno. Pero eso es una cosa que uno hace individualmente y no como organismos de derechos humanos y de ninguna manera justifica detener la resistencia porque la resistencia ante el ejercicio de la violencia estatal va a existir siempre (…) porque es parte de la propia lógica del funcionamiento estatal. Y entonces requeriría organismos de derechos humanos que le señalen esas violaciones”.
“Doble gravedad adquiere decir que ante un cambio de gobierno se reestablece una Marcha de la Resistencia con la consigna de la conducción de un líder político que pensemos lo que pensemos, yo tengo esta visión dual de reconocer muchísimas cosas y de ver otros problemas, pero tengo claro que hay miradas muy distintas dentro del mundo de los derechos humanos y que parte de construir relaciones de confianza es construir en esa pluralidad y no obligar a nadie a tener que sentirse incluido o excluido a partir de esa identificación partidaria”, concluyó.